
Lectura fácil
Con su plumaje rosado y su caminar elegante, los flamencos parecen aves tranquilas y gráciles. Pero bajo la superficie del agua esconden una estrategia de caza sorprendente. En las salinas y humedales donde viven, estas aves no solo filtran el agua: crean verdaderos remolinos para atrapar a sus diminutas presas con una precisión asombrosa.
El ingenioso arte de cazar de los flamencos
En los paisajes salinos de la península ibérica, una figura destaca entre los tonos verdes y azules del entorno: el flamenco. Estas aves de elegante plumaje rosado son mucho más que una postal pintoresca.
En época de cría, miles de flamencos se agrupan en lagunas, marismas y salinas, tiñendo el horizonte con su característico color y dando vida a un entorno que, de otro modo, parecería estático. Pero más allá de su belleza, los flamencos esconden una estrategia de alimentación compleja y sorprendente.
A simple vista, los movimientos de los flamencos en el agua parecen suaves y mecánicos. Así, caminan lentamente con sus patas largas, agachan el cuello y hunden el pico en el agua. Pero ese sencillo gesto esconde una técnica refinada. Al mover el fondo con sus patas, estos animales levantan partículas, lodo y, lo más importante, pequeños organismos que viven enterrados. El agua se agita con remolinos diminutos que arrastran a sus presas hacia el centro de acción: el pico.
Un filtro vivo
El pico del flamenco es una herramienta altamente especializada. En lugar de cazar a sus presas una por una, actúa como un filtro en continuo movimiento. Gracias a un mecanismo rítmico de apertura y cierre —un tipo de vibración rápida—, el agua entra por los lados del pico, pasa por un sistema de laminillas filtrantes y sale limpia, dejando dentro a los crustáceos y otros microorganismos que forman parte de su dieta.
Este movimiento no es al azar. Cada pequeño gesto, desde cómo colocan sus patas hasta cómo giran la cabeza, tiene un propósito: concentrar la mayor cantidad de alimento en el menor tiempo posible.
Tecnología y naturaleza unidas
Para comprender cómo funciona este mecanismo con tanto detalle, un grupo de investigadores decidió replicarlo. Utilizando modelos tridimensionales y simulaciones por ordenador, lograron reproducir las condiciones en las que los flamencos se alimentan.
Los experimentos mostraron que los movimientos de sus patas generan vórtices en el agua, y que estos, junto al efecto de succión del pico, multiplican las posibilidades de capturar alimento.
Por otro lado, se observó que ese “parloteo” que realizan mientras comen —una especie de murmullo constante— no solo es sonido: es acción. Al vibrar su lengua y abrir el pico rítmicamente, incrementan notablemente la cantidad de presas que logran atrapar.
Un sistema completo y coordinado
La alimentación del flamenco no depende de un solo elemento. Es el resultado de la interacción entre sus patas, su cuello, su pico y un comportamiento aprendido y perfeccionado durante generaciones. Cada parte de su cuerpo cumple un papel en este sistema que le permite sobrevivir en ecosistemas salinos, donde pocos depredadores podrían encontrar alimento de forma tan eficiente.
Gracias a estos estudios, entendemos que los flamencos no solo son aves hermosas, sino también especialistas en su entorno. En los humedales donde habitan, no solo decoran el paisaje, sino que construyen pequeñas tormentas para alimentarse.
Añadir nuevo comentario