Barcelona impulsa arrecifes artificiales en el Port Olímpic para recuperar la biodiversidad del Mediterráneo

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12/09/2025 - 10:11
Una especie habitando en los arrecifes artificiales

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Para millones de turistas, el mar Mediterráneo es sinónimo de playas idílicas, aguas tranquilas y paisajes únicos. Sin embargo, para la vida marina este mismo escenario puede ser una amenaza. Aunque representa menos del 1 % de la superficie oceánica mundial, concentra el 7 % de los microplásticos que contaminan los mares del planeta. Así lo señala un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), que advierte sobre las consecuencias devastadoras de esta situación. Entre las principales causas, destacan el consumo masivo de plásticos, la deficiente gestión de los residuos y la presión que ejerce el turismo de masas sobre los ecosistemas costeros.

Frente a este panorama desalentador, Barcelona, ciudad considerada por muchos como la capital mediterránea, ha emprendido un proyecto innovador para revertir en parte la degradación del litoral. En el marco de la remodelación del Port Olímpic, inaugurado durante los Juegos Olímpicos de 1992, las autoridades no solo impulsaron mejoras urbanísticas, sino también un ambicioso plan de restauración marina con arrecifes artificiales.

El objetivo era claro: crear espacios seguros para que la fauna acuática pudiera desarrollarse, a pesar de la cercanía de playas muy concurridas y de las obras en la costa. Para lograrlo, se optó por diseñar hábitats artificiales capaces de imitar las condiciones naturales de arrecifes y zonas rocosas.

La creación de arrecifes artificiales

La estrategia se materializó en la instalación de 300 bloques de hormigón en el fondo marino, con los cuales se generaron 100 biotopos. Estos bloques, situados a unos diez metros de profundidad, fueron colocados dejando espacios entre sí para facilitar la convivencia de diversas especies.

Además, se fondearon 50 arrecifes artificiales y se añadieron gaviones rellenos con cáscaras de moluscos, una medida que protege a los organismos más pequeños de los grandes depredadores. Cada biotopo mide alrededor de un metro de altura y dos de ancho, y se fijó al lecho marino mediante un sistema de anclaje que requirió la intervención de buceadores profesionales.

De bloques de hormigón a refugios vivos

El cambio ha sido sorprendente y rápido. En menos de un año, las estructuras que inicialmente parecían simples bloques grises de cemento se han transformado en arrecifes artificiales rebosantes de vida. Ahora están cubiertos por plantas acuáticas y algas, y rodeados por una gran diversidad de peces.

Los estudios han contabilizado más de 100 especies en este corto periodo. Entre ellas, se encuentran morrajas, pulpos, castañuelas y urtas, junto con invertebrados como moluscos, crustáceos y esponjas. También destacan los grupos de peces lábridos, blénidos y espáridos.

Además de recuperar biodiversidad, estas estructuras ofrecen beneficios adicionales: contribuyen a la captura de dióxido de carbono y favorecen la mejora de la calidad del agua en la zona.

El propio alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, expresó su satisfacción al señalar que “estas estructuras se han convertido en el refugio y la zona de cría para más de un centenar de especies”. Los arrecifes artificiales se encuentran a unos 40 metros de la costa y, para garantizar su preservación, está prohibido realizar actividades como la pesca o la inmersión en esa área.

El proyecto se enmarca en la gestión del Port Olímpic a cargo de Barcelona de Serveis Municipals (BSM), una empresa del Ayuntamiento.

Un seguimiento científico multidisciplinario

La iniciativa no termina con la instalación de los arrecifes artificiales. Ahora comienza una fase de estudios científicos que permitirá evaluar la evolución de la vida submarina y el impacto del proyecto en el ecosistema. Entre las acciones previstas se encuentran análisis del agua, de los sedimentos marinos y estudios acústicos.

El monitoreo está dirigido por la Fundación Barcelona Zoo y cuenta con la colaboración de instituciones de prestigio como el Instituto de Ciencias del Mar (ICM) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universidad de Barcelona (UB) y la Universidad Politécnica de Cataluña – BarcelonaTech (UPC).

Un modelo a seguir para el Mediterráneo

La experiencia de Barcelona demuestra que, a pesar de los enormes desafíos ambientales que enfrenta el Mediterráneo, es posible impulsar acciones locales con resultados positivos en plazos cortos. La combinación de tecnología, ciencia y compromiso institucional está dando lugar a un nuevo paisaje submarino con estos arrecifes artificiales que, además de proteger especies, ofrece esperanza para la recuperación del ecosistema.

El mar Mediterráneo, símbolo de encuentro entre culturas y destino turístico por excelencia, necesita iniciativas de este tipo para dejar de ser un lugar amenazante para la vida marina y volver a convertirse en un espacio de equilibrio natural.

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