"Díjole la zorra al cuervo"

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20/06/2019 - 13:46
Política

Lectura fácil

Creo que se está produciendo un cambio sustancial en el juego político que está afectando directamente a la forma de enfocar el problema con el que nos enfrentamos de cara al futuro: ¿Quiénes son los verdaderos contendientes en el juego por el poder tras las bambalinas? 

Estamos asistiendo, no solo en España, a una lucha inmisericorde para controlar los mecanismos de poder de los estados

No es solo la disputa tradicional entre los diversos grupos o partidos, ni entre representantes de las facciones ideológicas tradicionales, sino una verdadera guerra por parte de grupos de interés, individuos o sociedades, que se manifiestan, aparentemente, tras unas determinadas posturas ideológicas, pero cuyos objetivos reales a la larga son imprecisos. Es más, casi afirmaríamos que las líneas tradicionales entre le “derecha” y la “izquierda” se han desdibujado enormemente.

En una sociedad en la cual su sistema político se basa casi exclusivamente en el sufragio universal, donde casi únicamente cuenta el número de votos obtenidos, sin atender a principios ni límites éticos o morales, y cuya expresión jurídica se conforma al modelo de poder vigente en cada momento, quien controla los recursos del poder,  tiene pocas limitaciones, de ahí que es vital quien disponga de ese poder...

En un sistema de estas características, para alcanzar el poder es esencial, no solo conocer o controlar la opinión pública, sino conformarla y dirigirla. De ahí la despiadada lucha por el control de los medios y el contubernio entre la propiedad de esas medios, sus fines económicos, corporativos y de poder propios, y el de los políticos que los utilizan a su vez para alcanzar sus metas electorales. No es ningún arcano, aunque sí un tabú el mencionarlo,  que la mayoría en una  opinión pública es “conformable”,  lo ha sido a lo largo de la historia y en el presente más aun, con el dominio monopolístico cada vez mayor de las técnicas y medios para influir y dirigir ideológica y culturalmente a las personas.  

Lo que pretenden todos los grupos, tanto políticos como mediáticos y de poder corporativo, es alcanzar la cuota de dominio necesaria como para controlar eficaz y efectivamente a la sociedad en cuestión: no importa tanto quien tiene una mayoría, sino quien tiene una minoría suficiente para mediante pactos o acuerdos ejercerlo y dirigir la sociedad en el sentido deseado aunque tal fin no coincida con la mayoría teórica ni mucho menos de esa sociedad.

De ahí que el concepto último que podría justificar un sistema “democrático electoralista” sea completamente subvertido, por la propia mecánica del sistema, ya que no serían nunca las mayorías las que determinarían quien ejerce el poder, sino las minorías organizadas que controlan los medios y los resortes para acceder a ellos, así como los mecanismos electorales: las cúpulas de los partidos, los poderes fácticos y los que controlan los medios, son los que en última instancia instalan en el poder a quien les interese. Salvo revoluciones drásticas en donde todo se va al garete…

Lo vemos actualmente

El poder hacer y deshacer partidos, los juicios paralelos,  la destrucción de la imagen pública de aquellos que convenga, la reiterada erosión de ideologías no coincidentes con las líneas oficiales, la ocultación de hechos relevantes, la censura menos encubierta cada día, y tantas otras maniobras puestas en marcha para destruir al oponente político,  y a su vez el poder político vigente apoyando a aquellos grupos que lo favorecen, es una simbiosis perversa para no caer en desgracia, un chantaje permanente.     

¿Qué más da el número de votos si luego todo tiene arreglo?

Nunca habrá una mayoría suficiente, ni la dejaran formar vía electoral, que pueda romper este círculo vicioso, por ello sería imprescindible aunque utópico en estas circunstancias el pedirle a los ciudadanos que cuando vayan a ejercer su derecho al voto mediten, sean conscientes de la manipulación a la que están siendo sometidos… ¿Quién de verdad está gobernando, porqué y para qué?

La utilización de los medios: prensa, TV, radio,  cine, las redes sociales, Internet, como armas de manipulación y poder está llegando a unos límites en que habría que establecer unos límites, no debemos rendirnos ante el paradigma de la “libertad de opinión” o “el derecho de opinión” sin restricciones, pues no toda opinión es legítima ni toda información honesta y desinteresada, ¿quienes están detrás?

Desde luego no son grupos “elegidos por ciudadanos” cuyos intereses van más allá de informar o ayudar a la opinión pública. Es demasiado poder, en manos de grupos cuyos intereses no necesariamente coinciden con los intereses de una nación, cuyas  ambiciones personales no tienen porque coincidir con las intenciones de los ciudadanos.

 Los medios no deben encumbrar o destruir inmisericordemente a  personas dedicadas a la política, ni la política establecer cárteles mediáticos a su servicio.  

Considerar a los medios como el “cuarto poder”, no deja de ser una frase,  que no debe hacernos olvidar que ese no es su cometido específico,  si  se extralimita  puede perder su independencia.

Ver a miembros de un partido acusando a otro de corrupción, resulta ridículo, sino no fuera un trágico reflejo de la corrupción generalizada de las cúpulas que ha generado el sistema; ver a unos medios según de que “ganadería”  resaltando solo la del PP, y minimizando la del PSOE y demás comparsas nacionalistas, cuando es sabido que el máximo exponente de corrupción en este país ha venido propiciada por el PSOE y CIU es impresentable como marchamo de unos medios que presumen de objetividad. 

No sacralicemos el sistema “democrático” pensando que él solo pueda protegernos de los abusos del poder, se requieren otros principios además de la llamada teórica “voluntad general” si queremos mantener el régimen de libertades de que disfrutamos.

No nos olvidemos

Los orígenes del estado de derecho y de ahí deriva la democracia, no hay democracia sin estado de derecho,  nace de frenar al poder, de ponerle límites, “no tanto lo que el estado pueda hacer por  mí como lo que no me puede hacer” toda desviación de este concepto nos lleva a formas encubiertas, a veces evidentes, de despotismos o  tiranías, aunque se disfracen de redentoras. 

No es oro todo lo que reluce.

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