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Alejandro Izuzquiza ha recibido el Premio Internacional de Seguros Julio Castelo Matrán por su investigación ‘La colaboración público-privada en el sistema asegurador español: el Consorcio de Compensación de Seguros y la gestión de las indemnizaciones en el seguro de riesgos extraordinarios.
En entrevista con GNDiario, el galardonado no concedió el honor de conocer un poco más de su gran proyecto sobre el sector de los seguros.
Alejandro Izuzquiza y el sector de las aseguradoras, evolución, importancia y futuro
- ¿Qué supone para usted recibir este reconocimiento de Fundación MAPFRE tras toda una vida profesional dedicada al sector asegurador?
Es el mejor cierre a una larga trayectoria profesional íntegramente desarrollada en el sector público. Puedo asegurar que es el mejor que podía imaginar: por proceder de la Fundación Mapfre, una institución para mí entrañable y ejemplar, con la que siempre me he sentido identificado; y porque la persona en cuya memoria se instituyó este premio -Julio Castelo Matrán, a quien tuve el privilegio de tratar- era una persona de, como mínimo, matrícula de honor en todas las facetas.
- ¿Cómo surgió la idea de desarrollar esta investigación sobre la colaboración público-privada en el sistema asegurador español?
Siempre he permanecido, como ya he apuntado, en el sector público del seguro español; pero, al mismo tiempo, siempre he querido conocer las opiniones, las preocupaciones y las iniciativas del sector asegurador privado. Creo firmemente que solamente se puede desempeñar la función pública de defensa de intereses generales y de los asegurados teniendo un buen conocimiento del sector privado y promoviendo un ambiente de diálogo fluido, de franqueza y de mutuo respeto entre las dos partes.
Desde que en 1997 pasé de la autoridad supervisora del seguro privado -la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones- al Consorcio de Compensación de Seguros se me presentó la, para mí, soñada oportunidad de llevar a la práctica de la gestión diaria de las indemnizaciones ese enfoque: por una parte, la defensa de los asegurados materializada en criterios y procedimientos favorables al pago rápido y por vía amistosa de las indemnizaciones; y por otra parte, y de forma simultánea, con un marcado enfoque colaborativo con las aseguradoras privadas y los mediadores de seguros.
Al final del trayecto, el Consorcio de Compensación de Seguros se ha convertido en un ejemplo único en el mundo de colaboración entre el ámbito público y el privado para dar estabilidad al sistema asegurador español en su conjunto y para ofrecer una protección adicional a los asegurados y a los terceros perjudicados. Y al concluir mi trayectoria me pareció un buen cierre de etapa vital hacer una reflexión sobre el Consorcio desde esta óptica sobre la que yo creo que no se ha insistido suficientemente: la del Consorcio como un instrumento ejemplar de colaboración entre el seguro público y el seguro privado.
- Usted describe al Consorcio de Compensación de Seguros (CCS) como un modelo único en el mundo. ¿Qué lo hace tan especial y difícil de replicar en otros países?
No existe en el sector asegurador de ningún país un organismo, ni público ni privado, que abarque tantas funciones de protección a los asegurados en aquellas materias de clarísimo impacto social que el seguro privado no puede razonablemente resolver por sí solo de forma permanente, estable y asequible para los asegurados. El Consorcio está en las catástrofes de la naturaleza y en los actos terroristas; indemniza los daños personales, los daños materiales y la pérdida de beneficios o daños inmateriales; hace posible la existencia de cobertura aseguradora permanente para agricultores y ganaderos; liquida con el rigor de lo público las aseguradoras insolventes, y lo hace pagando con enorme rapidez las deudas de la aseguradora insolvente con los asegurados y terceros perjudicados; asume las indemnizaciones en favor de las víctimas de los accidentes causados por vehículos que circulan ilegalmente sin seguro, o que se han dado a la fuga o que han sido robados; y pone a disposición de los propietarios de los vehículos que son rechazados por el seguro privado el seguro obligatorio de daños a terceros sin el que no es legal conducir. No parece fácil aunar esfuerzos ni aportar suficiente financiación para alcanzar ahora, con la necesaria urgencia, lo que en España hemo ido construyendo a lo largo de 70 años.
- En su opinión, ¿cuáles son los pilares que explican la eficacia del CCS en la gestión de riesgos extraordinarios?
