La ansiedad y el estrés provocan desequilibrios en nuestra alimentación, como el hambre emocional, el sentir que queremos comer cuando no tenemos hambre.
No puede ser que haya hambre en el mundo. Los alimentos deshidratados duran más de seis meses y algunos se pueden almacenar hasta por varios años. No caducan, por eso son perfectos ante el desperdicio alimentario.
Más de 300 millones de personas podrían enfrentar inseguridad alimentaria para 2030 debido, entre otros factores, a las consecuencias del cambio climático