África va perdiendo el miedo a una peligrosa plaga del maíz

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30/05/2018 - 14:31

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Busasamana (Ruanda), 30 may (EFE).- La ruandesa Odoratte Mukarushema vio la llegada de la peste hace un año. Cuando se puso a fumigar en el campo por culpa del cogollero del maíz ya era demasiado tarde, pero ahora tiene más medios para plantarle cara.

Mukarushema se temió lo peor después de que le empezaran a llegar mensajes del gobierno advirtiendo de la aparición de una destructiva plaga, identificada en África por primera vez en 2016.

En su pequeña finca las plantas estaban agujereadas, por lo que su primera reacción fue llamar a un agrónomo que le confirmó sus sospechas: el gusano cogollero del maíz había infestado sus cultivos.

Ante el desconcierto inicial, pues nunca antes había visto de cerca una peste, "lo primero que hice fue pedir pesticidas", una opción que en la vida había usado, explica a Efe en los alrededores de Busasamana, una aldea ubicada en el sur de Ruanda.

Sin embargo, reconoce que la fumigación no dio resultado, ya que la alarma saltó "demasiado tarde". El gusano había tomado la delantera al internarse en las plantas, obligando a muchos productores como ella a dar por perdida buena parte de la cosecha.

Mukarushema, en vez de obtener 500 kilos de maíz, recogió 300, que solo pudo destinar al consumo familiar.

Como no fue capaz de ganar dinero con la venta de los excedentes en el mercado, sus hijos se vieron privados de materiales para el colegio.

Los niños de otro agricultor de la zona, Munyangeyo Callixte, también sufrieron las consecuencias de la peste, ya que se quedaron sin seguro médico ni uniformes escolares.

"Para compensar las pérdidas, intenté plantar judías, yuca y boniato", detalla Callixte, con la satisfacción al menos de quien dice poder "haber sobrevivido".

Sus casos no son nada raros. Casi todos los países subsaharianos han sufrido los estragos de la plaga, que se calcula que ha dañado millones de hectáreas de maíz -además de otras plantas- en el continente.

Son los pequeños productores quienes cultivan la mayoría de ese cultivo, básico en la alimentación de unos 200 millones de africanos.

Para hacer frente al peligro que representa ese gusano originario de América, las autoridades de los distintos países han coincidido en la necesidad de invertir en sistemas de alerta temprana y en la capacitación de los agricultores.

Con ese fin la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) está llevando a cabo un proyecto regional financiado por la cooperación estadounidense.

En Ruanda, donde se confirmó la presencia del cogollero del maíz en marzo de 2017 y en un mes se extendió a todos los distritos, la agencia ayuda a los productores a vigilar sus cultivos con tecnologías como las trampas de feromona, una sustancia que atrae a los insectos y permite detectarlos antes de que hagan daño.

Theogeme Mugabonake, uno de los agrónomos oficiales de Busasamana, enseña la aplicación en el móvil con la que introducen la información sobre la presencia del cogollero para generar estadísticas y estudiar los resultados de las acciones emprendidas.

Según el experto de la FAO en la zona, Jean Claude Rwaburindi, la identificación temprana del insecto es "crucial" para limitar su impacto, ya que los productores pueden buscar los huevos y aplastarlos sin dar tiempo a que los adultos echen a volar largas distancias.

El gobierno ruandés ha sido uno de los que ha subsidiado el empleo de pesticidas, para lo que los agricultores reciben formación con el objetivo de cumplir las medidas de protección personal y ambiental adecuadas.

Rwaburindi añade que todavía están estudiando cómo podría funcionar en el terreno la diversidad de cultivos o el uso de "enemigos naturales de la plaga" como hormigas, hongos o avispas, entre otros trucos que tradicionalmente han servido en Centroamérica y México.

Por el momento, tras poner las trampas y haber utilizado plaguicidas a tiempo hasta en dos ocasiones, Mukarushema respira algo más tranquila.

Relata que la cosecha de 2018 ha sido más favorable, que apenas han aparecido nuevos gusanos y que por lo menos ya sabe cómo actuar para otra vez, sin el miedo que infunden las pestes desconocidas.

Belén Delgado

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