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La escalada de tensiones en Oriente Medio con los ataques entre Israel e Irán ha sembrado de más incertidumbre a una economía global que ya se estaba viendo afectada por la crisis de aranceles desatada por Donald Trump y las crisis en Gaza, Ucrania... Tras recrudecerse las hostilidades a lo largo del fin de semana, hay temor a que un conflicto prolongado entre ambas potencias genere todavía más inestabilidad en la región, escale, y acabe repercutiendo, no solo en los precios del petróleo y el gas, sino también en las perspectivas económicas.
El impacto inicial de esta escalada ha llegado por el petróleo. Su precio llegó a dispararse más del 13 % en los mercados internacionales el viernes hasta superar los 78 dólares en el caso del barril de Brent, el crudo de referencia en Europa. Se trata del mayor repunte diario de esta materia prima desde que se produjo la invasión rusa de Ucrania a comienzos de 2022. Su precio despidió finalmente la semana con un alza del 7 % hasta los 74,23 dólares. La ofensiva israelí ha desatado el miedo a una guerra más amplia en una región clave para la producción mundial de petróleo.
Un conflicto regional Israel e Irán con consecuencias globales
La creciente tensión entre Israel e Irán genera preocupación no solo por las implicaciones humanitarias y geopolíticas, sino también por los efectos económicos que una escalada militar puede desencadenar. El conflicto entre Israel e Irán, dos potencias de Oriente Medio podría desestabilizar mercados estratégicos como el energético, alimentar la inflación global y aumentar el riesgo para las economías emergentes y desarrolladas.
Ambos países tienen un papel importante en una región clave para el comercio internacional y la producción energética. Por eso, cualquier interrupción o bloqueo puede tener efectos inmediatos y duraderos a escala mundial.
Energía y petróleo: los primeros en temblar
Uno de los sectores más sensibles a un conflicto entre Israel e Irán es el mercado del petróleo. Irán es uno de los principales productores de crudo de la OPEP, y su rivalidad con Israel se sitúa en un corredor clave del transporte de hidrocarburos. Un ataque directo o una escalada podría afectar al Estrecho de Ormuz, por donde pasa casi el 20 % del petróleo mundial.
Este escenario provocaría un aumento inmediato del precio del crudo, lo que a su vez repercutiría en los costes de transporte, la producción industrial y, en última instancia, en los precios al consumidor. Es decir, más presión inflacionaria en un momento en el que muchos países aún luchan por contener la subida de precios.
Además, la volatilidad en los mercados financieros sería inevitable: caída de bolsas, subida del oro como activo refugio y depreciación de monedas frente al dólar.
Inestabilidad comercial y efecto dominó global
El impacto económico de una guerra entre Israel e Irán abierta también podría extenderse a través del comercio internacional. Una mayor inestabilidad en Oriente Medio afectaría rutas logísticas estratégicas, encareciendo bienes importados y complicando la recuperación postpandemia en muchas economías.
Las inversiones extranjeras en la región podrían reducirse drásticamente, y los fondos internacionales buscarían refugio en mercados más seguros, lo que generaría tensiones en países emergentes que dependen de ese capital.
Europa, por su dependencia energética, podría verse obligada a buscar nuevas fuentes de suministro más costosas. Y en América Latina, los efectos del conflicto entre Israel e Irán llegarían a través del encarecimiento de insumos, la volatilidad financiera y la caída de exportaciones a mercados afectados por la crisis.
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