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Esta es una de las conclusiones del estudio, realizado por el Instituto Tecnológico del Producto Infantil y del Ocio, AIJU, y la Fundación Crecer Jugando, en el que han participado pediatras, psicólogos, psiquiatras, oftalmólogos, otorrinos, neurólogos, nutricionistas, fisioterapeutas, y también padres con hijos de 0 a 17 años.
Los especialistas sanitarios advierten que más del 90 % de los menores de entre 4 y 10 años superan el límite de exposición a las pantallas y el 80 % detecta un incremento de enfermedades. A pesar de la tendencia, solo el 14 % de las familias ha consultado con un profesional y el 71 % de las familias reconoce que le cuesta mantener el control de sus hijos con las pantallas.
La sobreexposición a pantallas preocupa a la comunidad médica
El reciente estudio del que nos hacemos eco ha revelado que el 95 % de los médicos coincide en que el uso excesivo de pantallas —como móviles, tabletas, ordenadores o televisores— está directamente relacionado con problemas en el desarrollo infantil. Esta advertencia cobra mayor relevancia en una sociedad cada vez más digitalizada, donde los niños acceden a la tecnología desde edades muy tempranas y durante periodos prolongados.
Según los especialistas, el uso continuo de dispositivos puede afectar negativamente a distintas áreas del desarrollo, como el lenguaje, la atención, las habilidades sociales o incluso el sueño. Aunque las pantallas pueden tener un uso educativo, su abuso sin supervisión ni límites adecuados se ha convertido en una preocupación creciente.
Efectos del uso excesivo de dispositivos tecnológicos en el desarrollo infantil
Los pediatras y neuropsicólogos apuntan que una exposición prolongada a dispositivos tecnológicos puede dificultar el desarrollo del lenguaje y el pensamiento crítico, especialmente en menores de cinco años. Durante los primeros años de vida, el cerebro infantil necesita estímulos reales y experiencias sensoriales directas para crecer de forma adecuada. Cuando estos estímulos son reemplazados por televisión - por ejemplo-, se reduce el tiempo de interacción con padres, hermanos o educadores, lo que puede derivar en retrasos en el habla, dificultades en la empatía y alteraciones en la conducta.
Además, se ha observado un incremento de trastornos del sueño en niños que usan tecnología antes de dormir, así como mayor irritabilidad, dificultades para concentrarse y una menor motivación por el juego activo o la lectura. Estas alteraciones pueden tener efectos a largo plazo en el rendimiento escolar y en el bienestar emocional.
Recomendaciones para un uso responsable de la tecnología
Ante esta situación, los expertos insisten en establecer normas claras en el hogar respecto al uso de dispositivos electrónicos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y asociaciones pediátricas recomiendan evitar totalmente las pantallas en menores de 2 años, y limitar su uso a no más de una hora diaria en niños de entre 2 y 5 años, siempre con contenidos apropiados y bajo supervisión adulta.
También es fundamental promover otras actividades como el juego libre, la lectura, el deporte y las relaciones sociales cara a cara. La clave no está en demonizar la tecnología, sino en integrarla de forma equilibrada, adaptada a la edad y al contexto de cada niño.
Los profesionales de la salud subrayan la importancia del ejemplo familiar: los adultos también deben ser conscientes del tiempo que pasan frente a las pantallas y fomentar momentos de desconexión digital para compartir con los más pequeños.
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