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La agricultura es, con diferencia, la actividad que más agua consume en el planeta. Según el Banco Mundial, cerca del 70 % del agua dulce que se extrae en todo el mundo se destina al campo. En los países con menos recursos económicos este porcentaje llega incluso al 90 %. Esto significa que, si queremos seguir alimentando a una población creciente sin deteriorar los recursos hídricos, tenemos que aprender a usar el agua de forma mucho más eficiente.
España conoce muy bien este desafío. Nuestro país combina un clima cada vez más seco con una agricultura altamente productiva. En 2021, el regadío ocupaba solo el 22,9 % de la superficie agrícola, pero generaba más de la mitad de toda la producción vegetal. Es decir, regar bien multiplica el valor de cada hectárea. Pero también implica una gran responsabilidad: en España, el 82,1 % del agua usada se destina a la agricultura. Por eso, cualquier mejora en la eficiencia supone un beneficio económico, ambiental y social. Aquí es donde entra el juego el concepto de riego inteligente.
El riego inteligente gasta menos agua, más precisión
En este contexto surge el riego inteligente, un sistema que combina sensores, datos y conectividad para aplicar la cantidad exacta de agua en el momento adecuado. La idea es simple: si conocemos cómo está el suelo, qué necesita la planta y qué condiciones meteorológicas vienen, podemos regar mejor. Para ello se utilizan:
- Sensores de humedad del suelo y del propio cultivo.
- Estaciones meteorológicas que miden temperatura, viento, radiación solar o lluvia.
- Plataformas digitales que analizan los datos.
- Controladores que abren y cierran válvulas automáticamente.
El objetivo es lograr un riego preciso, eficiente y capaz de adaptarse a cada parcela.
NB-IoT, la red que está revolucionando el campo
Todo este sistema de riego inteligente necesita conexión incluso en lugares donde no llega la cobertura tradicional. Y aquí aparece una tecnología clave: NB-IoT (NarrowBand Internet of Things). Se trata de una red diseñada para dispositivos que envían pequeñas cantidades de datos desde zonas aisladas, con poca cobertura y durante muchos años con una sola batería. Sus ventajas son:
- Mayor penetración en zonas subterráneas o remotas.
- Bajo consumo energético.
- Señales estables incluso en fincas muy extensas.
- Capacidad para instalar sensores que duren más de una década sin recargar baterías.
Gracias a NB-IoT, sensores enterrados o válvulas automatizadas pueden funcionar sin mantenimiento constante. Y cuando los datos se envían a la nube y se convierten en decisiones de riego, los resultados son claros: hasta un 30 % menos de consumo de agua, ahorro eléctrico por menos bombeo y una fertilización más precisa.
Más allá de la parcela, digitalizar todo el ciclo del agua
El riego inteligente no solo mejora la gestión del agua en el campo, sino que está transformando todo el sistema hídrico. Operadores de red ya están desplegando NB-IoT para:
- Conectar contadores de agua urbanos.
- Detectar fugas.
- Ajustar presiones en redes municipales.
- Prever la demanda de agua.
Empresas como Vodafone, referente en IoT, ofrecen soluciones para digitalizar por completo la gestión del agua y ayudar tanto a agricultores como a administraciones públicas a tomar mejores decisiones.
España, terreno fértil para el riego de precisión
Nuestro país tiene cultivos donde la precisión del riego no solo aumenta la producción, sino también la calidad. Es el caso del viñedo, el olivar o los frutales. Gracias a sensores que miden el estrés hídrico de la planta, se ajusta el llamado riego deficitario controlado, que permite influir en la maduración o en el sabor del fruto.
Además, España ya es líder europeo en riego localizado, como el goteo o la microaspersión. Ahora el siguiente paso es convertir cada gota en un dato y cada dato en una decisión mejor.
Aunque el precio inicial pueda preocupar, los sensores son cada vez más económicos y las redes NB-IoT están ya completamente extendidas. Muchos agricultores empiezan por parcelas piloto y amplían después el sistema. El retorno se ve en:
- Ahorro de agua y energía.
- Menos averías y desplazamientos.
- Mejor planificación.
- Más calidad de producción.
- Mayor facilidad para cumplir certificaciones ambientales o justificar consumos.
La tecnología funciona, pero solo si se integra bien en la rutina del campo. La clave está en definir protocolos claros, usar predicciones meteorológicas y confiar en los datos. Una vez el sistema demuestra su utilidad, por ejemplo, evitando un riego innecesario antes de una tormenta, deja de verse como un gasto y se percibe como una herramienta imprescindible.
El futuro ya está aquí
El riego no necesita más agua, sino mejor agua: usada con sentido, en el momento justo y con información fiable. La combinación de sensores, datos y NB-IoT permite avanzar hacia una agricultura más competitiva, sostenible y preparada para un clima cada vez más extremo, por lo que el riego inteligente juega un papel crucial en este aspecto.
El futuro del regadío español es claro: convertir cada parcela en un sistema inteligente que riegue solo lo necesario. Y ese futuro ya está en marcha. El riego inteligente ya está aquí.
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