En primer lugar, la naturaleza pública de la institución, que encaja a la perfección con el enorme sentido social de las funciones que desempeña. En segundo lugar, el rigor y profesionalidad de los gestores, en buena parte Inspectores de Seguros del Estado que han ejercido previamente las funciones de supervisión y llevan marcado el respeto a la legislación de seguros y la defensa de los intereses de los asegurados. En tercer lugar, el clima de diálogo y buen entendimiento que se ha ido forjando entre el Consorcio y los aseguradores privados y los mediadores de seguros. Finalmente, el fabuloso aprovechamiento de ese buen entendimiento para desarrollar en la práctica procedimientos concretos de colaboración, verdaderamente ejemplares, entre el Consorcio y las aseguradoras en la gestión de las indemnizaciones, que se han articulado y mejorado progresivamente para atender mejor y más rápido las situaciones más críticas de grandes eventos catastróficos.
- ¿Qué papel juegan las aseguradoras privadas dentro de este modelo y cómo se articula esa cooperación con el Estado?
Juegan un papel esencial. Colaboran en prácticamente todos los aspectos relevantes de la actividad del Consorcio: en la recaudación del recargo a favor del Consorcio; en la comunicación de los daños en nombre de sus asegurados; en la gestión de los eventos de tempestades de viento extremo; y en la gestión de eventos distintos del viento extremo cuando, por la magnitud de lo acontecido, no es posible atender a las decenas o centenares de miles de asegurados afectados con la deseable agilidad. En definitiva, bajo la dirección de este Consorcio público el sector asegurador privado rema en la misma dirección, bajo la muy sensata consideración de que, en el fondo, el cliente afectado al que hay que atender es un cliente común del Consorcio y del asegurador privado, y que en esos momentos críticos, de conmoción social, el afectado debe apreciar cómo es todo el sistema asegurador español el que se vuelca en su ayuda.
- En su estudio menciona ejemplos como la erupción de La Palma, el terremoto de Lorca o los atentados del 11-M. ¿Qué enseñanzas clave dejaron esas experiencias al CCS?
La primera es el nivel de involucración personal de todos los tramitadores de siniestros, peritos y médicos valoradores de daños y letrados que intervinieron en la gestión. Le puedo garantizar que el personal del Consorcio empatiza con los afectados de una forma ejemplar. La segunda es que el Consorcio ha sido muy bien valorado por los propios asegurados -lo que se constata a través de las encuestas telefónicas que se realizan a los asegurados indemnizados a través de una empresa externa especializada-; por el propio sector asegurador, que es consciente del papel que desempeña el Consorcio y lo apoya; por los mediadores de seguros que están más cerca de los asegurados afectados, cuyas diversas asociaciones profesionales han premiado en numerosas ocasiones al Consorcio; y por el sector público en general, que se siente muy orgulloso de la capacidad que muestra el Consorcio para afrontar estas situaciones tan delicadas. Puede resumirse todo en que el Consorcio ha ido forjando un estilo muy propio y que el mundo exterior ha percibido con enorme sensibilidad ese estilo diferenciador; estamos muy orgullosos de ello.
- La DANA de octubre de 2024 volvió a poner a prueba el sistema. ¿Cómo valoraría la respuesta del CCS en ese episodio?
En medio de las enormes dificultades inherentes a la gestión de cientos de miles de indemnizaciones, con las inevitables disfunciones que se generan, prevalece la idea de que, no sólo el Consorcio, sino todo el sistema asegurador en su conjunto se ha volcado al máximo, ha mostrado una empatía enorme con el colectivo afectado y, al final del trayecto, ha gestionado o ha colaborado en la gestión de nada menos que 250.000 solicitudes de indemnización, con un coste de 5.000 millones de euros. A los 15 días de ocurrir el desastre, ya se creó, redactó y firmó un procedimiento operativo especial para la gestión colaborativa de este evento entre el Consorcio público y las aseguradoras privadas. Y al cumplirse un año de la ocurrencia de la catástrofe están gestionadas el 98 % de las solicitudes de indemnización. Le aseguro que nuestros colegas extranjeros han quedado boquiabiertos.
- ¿Qué mejoras se han implementado a raíz de esas catástrofes para reforzar la rapidez o la transparencia en las indemnizaciones?
Muchas. Los procedimientos del Consorcio han ido mejorando con la ayuda de la tecnología, hasta implantarse procedimientos sin papel, de forma que la gestión completa de una solicitud de indemnización se realiza de forma telemática. La presentación de las solicitudes por teléfono o por internet; la distribución racional y ordenada de decenas de miles de solicitudes a los peritos mediante un sistema de georreferenciación; o la entrega por el Consorcio de las encomiendas de valoración a los peritos y la posterior entrega por éstos al Consorcio de los informes de valoración a través de una plataforma web de comunicación han acortado tiempos de tramitación y han ahorrado muchas molestias a los asegurados.
