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En el mundo de las noticias, lo negativo tiene un ritmo propio: acelerado, urgente y contagioso. Una tragedia, una muerte, un accidente o cualquier otra forma de desastre siempre ha tenido más potencial de convertirse en información que los sucesos positivos. No es casualidad que un adagio clásico del periodismo afirme: “Mil aviones que aterrizan con éxito no son noticia; uno que se estrella, sí lo es”.
Este enfoque sobre lo que vale la pena contar, que prioriza lo excepcional y perturbador por sobre lo habitual y tranquilo, sigue influyendo profundamente en el ecosistema informativo, especialmente en la era digital. Los conflictos se anteponen a los consensos, el crimen a la seguridad, y las pérdidas a los logros. Lo más interesante es que esta lógica no solo afecta qué noticias reciben cobertura, sino también cómo se diseminan entre los medios.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Muenster, Florian Buhl, Elisabeth Günther y Thorsten Quandt, quiso profundizar en cómo circulan las noticias dentro del propio sistema de medios. No se enfocaron en cómo las personas comparten contenidos en redes sociales, sino en cómo las redacciones replican o retoman las informaciones publicadas por otras.
Para eso, reunieron un conjunto de datos masivo: más de 480.000 artículos publicados por 28 de los principales medios alemanes entre 2013 y 2014. Luego identificaron 95 eventos que lograron atención generalizada y fueron cubiertos por múltiples medios, acumulando un total de 1.919 artículos. Algunos de estos eventos fueron globalmente notorios, como la desaparición del vuelo MH370, la muerte de Nelson Mandela o la legalización del cannabis en Uruguay. Otros, más curiosos, incluyeron hallazgos inusuales como una momia misteriosa hallada en un ático (que resultó ser parcialmente falsa).
Las noticias negativas, más rápidas y contagiosas
Al analizar la forma en que esas historias se propagaban entre las distintas redacciones, los investigadores encontraron un patrón consistente: las informaciones con un desenlace negativo se difundían más rápido y con mayor intensidad que las neutrales o positivas.
Pero aún más llamativo fue el hallazgo de que la mayoría de los otros factores no modificaban ese patrón dominante. Ni la ubicación del evento (dentro o fuera del país), ni la previsibilidad, ni el alcance social parecían tener un gran efecto. Solo las noticias negativas protagonizadas por figuras famosas lograban acelerar aún más su propagación. Por ejemplo, la muerte de una celebridad se convertía en una especie de “turbo” informativo.
Factores que frenan la velocidad de difusión
Por otro lado, el estudio también identificó algunas situaciones que ralentizan la velocidad de circulación de una noticia. Uno de ellos es bastante lógico: los horarios. Si una noticia surge en la madrugada, cuando hay menos periodistas disponibles, tarda más en difundirse. Otro hallazgo menos obvio es que los eventos que afectan a grupos amplios (como “la clase media” o “la sociedad en su conjunto”) tienden a propagarse más lentamente que aquellos que afectan a personas específicas o pequeños colectivos.
Esto último apunta a una preferencia narrativa que también se refleja en cómo el público consume las noticias: las historias que muestran consecuencias personales, humanas y concretas son más compartidas y comprendidas que las que se presentan de forma abstracta o general.
La eficiencia de lo negativo y los desafíos para el periodismo
El hecho de que las malas noticias viajen más rápido no es solo una cuestión psicológica, aunque el impacto emocional y la sensación de urgencia que generan juegan un rol importante. También responde a dinámicas propias del trabajo en las redacciones digitales: es más fácil y rápido replicar una noticia trágica que confirmar una compleja. Un fallecimiento, por ejemplo, puede verificarse con una fuente oficial en pocos minutos; una trama política, no tanto.
Sin embargo, el estudio también plantea interrogantes sobre el sentido y la eficiencia del trabajo periodístico. Que varios medios destinen tiempo y recursos a reescribir esencialmente la misma historia, como ocurrió con la falsa momia, deja entrever una dinámica repetitiva que no siempre aporta valor. Además, la constatación de que las historias que más afectan a la mayoría de las personas tardan más en circular nos obliga a reflexionar sobre cómo se jerarquiza la información.
Hacia una nueva mirada sobre el ecosistema informativo
Finalmente, los investigadores llaman a pensar el periodismo digital no solo desde los valores clásicos de la noticia, sino también desde un enfoque ecosistémico que incorpore herramientas computacionales y análisis de procesos. Proponen futuros estudios que exploren en mayor detalle los elementos que hacen que una noticia conecte con las audiencias, desde las características de los protagonistas hasta el tipo de acción narrada, y que distingan entre historias que consolidan lo ya conocido y aquellas que marcan verdaderos puntos de inflexión.
Porque en un mundo donde cada clic cuenta, entender qué tipo de noticias viajan más rápido no solo es relevante para los medios, sino también para quienes aspiran a construir una sociedad mejor informada.
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