La subida del salario mínimo apenas cambia la precariedad laboral en Grecia

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26/02/2019 - 10:12
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Atenas, 26 feb (EFE).- Un mes después de que el salario mínimo subiese en Grecia por primera vez desde el inicio de la crisis, alcanzando los 650 euros, el aumento no insufla demasiada esperanza a los trabajadores, sometidos a sueldos bajos y precariedad laboral en un mercado altamente desregulado.

María es secretaria en un centro cultural privado de la ciudad de Calcís, a 70 kilómetros al norte de Atenas. Trabaja ocho horas diarias y siempre se queda algún rato extra para terminar sus tareas, pero con su sueldo, de 628 euros mensuales, no se reconoce como clase media.

"Vivo en casa de mi madre, no puedo permitirme tener coche y en mi tiempo libre quedo con mis amigos en casa, rara vez salimos a comer fuera", cuenta a Efe María, de 38 años, que ha preferido mantener su apellido en el anonimato.

Las facturas por pagar y los gastos diarios ocupan gran parte de sus pensamientos pero, aún así, trata de ahorrar un poco cada día para hacer lo que más le gusta: escaparse al extranjero, un par de veces si el año es bueno.

El salario mínimo ha subido por primera vez desde que, en 2012, se vio reducido un 22 % a instancias del Fondo Monetario Internacional (FMI), cuando pasó de 752 euros a 586 euros brutos, 510 en caso de los menores de 25 años. Ahora ha alcanzado los 650 euros, el 11 % más, y se ha eliminado la distinción por edad.

María no cree que este aumento del salario mínimo "solucione el problema de los sueldos" ni que represente un avance real hacia el respeto de los derechos laborales, y apunta a la gran carga impositiva que soportan los griegos.

"Cuando un empleador de una pequeña empresa tiene que pagar tantos impuestos, busca personal no cualificado para pagar el salario mínimo y todos los jóvenes con un título y otras habilidades se consideran sobrecualificados", lamenta.

El 72,8 % de los trabajadores perciben un salario mensual neto inferior a los 1.000 euros en Grecia, el segundo país de la Unión Europea con más pobreza laboral (14,1 %), sólo por detrás de Rumanía (18,9 %) y seguido de cerca por España (13,1 %), según Eurostat.

Jarálambos Tsákalos, de 42 años, trabaja en una fábrica de biscotes y el aumento del salario mínimo le supone unos 50 euros más a final de mes, aunque dice que eso no hace su vida "más fácil".

Durante 12 años y hasta hace unos días, Tsákalos también regentaba una tienda de embalajes y cajas en Calcís, que compaginaba con su empleo en la fábrica. La cerró porque "el mercado está muerto" y los impuestos son demasiado altos.

El Gobierno estima que la subida ha repercutido sobre unos 600.000 trabajadores, además de 280.000 personas que se benefician de forma indirecta, pues más de una veintena de tipos distintos de ayuda social están asociadas al salario mínimo interprofesional.

Pese a esto, aún no está claro el impacto que el aumento tendrá sobre el grueso salarial del país, ni cuánta gente se beneficiará finalmente, explica a Efe el responsable científico del Instituto de Trabajo del sindicato del sector privado (GSEE), Yorgos Aryitis.

"Existe el riesgo de que contratos a jornada completa se transformen en contratos a tiempo parcial o que contratos a tiempo parcial de seis horas al día se reduzcan a cinco para que el patrón no pague el aumento salarial", alerta.

En Grecia el desempleo juvenil es del 39,1 %, frente al 18,5 % total. Antonia Jioti, de 28 años, entró al mundo laboral en plena crisis. Seis años después de terminar sus estudios en Filología Inglesa ha encontrado su primer empleo a tiempo completo, en una editorial de Atenas, por el que percibe 750 euros netos.

Tras diez años de crisis y recortes, este sueldo, aunque bajo, se percibe como bueno pues el 41,1 % de los trabajadores cobra menos de 700 euros al mes. De hecho, Jioti cree que por sus circunstancias este salario le permite llevar una vida "bastante cómoda", ya que vive en un piso de su familia y no tiene nadie a cargo.

A pesar de ello, hay muchas cosas que no se puede permitir, incluso servicios básicos como la psicoterapia, casi un lujo que la seguridad social griega no cubre.

Tsipras sacó pecho con esta medida, una de sus apuestas para mejorar el mercado laboral tras la salida del último rescate, en agosto de 2018. La subida despertó inquietud en los acreedores, que aún tienen a Grecia en el punto de mira, y también entre la oposición, que tildó la medida de electoralista porque se da meses antes de unas elecciones que Tsipras afronta con malas perspectivas.

Seis meses después de la salida del tercer rescate, María no ve la luz al final del túnel. Considera que los bajos salarios y la emigración de los jóvenes son "la prueba perfecta" de que Grecia no está saliendo de la crisis. "Espero que algún día esto cambie, pero se me ha terminado la esperanza de un futuro mejor".

Emma Pons Valls

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