Kenia, a la última en tecnología para sus exportaciones agrícolas a la UE

Nairobi, 15 abr (EFE).- "En una hora puedo analizar todos los metales de la tabla periódica", dice un científico de la Planta de Inspección Sanitaria de Kenia (Kephis), que emplea tecnología punta para garantizar la calidad de la exportación de productos agrícolas kenianos, cuya mayor parte acaba en la Unión Europea (UE).

La máquina detectora de metales pesados antes solo podía apreciar tres tipos de estos contaminantes, pero ahora ya localiza muchos más, aclara Bernard Okonda, un inspector de Kephis, durante una visita de una delegación de diputados del Parlamento Europeo (PE) y parlamentarios del grupo África, Caribe y Pacífico (ACP).

Tanto ese aparato como muchos otros de los laboratorios de esta planta del sistema regulador del Gobierno lucen pegatinas con las doce estrellas amarillas de la bandera de la UE, que financia parte del proyecto.

Kephis, uno de los centros de análisis sanitario de productos agrícolas más avanzados de África del Este, analiza muestras de productos agrícolas, pero también de tierra y de agua.

Lejos del caos de Nairobi, y en uno de los barrios más residenciales de la capital keniana, Karen, rodeado de mansiones, los mejores colegios y grandes extensiones de terreno verde, Kephis recoge muestras de productos de todo el país para ser analizados.

"Ayudamos a Kephis para asegurarnos de que todos los productos agrícolas que Kenia está produciendo han sido calificados por un laboratorio de calidad y reúnen los requisitos para ser exportados", explica a Efe el jefe de Cooperación de la UE en Kenia, Hubert Perr.

La agricultura es uno de los principales focos del Gobierno keniano, pues supone en torno al 30 % del Producto Interior Bruto (PIB) del país, y un 75 % de la población se calcula que depende directa o indirectamente de ella.

Y en este gran sector, Kenia mira directamente a la UE, que importa el 80 % del total de las exportaciones hortícolas del país africano, lo que supone 300.000 toneladas y un ingreso de unos 900 millones de euros al año.

"Debemos tener los mismos estándares y los mismos niveles de seguridad", comenta a Efe, tras la visita, el eurodiputado húngaro György Hölvenyi, que cree que, además, la planta va a permitir a Kenia "jugar un papel ejemplar en temas de seguridad en la región".

Si los expertos kenianos encuentran un producto con más pesticida de lo permitido, explica Okonda, paran de inmediato la exportación.

"¿Cree que los estándares que tienen en Kenia son los mismos que los europeos?", pregunta la jefa de la delegación del Parlamento Europeo, la francesa Michèle Rivasi, al inspector Okonda, que esquiva la pregunta con rodeos.

La respuesta viene del director general de Kephis, Isaac Macharia.

"Nos aseguramos de que los productos vendidos al mercado internacional reúnen los requerimientos y estándares internacionales, y si tenemos materiales contaminados no pueden venderse fuera y podemos recomendar que no sean vendidos en el mercado local", explica Macharia.

Las leyes internacionales son claras y en la planta se aseguran de cumplirlas, pero dentro de Kenia no hay una regulación que impida a la típica señora de uno de los tantos puestos informales que abundan en calles y carreteras de todo el país vender un producto que exceda los límites de pesticidas, por ejemplo.

Desde Kephis sólo puede "recomendar" a los productores no venderlos y hacen campañas para enseñar cómo emplear los pesticidas y los productos químicos.

Rivasi, que pertenece al grupo parlamentario de Los Verdes, cree que esa circunstancia supone un gran reto: "no hay medidas para el mercado local, por lo que hay que desarrollar lo biológico y orgánico a nivel de la agricultura keniana".

La mayoría de productores en Kenia son pequeños agricultores que cultivan para consumo propio y sólo venden una pequeña parte, a cambio de ganar a veces en torno a un solo dólar al día, según explica a Efe Macharia.

Por eso, el reto que plantea Rivasi no es pequeño: convencer a todos estos productores de usar técnicas más respetuosas con el medioambiente y menos productos químicos, mientras afrontan sequías como la vivida el año pasado o plagas como la del gusano cogollero, que este año ha acabado con la mitad del cultivo de maíz de Kenia.

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