De dónde viene la expresión “Más cuento que Calleja”

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03/05/2025 - 12:00
Dichos españoles

Lectura fácil

En el idioma español existen frases que, aunque suenan modernas, tienen raíces profundas en la historia. Una de ellas es “tener más cuento que Calleja”. Este tipo de expresiones son muy comunes en nuestras conversaciones, pero ¿qué significan realmente? ¿y esta en concreto?

Calleja, una expresión con mucha historia

Las expresiones populares en España forman parte esencial del habla cotidiana y reflejan la historia y el humor del país. Muchas de ellas tienen orígenes curiosos que se remontan a siglos pasados. Algunas frases como “estar en las nubes” o “no tener pelos en la lengua” se usan a diario sin pensar en su significado literal. Estos dichos no solo enriquecen el lenguaje, sino que también conectan generaciones a través de la tradición oral.

Cuando decimos que alguien tiene “más cuento que Calleja”, no estamos elogiando su creatividad ni su imaginación. En realidad, estamos señalando que esa persona exagera, miente o inventa excusas constantemente. La frase se usa para describir a alguien que dramatiza las situaciones o se queja sin razón justificada. Es, en pocas palabras, una forma de acusar a alguien de tener poca credibilidad.

El Calleja al que hace referencia la expresión no es un personaje contemporáneo, sino una figura clave de la cultura española del siglo XIX: Saturnino Calleja. Nacido en Burgos en 1853, Saturnino se trasladó a Madrid siendo aún muy joven para ayudar a su padre en el mundo editorial. Años más tarde, en 1876, fundó su propia editorial, especializada en cuentos infantiles.

Sus libros, conocidos como Los cuentos de Calleja, fueron un fenómeno en la España de su época. A precios asequibles y con ilustraciones coloridas, estos cuentos se convirtieron en parte esencial de la infancia de varias generaciones. No había hogar con niños que no tuviera al menos un ejemplar.

Del papel al dicho

El éxito de Calleja como editor fue tal que su apellido quedó asociado a los cuentos, literalmente. Su editorial publicó miles de títulos, muchos de ellos inspirados en fábulas populares, adaptaciones de clásicos y relatos breves llenos de enseñanza. Con el paso del tiempo, la expresión pasó de ser una descripción literal a una expresión cargada de ironía.

Así, lo que comenzó como un reconocimiento al volumen de su obra terminó convirtiéndose en una frase para referirse a personas que exageran o mienten con facilidad. Un giro curioso y algo injusto, considerando el valor cultural de su trabajo.

¿Injusticia u homenaje encubierto?

Aunque la expresión se use con un sentido negativo, no deja de ser una forma de inmortalizar el apellido. De forma irónica, lo que empezó como una labor educativa terminó por convertirse en una muletilla para señalar la falta de veracidad.

Sin embargo, cada vez que alguien la utiliza, recuerda —aunque sea sin saberlo— a un hombre que luchó por acercar la literatura a los más jóvenes.

En general, es una expresión que parece inofensiva, pero que esconde una historia rica en cultura y educación. Detrás de esas palabras hay un editor que dejó huella, aunque su legado haya tomado un significado distinto al que seguramente imaginó.

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