
Lectura fácil
En un país acostumbrado a la volatilidad de la política nacional, donde los presidentes y ministros se suceden cada pocos años, existe una realidad paralela y casi inmutable. En cuatro pequeños rincones de España, el tiempo político parece haberse detenido. Según un reciente análisis de datos de Newtral.es, cuatro hombres ostentan el bastón de mando de sus respectivos ayuntamientos de forma ininterrumpida desde las primeras elecciones municipales de la democracia, celebradas el 3 de abril de 1979. Son 46 años en el cargo, doce victorias electorales consecutivas.
Estos alcaldes son los últimos representantes de una estirpe de políticos de largo recorrido, testigos y protagonistas de toda la historia de la España democrática desde la primera línea de la política local. Su increíble longevidad abre un fascinante debate: ¿son el ejemplo definitivo de la vocación de servicio y la conexión con el pueblo, o un síntoma de los problemas de relevo generacional y estancamiento en la España rural?
Los cuatro alcaldes 'eternos'. un retrato de la política a pie de calle
Los protagonistas de esta hazaña política comparten un perfil similar: todos son hombres, son alcaldes que gobiernan en municipios de poblaciones muy reducidas (generalmente de menos de 500 habitantes) y han cimentado su poder en una relación de extrema proximidad con sus vecinos. Son la personificación de la política municipalista, donde la ideología a menudo queda en un segundo plano frente a la gestión del día a día.
Aunque los nombres exactos varían, los perfiles se repiten en la geografía española, desde pequeños pueblos de Castilla y León hasta aldeas de Galicia o Aragón. Son alcaldes que conocen a cada vecino por su nombre, que asisten a todos los bautizos, bodas y funerales, y cuyo número de teléfono personal es, en la práctica, la oficina de atención ciudadana. Suelen haber comenzado su andadura bajo las siglas de partidos ya extintos como la UCD, para después encontrar acomodo en los grandes partidos (PP o PSOE) o, más comúnmente, crear sus propias agrupaciones de electores independientes, consolidando un liderazgo personalista que trasciende a cualquier marca política.
En concreto hablamos de Francisco Arjona, en Rada de Haro (Cuenca), Salvador Pérez, en Villarroya (La Rioja), José Furones, en Brime de Urz (Zamora) y Lucas Aguado, en Roturas (Valladolid).
¿Vocación de servicio o 'caciquismo' moderno?
¿Cómo es posible mantenerse en el poder durante casi medio siglo? Los expertos y los propios alcaldes apuntan a una combinación de factores. El principal es, sin duda, la proximidad. En un pueblo pequeño, el voto no se decide en un debate televisivo, sino en la confianza generada durante años. "Aquí la gente no vota al partido, me vota a mí", suelen afirmar estos alcaldes. La gestión directa de problemas cotidianos —el arreglo de un camino, la subvención para las fiestas o la gestión de una licencia de obra— crea un vínculo de lealtad muy difícil de romper.
Otro factor clave es la falta de alternativas. En muchos municipios de la "España Vaciada", encontrar candidatos dispuestos a encabezar una lista electoral es una tarea titánica. La alcaldía en estos pueblos no es un cargo de prestigio y poder, sino una responsabilidad absorbente, a menudo con una remuneración simbólica o inexistente. Esto provoca que, en muchas ocasiones, el alcalde veterano se presente a la reelección casi por aclamación popular, ante la ausencia de un relevo claro.
Este fenómeno reabre periódicamente el debate sobre la limitación de mandatos en política. Sus detractores argumentan que perpetuarse en el cargo puede generar redes clientelares y una suerte de "caciquismo moderno", donde el poder se concentra de tal forma que asfixia la aparición de oposición. Sus defensores, en cambio, sostienen que la soberanía popular es sagrada: si los vecinos, elección tras elección, deciden libremente seguir confiando en la misma persona, ¿quién es el legislador para impedirlo?
El relevo generacional supone el gran desafío de la 'España Vaciada'
Más allá del anecdotario político, la historia de estos cuatro alcaldes es un síntoma de uno de los mayores desafíos que enfrenta España: el reto demográfico. Su longevidad es, en parte, una consecuencia directa de la despoblación y el envejecimiento de las zonas rurales.
Estos regidores, que ya peinan canas y se acercan a la edad de jubilación, representan el fin de una era. Su eventual retirada planteará un serio problema de sucesión en sus municipios. ¿Quién tomará el relevo en pueblos donde la mayoría de la población es mayor de 65 años y los jóvenes se han marchado a la ciudad en busca de oportunidades?
La figura del "alcalde eterno" es, por tanto, un espejo de dos caras. Por un lado, refleja la admirable dedicación de quienes han consagrado su vida al servicio público de su comunidad. Por otro, nos muestra la cruda realidad de una España que envejece y se vacía, y donde la renovación política se convierte, a veces, en una misión imposible.
Añadir nuevo comentario