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Durante siglos, las Islas Canarias fueron una escala esencial en las travesías atlánticas. Desde el viaje de Cristóbal Colón, los navegantes aprovecharon la fuerza de los vientos alisios y las corrientes marinas superficiales para cruzar el océano hacia América. Aquellos mismos elementos naturales que impulsaron la exploración y el comercio, hoy arrastran consigo un tesoro muy distinto: toneladas de residuos flotantes que amenazan los frágiles ecosistemas del archipiélago.
Corrientes marinas, lo que antes era una autopista marítima para galeones, hoy es una ruta para colillas, botellas y redes de pesca. Y no se trata de un fenómeno aislado. Estas basuras recorren miles de kilómetros, transportadas por sistemas oceánicos como la corriente del Golfo, la corriente de Labrador y la corriente fría de Canarias. Así lo ha revelado el proyecto RBMar, una iniciativa pionera impulsada por SEO/BirdLife en colaboración con colectivos locales como Papacría, Oceans4Life, La Foresta y el Club Fronsub.
Una amenaza global con impacto local a causa de las corrientes marinas contaminadas
La investigación realizada por RBMar se centra en las Reservas de la Biosfera de Gran Canaria, Lanzarote, el archipiélago Chinijo, La Palma y El Hierro, zonas reconocidas por su alto valor ecológico y su papel clave en la biodiversidad marina de Canarias. Sin embargo, sus costas reciben desechos de orígenes tan lejanos como Canadá, la costa este de Estados Unidos, México e incluso Groenlandia.
Aunque estas corrientes marinas arrastran residuos internacionales, la mayoría de la basura tiene un origen más cercano: proviene de tierra firme. Los residuos plásticos son los más comunes en volumen, pero las colillas encabezan el ranking en número. Esto señala un problema grave de gestión de residuos sólidos en zonas urbanas y refleja una necesidad urgente de educación y conciencia ambiental.
Ciencia para actuar
RBMar no se limita a contabilizar residuos. Su enfoque es meticuloso y científico: mediante transectos de 100 metros en playas seleccionadas por criterios técnicos, las investigadoras inspeccionan objetos tan pequeños como 0,5 mm en cuatro campañas estacionales. Actualmente, se desarrolla la correspondiente a la primavera. Toda esta información es analizada por el Centro Tecnológico de Ciencias Marinas (CETECIMA), con sede en Gran Canaria.
Este análisis permite identificar no solo el tipo y cantidad de residuos que se arrastras con las corrientes marinas, sino también su origen y las zonas donde tienden a acumularse. Por su parte, la Plataforma Oceánica de Canarias proporciona datos oceanográficos clave para entender los patrones de movimiento de las corrientes, lo que servirá de base para futuras políticas de mitigación.
Acciones concretas y compromiso ciudadano
Además del seguimiento científico de las corrientes marinas y su contaminación, el proyecto contempla intervenciones directas. Entre ellas, destaca la limpieza de fondos portuarios, una tarea compleja realizada por buzos profesionales. Redes, neumáticos, baterías, restos metálicos e incluso automóviles son parte de los residuos encontrados en las profundidades.
A estas labores se suman limpiezas de playa, diseñadas con un enfoque ecológico y adaptadas a las particularidades de cada isla. No se trata de grandes movilizaciones, sino de acciones precisas y cuidadosas, con participación reducida pero especializada, evitando así daños a los ecosistemas.
Cada isla cuenta con colectivos colaboradores con una fuerte implicación local. En Lanzarote, Papacría combina arte y conservación en zonas de difícil acceso. En Gran Canaria, Ocean4Life involucra a la comunidad educativa. En La Palma, La Foresta promueve la acción vecinal desde una perspectiva biocultural. En El Hierro, el Club Fronsub realiza limpiezas tanto en playas como en fondos marinos.
Educación ambiental y participación
El proyecto RBMar también apuesta por la sensibilización. A través de actividades con snorkel y talleres comunitarios, se busca que la ciudadanía se involucre activamente en la recuperación de los ecosistemas marinos. La educación ambiental es, junto al conocimiento científico, una herramienta fundamental para combatir el creciente problema de la contaminación marina.
Este trabajo colaborativo y multidisciplinario es un ejemplo de cómo enfrentar uno de los mayores desafíos ambientales de nuestro tiempo.
Las corrientes marinas que una vez conectaron continentes ahora nos confrontan con la necesidad urgente de cuidar el planeta que compartimos.
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