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Cada año, cerca de 7.000 personas en España reciben el diagnóstico de cáncer de estómago, uno de los tumores más agresivos y con peor pronóstico si no se detecta a tiempo. Detrás de estas frías cifras, se esconde una compleja red de causas en la que nuestros hábitos de vida, y muy especialmente nuestra dieta, juegan un papel protagonista. A menudo, buscamos un único culpable, un "alimento letal" que podamos eliminar para sentirnos a salvo. Sin embargo, la evidencia científica apunta a una realidad más sutil y, a la vez, más alarmante: el verdadero enemigo no es un solo producto, sino un patrón de consumo profundamente arraigado en nuestra cultura, basado en un exceso de sal, alimentos ahumados y ultraprocesados.
Este tipo de dieta, a menudo combinada con la presencia de un cómplice silencioso —la bacteria Helicobacter pylori—, crea la tormenta perfecta en nuestro estómago, un entorno inflamatorio crónico que puede acabar desembocando en el desarrollo de un tumor. Entender esta conexión es el primer y más importante paso para la prevención.
Salazones, ahumados y la letra pequeña de los procesados
Durante siglos, la salazón y el ahumado fueron métodos de conservación indispensables. Hoy, aunque ya no los necesitamos, siguen formando parte de nuestra gastronomía en embutidos, pescados ahumados y otros productos curados. El problema reside en los compuestos que se generan durante estos procesos.
- El exceso de sal: Un consumo elevado y continuado de sal y alimentos en salazón irrita y daña la mucosa gástrica, la capa que protege las paredes del estómago. Esta agresión constante provoca una inflamación crónica (gastritis) que, con el tiempo, puede facilitar la aparición de lesiones precancerosas.
- Nitratos y nitritos: Son aditivos que se utilizan en las carnes procesadas (salchichas, beicon, embutidos) para conservarlas y darles color. En el ambiente ácido del estómago, estos compuestos pueden transformarse en nitrosaminas, unas sustancias con un demostrado potencial carcinogénico.
- Compuestos de los ahumados: El proceso de ahumado genera hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), los mismos compuestos que se encuentran en el humo del tabaco, que también han sido clasificados como cancerígenos.
Cuando basamos nuestra dieta en este tipo de productos, estamos sometiendo a nuestro estómago a un ataque químico constante que debilita sus defensas naturales.
Helicobacter pylori: el cómplice silencioso que habita en el estómago
La bacteria Helicobacter pylori es uno de los microorganismos más extendidos del mundo. Se estima que infecta el cáncer de estómago de casi la mitad de la población mundial, aunque en la mayoría de los casos no produce ningún síntoma. Sin embargo, en un pequeño porcentaje de las personas infectadas, esta bacteria se convierte en el principal factor de riesgo para el desarrollo de cáncer gástrico.
Su mecanismo de acción es insidioso. La H. pylori es capaz de sobrevivir al ambiente extremadamente ácido del estómago y de adherirse a su mucosa. Su presencia desencadena una respuesta inflamatoria crónica por parte de nuestro sistema inmunitario. Esta inflamación persistente, conocida como gastritis crónica atrófica, va destruyendo lentamente las glándulas del estómago, un paso previo que se considera una lesión precursora del cáncer.
La combinación de la infección por H. pylori y una dieta rica en sal y procesados es especialmente peligrosa, ya que ambos factores se potencian mutuamente, acelerando el daño sobre la mucosa gástrica.
La prevención está en el plato, la dieta mediterránea como escudo protector
La buena noticia es que, en gran medida, el cáncer de estómago se puede prevenir. La lucha contra este tumor empieza en la cesta de la compra. Frente a los alimentos de riesgo, la ciencia ha identificado claramente a nuestros grandes aliados:
- Frutas y verduras frescas: Son la base de la prevención. Su alto contenido en antioxidantes, como la vitamina C, ayuda a neutralizar los compuestos carcinogénicos como las nitrosaminas y protege las células del daño oxidativo.
- Dieta Mediterránea: Un patrón dietético rico en frutas, verduras, legumbres, aceite de oliva virgen extra y pescado, y bajo en carnes rojas y procesadas, ha demostrado de forma consistente ser un factor protector.
- Detección y tratamiento de H. pylori: Si existen síntomas digestivos persistentes (ardor, dolor), es fundamental acudir al médico. Una simple prueba puede detectar la presencia de la bacteria, y su tratamiento con antibióticos es eficaz para erradicarla, reduciendo drásticamente el riesgo futuro de cáncer.
En definitiva, no existe un único "alimento letal", sino un estilo de vida que aumenta el riesgo. Reducir el consumo de sal, limitar los embutidos y procesados, y basar nuestra alimentación en productos frescos no es solo una recomendación de salud general, es la estrategia más poderosa que tenemos para proteger nuestro estómago de uno de los cánceres más agresivos, el cáncer de estómago.
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