Objetivos y prioridades de los votantes

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04/02/2020 - 15:38
Votantes

Lectura fácil

Cuando se afirma que la distinción entre izquierdas y derechas es anacrónica, en gran parte se tiene razón, pues la llamada izquierda actual tiene poco que ver con aquella de principios del siglo XIX, que en líneas generales estaba ideológicamente más próxima a lo que hoy en día sería una derecha liberal. Salvo la facción marxista pura o la anarquista. Así mismo la llamada derecha del presente tiene una amplitud ideológica distante del conservadurismo absolutista de aquella época.

Por ello cuando hablamos de la unión de las izquierdas, o de las derechas, ya no estamos hablando de dos posturas más o menos uniformes, sino que dentro de sus teóricas filas existen discrepancias ideológicas muy considerables. La izquierda ha dejado de ser un movimiento liberador de masas obreras, solamente movilizadas para engrosar las votaciones con el pretexto de defender aquellos ideales básicos del pasado fabril y campesino.

Hoy, la izquierda, es un movimiento que aúna en sus filas elementos constitutivos revolucionarios de corte intelectual cuyos origines son universitarios, elitistas y autoritarios. La llamada nueva izquierda adopta, con el objeto de crear tensión social, todas las posturas contestarías susceptibles de dividir a la sociedad y así crear un conflicto con objeto de desestabilizar nuestra actual forma de sociedad y vida: feminismo radical, ideología de género, ecologismo radical, separatismo regional, racismo étnico inverso, para a partir de ahí establecer un “orden nuevo”. No se busca la emancipación de la clase trabajadora ni la liberación de las cadenas,  sino constituir un mundo nuevo. Es una utopía típica de corte intelectual, reflejo de unos personajes, sin duda inteligentes con un plan a largo plazo, que se sienten carentes de protagonismo que aprovechando la congénita insatisfacción del humano, buscan un nuevo modelo social, envueltos en unos hipotéticos nuevos ideales  y así  alcanzar el  liderazgo y el poder que ansían controlar.

Esta nueva izquierda ha desplazado a los movimientos obreros tradicionales

¿Por qué la derecha o el sector conservador en España tienen problemas a la hora de buscar una unión con objeto de desplazar a la actual alianza revolucionaria? La razón fundamental de esta discrepancia se debe  precisamente a la transformación que apuntábamos antes: la izquierda actual incorpora una serie de dogmas, objetivos y principios que van más allá de los planteamientos de la izquierda tradicional.  Algunos de esos principios nuevos, incrustados tácticamente por la izquierda, son aceptados, tolerados o incluso compartidos  por un sector que afirma incluirse en la derecha conservadora, lo cual impone unas barreras ideológicas para el resto del sector de la derecha que dificulta, e incluso impide una alianza, ya que en esa coparticipación se tendrían que aceptar tesis contrarias a principios fundamentales de la derecha tradicional.   Las diferencias no son de matiz o de forma, son profundas, pues afectan a esferas del sentido de la vida y del hombre más allá de coyunturas políticas concretas. Dentro del conservadurismo hay varias áreas a considerar, por un lado, el aspecto económico: la propiedad privada, el tema de los impuestos, la libertad de empresas, de circulación, la independencia empresarial, la seguridad jurídica etc. en que probablemente coincidan los miembros del  PP y Vox,  a los de CS los considero un partido de izquierda al efecto de este análisis. En el aspecto social: sanidad, educación, orden público, PP y Vox estarían seguramente de acuerdo, con Cs habría discrepancias de matiz en cuanto a la extensión o cobertura de dichos derechos y al rigor de las leyes.

En cuanto al aspecto territorial: la unidad de España y la igualdad de derechos para  todos los españoles, así como en el tema lingüístico, creo que sería muy probable poner de acuerdo a los tres PP, Vox y Cs.

Pero donde se platearían discrepancias serias es en las bases morales que habrían de sustentar la futura convivencia de la sociedad española y los principios fundamentales sobre el valor de la vida humana y la valoración de aquellas instituciones que han constituido las bases de la sociedad occidental: el sentido y valor de la libertad,  el matrimonio, la familia, el tratamiento del aborto, la eutanasia, las prácticas religiosas. Dentro del PP “emérito” estas discrepancias no afloraban puesto que la ofensiva de la izquierda radical unida a la nueva “corrección política” en tiempos de Felipe González no era tan agresiva ni en España ni en Occidente, y no parecía necesario resaltar estas cuestiones, ya que la propia izquierda tradicional, en cuanto a muchos de esos principios, participaba moralmente de ellos; lo que aflora hoy es muy distinto, es un ataque frontal a todas las instituciones clave del pensamiento tradicional  y me atrevería a decir que a la moral tradicional de una gran parte de la propia izquierda.

