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El mundo podría librarse de casi dos meses de calor extremo cada año si las naciones cumplen los compromisos climáticos adoptados en el histórico Acuerdo de París. Así lo revela un análisis liderado por 18 especialistas de Climate Central y World Weather Attribution, presentado este jueves, que cuantifica por primera vez el efecto directo del cumplimiento del tratado en los días de calor a nivel global.
El estudio estima que limitar el aumento de la temperatura media del planeta a 2,6 °C por encima de los niveles preindustriales —la cifra resultante si todos los países cumplen sus promesas nacionales de reducción de emisiones— evitaría unos 57 días de calor intenso al año en comparación con un escenario de 4 °C, la proyección más pesimista que se manejaba antes del acuerdo de 2015.
El alcance y propósito del Acuerdo de París
Adoptado por 195 países y la Unión Europea en diciembre de 2015, el Acuerdo de París representa el primer marco jurídico global contra el cambio climático. Su meta principal es reducir el calentamiento global a menos de 2 °C y esforzarse por mantenerlo en torno a 1,5 °C respecto a los niveles preindustriales. Además, fija como horizonte la neutralidad de emisiones hacia mediados de siglo.
Los expertos consideran que el tratado ha sido un paso decisivo para frenar el ritmo del calentamiento, aunque insisten en que aún queda mucho por hacer. Según el informe, un incremento de 2,6 °C sigue siendo peligroso para la salud humana, los ecosistemas y la equidad social, pues implicaría un universo de fenómenos extremos que afectarán con especial dureza a los países más vulnerables.
El estudio destaca importantes diferencias regionales en la reducción de días de calor. Si se cumple el objetivo de 2,6 °C, Kenia evitaría unas 82 jornadas calurosas por año; México, 77; Brasil, 69; Egipto, 36; Australia, 34; Estados Unidos e India, 30; China y Reino Unido, 29; y España, 27. Estas cifras muestran que el impacto del calentamiento no es uniforme: mientras algunas zonas tropicales se beneficiarán más, las regiones templadas aún enfrentarán veranos extremos.
El documento recuerda además que en 2015, antes del Acuerdo de París, los modelos climáticos proyectaban un promedio de 114 días de calor por año para un mundo con un aumento de 4 °C. La diferencia, según los científicos, refleja el progreso que puede lograrse con políticas climáticas coherentes.
Más ambición y menos combustibles fósiles
Aunque el informe reconoce los avances del pacto, también señala la falta de ambición de muchos gobiernos. Friederike Otto, climatóloga del Imperial College de Londres, subraya que el conocimiento y la tecnología necesarios para abandonar el petróleo, el gas y el carbón ya existen, pero las políticas actuales aún son insuficientes.
“Los líderes deben tomarse mucho más en serio el propósito del Acuerdo de París”, afirma Otto. “Cada décima de grado cuenta, porque determina la seguridad o el sufrimiento de millones de personas”.
Los científicos piden acelerar la transición energética y adoptar medidas más firmes, con especial atención a la justicia climática y a la financiación internacional que permita a los países más pobres adaptarse a los impactos del calor extremo.
Desde la firma del acuerdo, el planeta ya ha sumado al menos 0,3 °C de calentamiento adicional, lo que ha provocado once días más de calor extremo en promedio a nivel mundial. En la Amazonia, la probabilidad de olas de calor se ha multiplicado por diez; en Mali y Burkina Faso, por nueve; y en India y Pakistán, por dos.
Este incremento no solo agrava la frecuencia de los eventos extremos, sino que también aumenta las muertes relacionadas con el calor, el fenómeno meteorológico más letal, responsable de aproximadamente medio millón de fallecimientos anuales. Su impacto, con frecuencia, pasa inadvertido frente a tragedias más visibles como las inundaciones o los huracanes.
Pese a la creciente conciencia sobre el riesgo, la capacidad de respuesta todavía es limitada. La financiación para la adaptación sigue sin cubrir las necesidades más urgentes, y muchas ciudades carecen de estrategias sólidas. A día de hoy, solo la mitad de los países del mundo dispone de sistemas de alerta temprana ante el calor, y apenas 47 cuentan con planes de acción nacionales.
Los expertos proponen ampliar la inversión en soluciones a largo plazo que hagan las urbes más habitables frente a las altas temperaturas: aumentar las zonas verdes, plantar árboles, rediseñar infraestructuras y fortalecer los sistemas de salud. “Estas medidas no solo salvan vidas —señala el informe—, sino que reducen desigualdades y mejoran la calidad de vida urbana”.
Un mensaje claro para el futuro
Kristina Dahl, vicepresidenta científica de Climate Central, advierte que el Acuerdo de París ya está evitando algunos de los peores escenarios, pero no basta. “No debemos engañarnos: seguimos dirigiéndonos hacia un futuro peligrosamente caluroso”, explica.
El calentamiento global supera actualmente los 1,3 °C, y aunque el tratado ha demostrado ser un escudo parcial, su eficacia depende de la voluntad política. Para los autores del estudio, la única forma sostenible de proteger vidas es eliminar progresivamente los combustibles fósiles y avanzar hacia sistemas energéticos limpios y equitativos.
El mensaje final es inequívoco con el Acuerdo de París: cada fracción de grado que logremos evitar marcará la diferencia entre un planeta habitable y uno hostil.
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