La carrera espacial moderna avanza rápidamente, con lanzamientos frecuentes de cohetes y satélites, así como proyectos de turismo y exploración interplanetaria, lo que plantea riesgos para la capa de ozono.
La capa de ozono sobre la Antártida se está recuperando por los esfuerzos globales para reducir las sustancias que la agotan, singularmente los clorofluorocarburos (CFC), y el agujero sobre ella podría desaparecer en torno a 2035.
Así se desprende de mediciones por satélite y globos realizadas por la NASA y la NOAA (Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica), instituciones de Estados Unidos que estudian este fenómeno.
La superficie del agujero de la capa de ozono sobre la Antártida llegó el pasado 28 de septiembre a su máximo anual con 22,4 millones de kilómetros cuadrados.
Los halógenos, como el cloro, el bromo y el yodo, son elementos químicos altamente reactivos que, al liberarse desde el hielo ártico, están causando una reducción significativa de la capa de ozono.