Tal es la fuerza de esta oleada que ha sido pro ahijada por el neo marxismo intelectual, y en parte, por  sectores de la derecha, que en su ingenuidad la ha asumido como parte de la modernidad, (no se puede olvidar que las leyes LGTBI fueron promulgadas por gobiernos del PP en algunas autonomías) lo cual pone en evidencia la dificultad de una alianza entre dirigentes del PP y la postura defendida por VOX, dejando a Cs, todavía más escorada del lado de las mismas posturas que sustenta esta neo izquierda.    

No es un obstáculo fácil de superar, ya que muchas personas que defienden posturas conservadoras, sobre todo en lo referente a principios de naturaleza  económica y  la unidad intangible de la nación española, principios a los que conceden prioridad absoluta, no entienden que existan personas que dándole una enorme importancia a esos aspectos, se resistan por motivos de carácter moral a materializar esa alianza salvo que se respeten precisamente esos principios morales, no acaban de entender que para ellos esos principios son más importantes y tienen prioridad sobre cualquier otra consideración.

Para un importante sector conservador es irrenunciable el respeto a la vida del no nacido, lo que no implica castigar a la mujer que practica el aborto, lo que se niega es su carácter de derecho, la sacralidad de la vida humana frente a la llamada falazmente “eutanasia”, pues los cuidados paliativos extremos ya existen y se aplican, la definición de matrimonio como unión de hombre y mujer, como institución básica de la sociedad para la protección y libre educación de la prole, lo que no implica la persecución de prácticas sexuales distintas entre adultos, así como religiosamente  el derecho a practicar privada y públicamente el credo preferido. La unidad española sin fisuras es incuestionable: ni la uniformidad ni la independencia fáctica de una nación confederal. Se rechazan  igualmente las infinitas derivaciones que se derivan de las nuevas ideologías que encierran  leyes como la de memoria histórica o la de violencia de género, frutos de un revanchismo anti histórico y de un feminismo ácrata de cuarta generación  (Laclau, Mouffe) o similares que pretenden alterar el tradicional y mayoritariamente considerado orden sexual de la humanidad. 

¡Hasta la tan oficialmente promocionada “emergencia climática” tiene contenido político revolucionario! Se trata de utilizar nuevas palancas para controlar la conducta de las personas. Los “impuestos verdes” no dejan de ser impuestos añadidos para disponer de más recursos para modificar el comportamiento de las personas privándoles cada vez más de recursos para determinar su libertad y autonomía…

Mientras la totalidad del universo “conservador” o de “derechas”, no  supere o comprenda la racionalidad de tales posturas, y la derecha “pactista” sea consciente de la naturaleza de la verdadera ofensiva que se está librando y cuales son de verdad los objetivos de esta nueva izquierda,  no será posible una unión eficaz y sincera de la derecha. Es prácticamente seguro  que tales posturas conservadoras en solitario no conseguirían  nunca imponerse en un gobierno al que se acceda por un sistema  electoralista gobernado por mayorías (ya que la influencia  de los medios nacionales e internacionales y la educación, en su mayoría teledirigidos por esa nueva izquierda debido a la ¿imperdonable cesión? de gobiernos “teóricamente” conservadores) lo hacen prácticamente imposible de no repetirse una catástrofe,  pero sin duda pueden constituir un bastión ideológico lo suficientemente importante como para que el modelo de derecha alternativo no acabe por integrarse completamente en  posturas morales muy similares a la “nueva izquierda”.

Entiendo, y es cierto, que  se podrá alegar que en el pasado el monopolio de la moral y la educación fue ejercido prácticamente por un régimen que deposito tales atribuciones en la iglesia católica y que tal sistema restringía el acceso a ideologías contrarias a las sostenidas por el sistema, dictando las normas tanto políticas, sociales y ante todo morales que habrían de imperar en la sociedad española. Ahora parece que se quiere invertir el célebre “trágala”.  Se suponía que no se trataba de dar una vuelta de péndulo, eso fue lo que se acordó un términos generales en la llamada transición, y que quedó plasmado, según el espíritu de la misma, en la constitución, no se trataba de darle la “vuelta a la tortilla” pues si ese fuera el propósito, de nuevo estaríamos ante un conflicto trascendental y no meramente político.

No solo la llamada izquierda tradicional debe despertar y centrase en lo que realmente pretende, deberá definir más claramente y firmar sus objetivos, para que el votante sepa a qué atenerse, sino la derecha reagruparse entorno a esos principios básicos y alejarse de veleidades ideológicas que en el fondo no coinciden con los sentimientos y creencias, profundas y arraigadas, de un sector mayoritario  de sus votantes.

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