La violencia estructural de Japón sigue avanzando sin pausa

En la actualidad entendemos por violencia estructural aquella que es aplicable a situaciones en las que se produce daño en la satisfacción de las necesidades humanas básicas. Es justo lo que ocurre en Japón, un país donde las mujeres se definen como un objeto, y no como un ser humano de carne y hueso.

Las normas en Japón siguen entendiendo más de géneros que de legislación

Japón es uno de los países donde la violencia estructural, el machismo y la falta de libertades siguen muy presentes en el día a día de cualquier ciudadano, pero sobre todo en las mujeres. Tras la noticia sobre la ex princesa Malo Komuro, donde la joven se vio obligada a renunciar a su estatus tras contraer matrimonio con su humilde novio de la universidad, es cuando vemos cómo las normas en Japón siguen entendiendo más de géneros que de legislación.

En 1947 se produjo este gran cambio, cuando la misoginia se convirtió en ley al excluir a las mujeres de la línea de sucesión imperial, algo que ha provocado que la situación empeore y que los casos de violencia estructural aumenten.

“La japonesa nace cargada de obligaciones y bajo el dogma de que nada bueno puede esperar de la vida”

Definir a las mujeres como “máquinas de parir niño” se ha convertido en una definición cotidiana por parte de los grandes cargos políticos del país. Una buena forma de observar estos cambios es analizando el lenguaje, donde el machismo cuenta con el papel protagonista.

El mundo laboral japonés también se incluye dentro de la violencia estructural y las nulas posibilidades de obtener un ascenso laboral en cualquier puesto de trabajo por parte de la mujer. De hecho, la escritora de “Pechos y huevos”, Mieko Kawakami, recalca la situación de la mujer japonesa en pleno siglo XXI, el sexismo y los estigmas de esta: “la japonesa nace cargada de obligaciones y bajo el dogma de que nada bueno puede esperar de la vida”, sostiene.

La política también abarca un alto grado de machismo retrógrado, ya que de los más de mil políticos que compitieron en las elecciones generales japonesas, tan solo había 186 mujeres. Tan preocupante es la situación que el índice Global de la Brecha de Género 2021 sitúa a Japón en la posición 120 de 156 países del mundo. Este hecho se define en “una democracia sin mujeres”, tal y como ocurre en otros países.

El feminismo sigue luchando por acabar con la violencia estructural

Es sorprendente ver cómo la situación de la mujer japonesa ha sido invadida a lo largo de los últimos años, ya que Japón fue originariamente una sociedad matriarcal o al menos, matrilineal. En cuanto a la política, la mujer llegó a ocupar el trono imperial en varias ocasiones, por ejemplo: el caso de la emperatriz Kogyoku y la emperatriz Koken/Shotoku.

Sin embargo, con la llegada del confucianismo, que planteaba una estructura jerárquica denominada por los hombres, y algunas ramas del budismo, fueron el detonante para situar a la mujer en una posición inferior y comenzar lo que hoy se conoce como violencia estructural.

Sin embargo, el feminismo sigue luchando por acabar con esta violencia estructural y la cantidad de desigualdades, remarcadas en una sociedad donde el machismo sigue liderando incluso por encima de la propia política del país.

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