Los museos ocultos y la lucha de la U.E. para vigilarlos

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03/07/2021 - 17:00
La Gioconda o La Monalisa de Leonardo Da Vinci. Foto de Pixabay

Lectura fácil

Únicamente el 8 % de las obras que son posesiones de coleccionistas privados se muestran en museos. El 60 % de las obras se encuentra en casas privadas, despachos y oficinas. El resto permanece guardado en almacenes, bóvedas de banco y en lo que en el mundo del arte se conoce como puertos francos, museos ocultos.

Tanto la Unión Europea (mediante una directiva ya en vigor) como el Gobierno español se han propuesto acabar con las irregularidades que los rodean en muchos casos. En España, el Ministerio de Economía expondrá en un futuro Consejo de Ministros un anteproyecto para modificar la ley de prevención de blanqueo de capitales y financiación del terrorismo, según fuentes de ese departamento. Regulará, entre otras, las actividades de quienes “actúen como intermediarios en el comercio de obras de arte cuando lo lleven a cabo en puertos francos”.

En estos puertos francos se encuentran Van Goghs, Kahlos, Picassos, Bacons, Mirós, Warhols o Basquiats propiedad de individuos millonarios, los puertos cuentan con una seguridad privada que le genera un aura de secretismo y misterio que a muchos llama la atención.

El de Ginebra, el más importante de los museos ocultos de Suiza, ocupa la misma superficie útil que el Louvre y almacena cerca de un millón de piezas de todo tipo, incluidas antigüedades. Les siguen en importancia los de Singapur y Luxemburgo, aunque hay otros en Delaware, Mónaco y Pekín.

Las dos caras de estos museos ocultos

En su faceta positiva está el hecho que son increíblemente útiles para la logística y el almacenaje de obras que están en movimiento, cuenta con las mejores técnicas de conservación y seguridad por lo que prestan un servicio insustituible a galerías, coleccionistas, museos. Por desgracia, tiene una faceta oscura: el fraude fiscal y el blanqueo de capitales.

Esta faceta oscura salió a la luz pública en los papeles de Panamá, fueron vinculados a la familia Nahmad y su modigliani expoliado por los nazis; el tráfico de antigüedades fue utilizado para financiar organizaciones terroristas como ISIS. Luego de varios casos, la UE emitió una directiva en contra del blanqueo de capitales que entró en funciones el 1 de enero de 2020 y que afecta a los museos ocultos.

Oddný Helgadóttir, profesora de economía política en la Copenhagen Business School, es autora del informe que sirvió de base a la directiva europea. Explica que existe “una variedad de ventajas potenciales en los puertos francos. Para los coleccionistas, marchantes y otros poseedores de arte a gran escala, ofrecen un espacio de almacenamiento con condiciones convenientes en cuanto a luz, humedad... Para quienes se han pasado a la inversión en activos tangibles debido a la supresión del secreto bancario, ofrecen almacenamiento libre de impuestos.

Para alguien que busca almacenar piezas en secreto y de forma anónima como, por ejemplo, en un contencioso de divorcio, podrían ser útiles para ocultar esas piezas. Y los que se dedican al comercio de objetos culturales de origen ilegal o de contrabando los usan como espacios fuera de la ley”. Aunque ha mostrado sus dudas de que la legislación afecte de forma importante a los museos ocultos ya que no se les clasificó como entidades financieras, expresó en un artículo en el diario El País.

Desde la entrada en vigor de la normativa, se requiere un registro de los propietarios, el marcaje a las empresas fantasmas y un almacenaje con una duración máxima de 6 meses. La mayoría de las transacciones se realizan en estos mismos almacenes, pasando de una cámara a otra, es un negocio que movió más de 60 mil millones de dólares en 2019.

Obras almacenadas y dinero prestado

Los museos ocultos posibilitan a los propietarios el almacenamiento de piezas sobre cuyo valor se puede pedir dinero prestado. En algunas transacciones privadas e incluso subastas públicas se vende previamente la obra a una compañía instalada en un paraíso fiscal, se vende por un precio mínimo y si la puja final es más alta, se reparten la diferencia.

Esto lo comenta John Zarobell, responsable de International Studies de la Universidad de San Francisco en un artículo en el diario El País.

Las obras que no se venden quedan almacenadas sin ningún coste fiscal como activos.

Precisamente este aspecto ha generado una nueva tendencia: comprar un fragmento de un cuadro como si de un porcentaje de una empresa se trata. La obra eventualmente será alquilada o vendida por lo que tener un porcentaje de ella es considerado como un activo solvente y fiable.

Numerosas plataformas, como la pionera Maecenas Fine Arts de Singapur, pero también casas de subastas, ofrecen comprar participaciones de obras con criptomonedas como el bitcoin.

La Universitat Oberta de Catalunya y la Universitat Autònoma de Barcelona han creado una tecnología, Bart, para facilitar su compra y venta gracias al bitcoin, lo que permite seguir el rastro de la obra por parte de sus autores, certificar la autoría en un momento de auge de las exposiciones no presenciales y ahorrarse los intermediarios.

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