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A simple vista, muchas rampas parecen cumplir su función: facilitar el acceso a personas en silla de ruedas y otros dispositivos de apoyo. Sin embargo, la realidad es muy distinta. En numerosas ocasiones, estas no cumplen la normativa de accesibilidad y se convierten en un verdadero peligro para quienes dependen de ellas. Desde inclinaciones extremas hasta obstáculos inesperados, estos errores muestran que la buena intención no siempre garantiza inclusión.
La importancia de la accesibilidad fuera del hogar
La accesibilidad es un derecho fundamental que permite que todas las personas, independientemente de sus capacidades físicas, puedan moverse y participar en la vida cotidiana con seguridad y autonomía. Sin embargo, en la práctica, muchas veces la intención de crear espacios accesibles choca con la realidad.
Mientras se navega por redes sociales y plataformas de noticias, es común encontrar denuncias de usuarios sobre rampas que “pretenden ser accesibles” para personas en silla de ruedas u otros dispositivos de apoyo, pero que lejos de facilitar, representan un riesgo.
Problemas frecuentes de las rampas
El principal problema de estas rampas es que no cumplen con las normativas de accesibilidad. La inclinación suele ser demasiado pronunciada, los materiales no ofrecen seguridad suficiente o presentan obstáculos como escalones al inicio o al final. Esto convierte el uso de estas en un desafío extremo, incluso para quienes tienen experiencia manejando una silla de ruedas.
Para la mayoría de los usuarios, su uso se vuelve prácticamente imposible y extremadamente peligroso. Por eso, la instalación debe seguir criterios claros, con pendientes reguladas, superficies antideslizantes y accesos continuos.
Los ejemplos que circulan en redes muestran rampas con inclinaciones de hasta el 45 %, algunas que comienzan con un escalón o algunas sin un destino claro. Todas ellas incumplen la normativa y ponen en riesgo a quienes dependen de estos dispositivos.
La instalación incorrecta puede tener consecuencias graves: caídas, lesiones y un retroceso en la inclusión que se pretende promover. Por ello, los usuarios y la comunidad deben estar atentos y exigir correcciones cuando se detecten fallas.
A continuación, algunos ejemplo sacados de Tododisca y que nos deja la boca abierta:






Las rampas no son un accesorio opcional; son un elemento vital de movilidad. Cuando se construyen de manera inapropiada, el riesgo se amplifica y el mensaje que se transmite es contradictorio: se afirma la inclusión, pero no se garantiza la seguridad ni la accesibilidad real.
Muchas de estas se construyen con buenas intenciones por empresas o administraciones que desconocen la normativa, lo que demuestra la necesidad de concienciación y formación en accesibilidad.
La importancia de denunciar y corregir
Denunciar y corregir estas deficiencias es fundamental. No se trata de criticar sin razón, sino de garantizar derechos. Cada rampa debe ser evaluada y, en caso de no cumplir los criterios de seguridad y funcionalidad, debe ser modificada. La inclusión no puede ser un gesto simbólico: requiere atención al detalle y compromiso real con la accesibilidad universal.
Aunque el deseo de crear espacios accesibles es loable, la realidad muestra que muchas fallan en su propósito. Es necesario revisar su diseño, garantizar su seguridad y educar a quienes las instalan. Solo así podremos avanzar hacia un entorno realmente inclusivo, donde las rampas cumplan su función y no se conviertan en un obstáculo más para quienes las necesitan. La accesibilidad no es negociable, y cada rampa mal construida es una oportunidad perdida para la inclusión.





 
 
 
 
 
 
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