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Con la llegada del verano, el sistema sanitario español reduce parte de su capacidad operativa debido a las vacaciones del personal y la reorganización de turnos. Este fenómeno, si bien previsible, tiene un impacto directo sobre la calidad de la atención médica. Aunque afecta a todos los ciudadanos, son los colectivos vulnerables, como personas mayores, con enfermedades crónicas o discapacidad, los que sufren las consecuencias más severas.
Durante los meses de julio y agosto, muchos centros de salud disminuyen horarios o cierran temporalmente. Esto no solo retrasa diagnósticos, sino que interrumpe tratamientos importantes, especialmente aquellos de tipo continuo o de rehabilitación. En un país donde el 20 % de la población tiene más de 65 años, estas interrupciones tienen un coste humano significativo.
Atención médica y servicios sanitarios mermados: una brecha que se agranda
Uno de los principales problemas del verano sanitario es la falta de sustituciones de médicos y enfermeros, que provoca la saturación de los profesionales en activo. En atención primaria, las listas de espera aumentan y muchos pacientes deben posponer sus revisiones hasta septiembre.
Para una persona joven y sana, esto puede no representar un gran problema. Sin embargo, en el caso de quienes necesitan seguimiento regular de diabetes, hipertensión, salud mental o tratamiento oncológico, cualquier retraso puede tener consecuencias graves. Las personas con movilidad reducida o dependencia, que requieren visitas domiciliarias, también ven limitado su acceso a cuidados y atención médica básica.
Consecuencias en salud mental y prevención
Además del impacto físico, la reducción de servicios repercute en la salud emocional. La falta de atención genera inseguridad, ansiedad y aislamiento, especialmente en personas mayores que viven solas o sin una red de apoyo. También se limita el acceso a servicios de salud mental, esenciales para muchos usuarios, en un momento en que el calor, la soledad o el cierre de centros de día pueden empeorar los síntomas.
La falta de continuidad en el seguimiento de enfermedades crónicas implica una mayor presión sobre las urgencias, ya que muchas personas terminan recurriendo a estos servicios ante la imposibilidad de ser atendidas en su centro de salud.
¿Qué soluciones existen para mantener la atención médica durante el verano?
Aunque algunas comunidades autónomas han empezado a reforzar la atención primaria en zonas turísticas, las medidas no siempre llegan a los colectivos más vulnerables.
Para mejorar la atención médica durante el verano sería necesario implementar estrategias más eficaces como:
- Sustitución garantizada de personal sanitario durante vacaciones.
- Coordinación con servicios sociales para identificar casos de riesgo.
- Refuerzo de la atención médica domiciliaria.
- Uso ético y responsable de la telemedicina, para evitar que la brecha digital excluya a personas mayores.
- Mayor inversión en planes de continuidad asistencial para pacientes crónicos y dependientes.
Organizaciones del Tercer Sector insisten en que la salud no puede depender del mes del año. La atención médica en verano debe estar garantizada como derecho fundamental, especialmente para quienes más la necesitan.
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