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Bogotá, 24 nov (EFE).- La paradoja del éxito ha llevado al suizo Joël Dicker a sentirse verdaderamente libre escribiendo su cuarta novela, "La desaparición de Stephanie Mailer" (Alfaguara), con la que confiesa a Efe que ha visto como está "empezando a manejar bien" el proceso creativo.
"El proceso creativo es un proceso muy solitario en donde estoy yo solo, conmigo mismo, y vivo una aventura con mi libro y mis personajes. Es un ejercicio que estoy empezando a manejar bien ahora (...) pero cada vez que vuelvo a escribir estoy solo frente a mi página y soy el único que puede resolver las preguntas", comenta.
Desde su publicación en marzo, la novela se ha convertido en número uno de ventas en Francia y ocupa posiciones de honor en todo el territorio del español, un idilio con Dicker que comparten buena parte de los críticos.
Y todo eso con apenas 33 años, una edad con la que se atreve a sublevarse, con el apoyo de sus millones de lectores, contra las categorías clásicas.
Por eso considera que, aunque así lo han calificado, su última novela no es un "thriller", un género que considera que necesita además de suspense "algo un poco violento" y "angustioso".
"No creo que mi libro sea angustioso y no hay mucha sangre (...) No creo que este libro responda o se enmarque en un género particular porque tampoco cubre los códigos de la novela policíaca", subraya.
Sin embargo, reconoce que "cada uno es libre de hacer su interpretación de algo que tenemos en común" y ver en las casi 650 páginas de "La desaparición de Stephanie Mailer" cualquier género.
Eso sí, para el autor de "La verdad sobre el caso Harry Quebert" y "El libro de los Baltimore", su cuarta novela es un libro que ha escrito "como quería", sin hacerse muchas preguntas "especialmente acerca del éxito o de la recepción".
"Es una obra de creación real, que está totalmente fuera de todas las preguntas que uno se puede hacer acerca del éxito, la universalidad de los temas, el cuestionamiento que se puede hacer uno diciendo 'estoy siendo leído desde Ginebra hasta Colombia, pasando por Japón'", comenta.
Por eso, el novelista suizo considera que un escritor "se puede hacer muchas preguntas acerca de la forma de trabajar", pero hace "precisamente lo contrario".
"La única pregunta que me hice fue 'qué quiero hacer realmente'. Por eso es una obra real para mí, que le propongo después a mis lectores, pero es una relación real conmigo mismo", sostiene.
Ante esa situación, siente que con su cuarto libro ha tenido libertad consigo mismo y frente a lo que ha hecho antes.
Una treintena de personajes recorren las páginas de la novela de Dicker en la que todos y cada uno de ellos tienen múltiples aristas, alejados de los roles de buenos y malos.
En su historia, Jesse Rosenberg y Derek Scott son dos policías de Nueva York que resuelven con éxito un caso de asesinato de toda una familia en un pueblo de los Hamptons. Veinte años después, la periodista Stephanie Mailer sostiene que se equivocaron de asesino y que posee información clave que lo demuestra. Días después, desaparece.
"Finalmente son seres humanos con sus cualidades, defectos que todo tenemos", comenta Dicker acerca de unos personajes sobre los que no quiere que sean juzgados.
En su opinión, en una novela "todos los personajes tienen razón", por lo que quiere poner "al lector en una posición en la que no está juzgando, sino que entiende los pros y contras" de cada uno de ellos.
Como parte del éxito de Dicker, Jean-Jacques Annaud ha llevado a la pantalla una serie basada en "La verdad sobre el caso Harry Quebert", un proyecto que asegura eligió porque se sintió "muy cómodo".
Pese a ese éxito, Dicker confiesa que se divierte cuando le dicen que ven su última novela "como una película, porque una película es algo que se ve de una manera muy clara, muy evidente, con imágenes que están ahí al frente".
Por contra, comenta, nunca hace descripciones precisas "para dejar libertad al lector".
Una libertad que, como en sus anteriores trabajos, ya ha seducido a millones de lectores.
Gonzalo Domínguez Loeda
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