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Sao Bernardo do Campo (Brasil), 5 sep (EFE).- Luiz Inácio Lula da Silva lideró una huelga en el cinturón industrial de Sao Paulo en 1978. Cuarenta años después, desde la cárcel, el expresidente ha orientado a su posible sustituto como candidato presidencial, Fernando Haddad, a recorrer las fábricas para reconquistar el apoyo de una descontenta clase obrera.
Más de dos décadas antes de llegar a la Presidencia de Brasil, el entonces tornero mecánico condujo con pulso la huelga de los metalúrgicos, un movimiento que en plena dictadura militar paralizó las fábricas para reivindicar aumentos de salarios.
En aquella época "la categoría estaba unida", las asambleas eran "gigantescas" y los trabajadores "luchaban por sus derechos y para derrocar la dictadura" que comandaba el país, recuerda a Efe José López Feijoo, quien entonces era un joven operario de la Ford de la localidad de Sao Bernardo do Campo.
"La huelga representó la esperanza que se había perdido. Era por algo más que salarios, era para recuperar la democracia", cuenta Firminio Alves, un ingeniero de Mercedes que siguió de cerca las paralizaciones que se llevaron a cabo entre finales de los 70 y comienzos de los 80.
El paro de 1980, en el que 140.000 metalúrgicos cruzaron los brazos, condujo a Lula por primera vez a prisión, un destino con el que el antiguo líder sindical se volvió a encontrar en abril pasado después de ser condenado a 12 años por corrupción.
Desde la cárcel de Curitiba el exmandatario brasileño guía ahora los pasos de su exministro de Educación Fernando Haddad, quien en los próximos días podría asumir las riendas del Partido de los Trabajadores (PT) en la carrera presidencial tras el veto judicial a las aspiraciones de Lula.
Siguiendo la ruta marcada por su mentor, Haddad madrugó hoy y recibió a los trabajadores a las puertas de las fábricas del cinturón industrial de Sao Paulo, una visita con la que busca aproximarse a la imagen de Lula, a quien deberá "encarnar" en las elecciones si quiere conseguir la transferencia de parte de sus votos.
Entre abrazos de algunos trabajadores y la indiferencia de otros, el exalcalde de Sao Paulo atacó la reforma laboral aprobada por el presidente Michel Temer y se postuló como el defensor de la clase trabajadora, golpeada en los últimos años por la crisis económica y las elevadas tasas de desempleo.
"Va a aumentar la desigualdad", advirtió Haddad sobre la reforma laboral, mientras los empleados de la fábrica de Mercedes llegaban a sus puestos de trabajo.
Sin el carisma y la proyección nacional que caracterizan a su padrino político, Haddad juega a contrarreloj para intentar convencer a los electores de que probablemente será el "elegido" de Lula para disputar las elecciones del próximo 7 de octubre.
Formado en Derecho, doctorado en Filosofía y profesor de Ciencias Políticas, Haddad ha intentado en las últimas semanas dejar en un segundo plano su perfil de intelectual de izquierdas para intensificar su papel de militante y aproximarse a las clases populares, entre las que Lula tiene un gran apoyo.
Para ello, Haddad se enfundó una chaqueta con el logotipo del Sindicato de Metalúrgicos del ABC, que Lula llegó a presidir, y desayunó café en un vaso de plástico en un modesto bar junto a líderes sindicales.
Para Alexandre Sanches, a pesar de las diferencias que separan a ambos políticos, "Haddad es Lula", como dice la campaña electoral del PT, y representa "la fuerza de los trabajadores".
"Sin ellos estamos a merced de la locura de algunos políticos", asegura Sanches a las puertas de una las fábricas de Sao Bernardo do Campo.
En esa localidad, cuenta Adi Dos Santos Lima, antiguo sindicalista, Lula "desafío" por primera vez al "sistema."
"Lula siempre ha tenido mucha conciencia de lo que hace. Cuando se convence de algo va hasta el final", asegura Dos Santos, quien hoy es dirigente del PT en la ciudad de Diadema, que Haddad también visita este miércoles.
Pero el respaldo al partido en esta región industrial de Sao Paulo ha perdido fuerza en los últimos años y en las elecciones municipales de 2016 pagó el desgaste provocado por 13 años en el poder, por la mayor recesión sufrida por Brasil en las últimas décadas y por las numerosas denuncias de corrupción que salpican a la formación.
"Para mí la presencia de Haddad aquí no significa nada. Aquí nadie hace nada por nosotros", afirma un empleado de Mercedes antes de iniciar el turno de trabajo.
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