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Un nuevo estudio revela que las hormigas no solo son expertas ingenieras, sino también maestras de la prevención sanitaria. Investigadores de la Universidad de Bristol (Reino Unido) han demostrado que estos insectos sociales modifican la estructura de sus nidos cuando enfrentan la amenaza de enfermedades. Los resultados, publicados este jueves en la revista Science, abren una ventana fascinante sobre cómo las comunidades animales pueden emplear la arquitectura para reducir la transmisión de patógenos.
Arquitectura para la salud de toda la comunidad de hormigas
Las colonias expuestas a patógenos parecen “reprogramar” su método de excavación. En lugar de construir sistemas de túneles densos y interconectados, las hormigas dispersan más las entradas y crean cámaras separadas entre sí, con menos conexiones directas. Este patrón reduce los puntos de encuentro y, con ello, la probabilidad de contagio dentro del hormiguero.
“Ya sabíamos que las hormigas cambian su forma de excavar en función de factores como la temperatura o la composición del suelo. Pero es la primera vez que se observa que un animal no humano modifica conscientemente la estructura de su entorno para disminuir la transmisión de enfermedades”, explica Luke Leckie, doctorando en Ciencias Biológicas de la Universidad de Bristol y principal autor de la investigación.
Más allá de su sorprendente capacidad constructiva, las hormigas poseen lo que los expertos llaman inmunidad social: un conjunto de comportamientos colectivos que protegen a la colonia frente a los gérmenes. Entre ellos destaca la limpieza minuciosa de las esporas de hongos usando sus mandíbulas, el rociado de compañeros infectados con una sustancia desinfectante, o incluso el autoaislamiento de las trabajadoras enfermas para no poner en riesgo al resto de la comunidad.
Este modelo de solidaridad biológica demuestra cómo el comportamiento individual puede beneficiar al grupo entero, un principio que en los humanos tiene su equivalente en las estrategias de salud pública.
Tecnología 3D para ver dentro del hormiguero
Para entender cómo se desarrollan estas adaptaciones arquitectónicas, los científicos recrearon el proceso de excavación en laboratorio. Dos grupos de 180 hormigas obreras fueron colocados en contenedores con tierra. Después de 24 horas, se añadieron 20 especies más a cada grupo, y uno de ellos fue expuesto a esporas de hongos patógenos.
Durante seis días consecutivos, los investigadores emplearon microtomografía computarizada (TC), una técnica avanzada de escaneo tridimensional que permite observar el interior de los nidos sin destruirlos. Gracias a esta tecnología, pudieron registrar cada fase de la construcción y analizar sus diferencias estructurales.
Los modelos 3D revelaron una clara distinción: las colonias sanas construyeron redes compactas y conectadas, mientras que las enfermas levantaron estructuras más fragmentadas. Esta disposición, según las simulaciones informáticas posteriores, reducía significativamente el riesgo de exposición a dosis altas de los agentes infecciosos.
El estudio demostró además que el comportamiento de autoaislamiento de las hormigas potenciaba aún más la eficacia de sus nidos modificados. “Cuando introdujimos el factor del autoaislamiento en las simulaciones, observamos que el descenso en la transmisión de enfermedades era todavía mayor en los nidos expuestos a patógenos”, detalla Leckie.
Para los investigadores, estos hallazgos van más allá del reino animal. La analogía entre los hormigueros y las ciudades humanas es inevitable: ambos son sistemas sociales densamente interconectados donde el flujo de recursos y personas favorece tanto la prosperidad como el riesgo de contagio.
“Las ciudades funcionan como grandes nidos, con redes de transporte, comercio e interacción. Aprender de esta especie podría ayudarnos a rediseñar nuestros espacios sociales para mantener ese equilibrio crucial entre conexión y salud”, señalan los autores.
Inspiración para el diseño urbano del futuro
Esta investigación abre la puerta a reflexiones sobre cómo la arquitectura y el urbanismo pueden integrar principios biológicos de prevención. De la misma forma que estos insectos adaptan su entorno al riesgo de infección, los humanos podrían aplicar estrategias similares en la planificación de espacios públicos, hospitales, oficinas o viviendas colectivas.
En un mundo donde las epidemias se han convertido en una preocupación constante, comprender estos mecanismos naturales puede inspirar soluciones más sostenibles y resilientes. Las hormigas, pequeñas pero extraordinariamente organizadas, demuestran que la prevención no siempre depende de la medicina, sino también del diseño inteligente del espacio.
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