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Durante los últimos años del pontificado de Francisco, el Vaticano ha enfrentado una de sus peores situaciones financieras en décadas. A pesar de los esfuerzos por mantener bajo control las cuentas de la Santa Sede, los gastos han superado sistemáticamente los ingresos, generando un déficit cada vez más preocupante.
Una crisis silenciosa en el corazón del Vaticano
En los últimos años del papado de Francisco, el Vaticano ha lidiado con una crisis financiera creciente. A pesar de los intentos por controlar los gastos, la Santa Sede ha registrado un déficit constante, con más egresos que ingresos, lo que ha generado serias preocupaciones sobre su estabilidad económica futura.
En 2022, las cifras oficiales mostraron un déficit de 33 millones de euros, con ingresos que rondaban los 770 millones y gastos que superaban los 800 millones. Desde entonces, no se han publicado nuevas cuentas detalladas, pero distintas fuentes han confirmado que el desequilibrio ha seguido creciendo.
A mediados de 2024, el déficit estimado se había disparado hasta los 84 millones de euros. Ante esta situación, el papa Francisco envió una carta al Colegio de Cardenales subrayando la necesidad de alcanzar el equilibrio presupuestario y advirtiendo sobre la escasez de recursos disponibles.
El fondo de pensiones, en la cuerda floja
Uno de los puntos más delicados es el fondo de pensiones del Vaticano. Según el Wall Street Journal, esta reserva tiene una deuda aproximada de 2.000 millones de euros y no puede garantizar su sostenibilidad en el mediano plazo. El propio Francisco, en otra carta enviada poco después, reconoció que existe un “desequilibrio serio que se agrava con el tiempo”.
Este panorama ha llevado al Vaticano a buscar nuevas fuentes de financiamiento. En febrero de 2025, se creó una comisión especial con el objetivo de impulsar las donaciones a favor de la Santa Sede. Una iniciativa que refuerza la idea de que las finanzas vaticanas necesitan apoyo externo urgente.
Durante su pontificado, Francisco adoptó varias decisiones para contener el gasto. Entre ellas, destaca la reducción del salario de los cardenales, aplicada en dos ocasiones. La primera de estas reducciones tuvo lugar en plena pandemia, cuando el papa justificó la medida apelando a la necesidad de enfrentar un déficit persistente.
La banca vaticana y las donaciones
El Instituto para las Obras de la Religión (IOR), conocido como el banco del Vaticano, sigue siendo una de las pocas fuentes estables de ingresos. En 2023, esta institución generó un beneficio de 30 millones de euros, de los cuales 13,6 se dedicaron a obras de caridad.
El IOR administra más de 12.000 millones de euros en activos de diversos clientes, entre ellos órdenes religiosas, diócesis, parroquias y personal.
Por su parte, el Óbolo de San Pedro, el tradicional fondo de donaciones para el papa, también refleja el desequilibrio. En 2023, recibió 48,4 millones de euros, pero sus gastos alcanzaron los 103 millones. La mayor parte se utilizó para apoyar la labor apostólica del pontífice y una fracción se destinó a ayuda directa a personas necesitadas.
Con este panorama, León XIV inicia su papado con una responsabilidad monumental, la de sanear las finanzas del Vaticano y recuperar la estabilidad de una institución que, además de espiritual, necesita ser económicamente sostenible.
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