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Un grupo de científicos internacionales, asesores de la ONU, ha revelado en un estudio urgente que los devastadores incendios forestales que arrasaron el noroeste de España y el norte de Portugal en agosto no fueron un simple suceso aleatorio. El estudio concluye que las condiciones climáticas extremas, como la ola de calor de más de 10 días, que alimentaron estos fuegos y los hicieron un 30 % más intensos, fueron una consecuencia directa del cambio climático. El calentamiento de la atmósfera, que ya ha superado 1,3 ºC por encima de los niveles preindustriales, multiplicó por 40 la probabilidad de que se produjeran incendios de esta magnitud.
La huella del cambio climático
Casi una quincena de investigadores de agencias meteorológicas y universidades de seis países, pertenecientes a la asociación World Weather Attribution, han elaborado este análisis para arrojar luz sobre las causas de estos incendios que quemaron más de dos tercios del millón de hectáreas calcinadas en toda Europa este verano. Aunque reconocen el papel de la despoblación y el abandono de los montes, el estudio enfatiza que el principal motor detrás de la virulencia de estos fuegos es el cambio climático.
Los científicos explican que, si bien en un escenario sin cambio climático incendios como los de Galicia, Asturias y Castilla y León se esperarían cada 500 años, ahora pueden repetirse cada 13 años y ser un 30 % más intensos. Hablan de un "asombroso" tamaño de los incendios, señalando que "en solo una semana quemaron más de 175.000 hectáreas, más del doble de la media semanal de toda la estación de fuegos desde 2006".
Fuego fuera de control
El informe, que se basa en la observación de datos reales como la temperatura, la humedad y la velocidad del viento, afirma que el cambio climático ha provocado un "rápido incremento del riesgo de enormes incendios fuera de control en España y Portugal". Las condiciones meteorológicas propensas a incendios seguirán intensificándose en toda Europa. Además de la devastación local, la mala calidad del aire generada por los incendios en la península ibérica se extendió hasta Escandinavia.
Para ilustrar la importancia del cambio climático, los científicos señalan que un período de 10 días con temperaturas tan altas como las registradas en agosto, que en el pasado habría sido "increíblemente raro" y se esperaría "menos de una vez cada 2.500 años", ahora se producirá una vez cada 13 años. A pesar de esto, lamentan que en España se haya puesto más el acento en "el declive de las actividades rurales" y "mucho menos se haya dicho" de los efectos del cambio climático en estos incendios.
Un territorio vulnerable
Los científicos afirman que las llamas, "alimentadas" por temperaturas superiores a los 40 grados y los fuertes vientos, se extendieron "extremadamente rápido", calcinando 380.000 hectáreas en España y 260.000 en el norte de Portugal. Esta cifra eleva la superficie arrasada en 50.000 hectáreas más de lo que calculó el Gobierno. En total, se quemó el 1% de la superficie de la península ibérica, lo que convierte a este verano en el quinto peor desde que hay datos, en 1961.
A pesar de que el estudio se enfoca en las condiciones climáticas, también destaca la vulnerabilidad del territorio, donde la despoblación ha provocado el abandono de campos y bosques, creando lo que los científicos consideran "gasolina para los incendios". Recomiendan estrategias como la quema controlada de rastrojos y el pastoreo de ovejas, caballos o cabras para gestionar esta biomasa.
En un mundo donde el cambio climático sigue avanzando, los científicos de World Weather Attribution lanzan dos advertencias cruciales: la creciente frecuencia e intensidad de los incendios y la insuficiencia de los medios de extinción disponibles. Esto queda demostrado por el hecho de que España tuvo que activar por primera vez el Mecanismo Europeo de Protección Civil para solicitar ayuda a la Unión Europea.
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