- ¿Qué papel ha jugado la digitalización en la modernización del CCS y en la gestión de siniestros masivos?
Como se desprende de lo que acabo de decir, la digitalización ha hecho posible la gestión ordenada, racional y breve de estos eventos de enorme severidad. Es preciso añadir que el Consorcio ha tratado -con éxito, de momento- de avanzar en la digitalización sin abandonar su estilo “humanista” de trato con el asegurado, estilo del que está muy orgulloso y que ni debe ni piensa abandonar.
- ¿Cómo se ha adaptado el modelo a nuevos riesgos como el cambio climático o las ciber amenazas?
El Consorcio nació con carácter de permanencia en 1954 y se ha ido adaptando a las circunstancias cambiantes de la sociedad española y del mercado de seguros. Tiene experiencia en adaptaciones y en analizar juntamente con el sector asegurador privado las nuevas necesidades de cada momento y en qué medida conviene la intervención del Consorcio. En los últimos 25 años, el Consorcio, por ejemplo, ha ampliado su cobertura aseguradora, extendiéndola a, por ejemplo, las tempestades de viento extremo, a los tornados, a los daños personales sufridos en el extranjero por asegurados residentes en España, al seguro de vida para caso de muerte, a la pérdida de beneficios, y a todos los vehículos automóviles asegurados. En este primer cuarto de siglo, también ha reducido o suprimido la franquicia a cargo del asegurado, así como el período de carencia. Además, ha reducido sus recargos en dos ocasiones en el citado período.
Ante los nuevos riesgos del momento, no le quepa duda de que el Consorcio responderá como lo ha hecho siempre: en armonía con el sector privado, al que el Consorcio complementa, y sin posiciones restrictivas; pero, claro está, sin precipitaciones y con soluciones técnicas y prudentes.
- Mirando atrás, ¿qué momentos de su trayectoria profesional destacaría como los más significativos?
He vivido y participado con mucha intensidad y mucho entusiasmo los momentos más importantes del seguro español de forma ininterrumpida durante más de 40 años.
En el supervisor, por ejemplo, fui muy activo en el saneamiento del sector asegurador que se impulsó desde la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones en los años ochenta; en la modernización del sector de la mediación de seguros en los noventa; en la implantación del sistema legal para la valoración de los daños personales en accidentes de circulación; o en la implantación de controles sobre los administradores y accionistas de las aseguradoras.
En el Consorcio, he vivido todos los grandes desastres naturales y de terrorismo, menos la DANA de 2024, destacando los atentados del 11 de marzo de 2004, la tempestad “Klaus” de 2009, el terremoto del Lorca de 2011, la DANA del sureste peninsular de septiembre de 2019 y la erupción volcánica en La Palma en 2021. En el ámbito de los accidentes de circulación a cargo del Consorcio, he intervenido muy activamente en la desjudicialización de los sinestros y en la consecución de acuerdos amistosos con los perjudicados. En todos los casos, siguiendo el principio esencial en virtud del cual, cuando existen diversas interpretaciones razonables sobre un precepto legal o sobre un criterio a aplicar, el Consorcio debe optar por la solución más favorable para el asegurado o para el tercero perjudicado.
- ¿Qué consejo daría a las nuevas generaciones de profesionales del sector asegurador o a quienes trabajan en gestión de riesgos públicos?
Me temo que más que consejos lo que quiero transmitirles es una petición fervorosa: que gestionen el seguro español con auténtica “visión de Estado”, sin caer en la atractiva tentación de mirar más a los intereses particulares de su empresa y al corto plazo que a los intereses generales del sector a largo plazo. Esto implica prestar atención, preservar, cuidar y mejorar tanto las muchas iniciativas que ha ido consolidando el seguro español, como el sobresaliente nivel de entendimiento público-privado que se ha alcanzado. Son elementos distintivos del seguro español; otros mercados de seguros carecen de ellos.
El Consorcio; los convenios con centros hospitalarios; el sistema legal de valoración de daños personales o “baremo”; el sistema de seguros agrarios combinados; el sistema de liquidación de aseguradoras insolventes; el convenio CICOS; instrumentos sectoriales para la transmisión de datos, para la investigación o para la formación, como son TIREA e ICEA; y otros muchos, constituyen una red de seguridad de valor incalculable que se ha forjado paulatinamente, con mucho esfuerzo y con magníficos resultados. Sería frívolo e irresponsable minarla o perderla el respeto.
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