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Aunque pasa desapercibida para nuestros ojos, cada ser humano emite un brillo muy débil generado por reacciones químicas en el cuerpo. Esta luz invisible sigue un ritmo diario y refleja la actividad metabólica interna, abriendo la posibilidad de que algún día podamos usarla para monitorear nuestra salud de manera no invasiva.
Tu cuerpo brilla en la oscuridad sin que lo notes
Seguramente te ha pasado que estás en una habitación completamente a oscuras, sin ninguna fuente de luz, y tienes que buscar a tientas el interruptor para encender la luz. Ahora imagina que eso no fuera necesario porque tu propio cuerpo emitiera un brillo, aunque muy débil, que te iluminara. Parece ciencia ficción, pero lo cierto es que todos los seres humanos emiten una luz muy tenue, un fenómeno llamado bioluminiscencia.
Este brillo no se trata de un simple resplandor como el de una luciérnaga ni una lámpara que puedas encender. La luz que emite nuestro cuerpo es tan débil que ni siquiera nuestros ojos pueden detectarla. Esta luz está generada por reacciones químicas que ocurren dentro de nuestras células. Para vivir, nuestro cuerpo transforma oxígeno y nutrientes en energía, un proceso que produce pequeñas moléculas llamadas radicales libres.
Estas moléculas reaccionan con otras sustancias dentro de las células y liberan fotones, que son partículas de luz. Estos fotones escapan del cuerpo, pero en cantidades tan pequeñas que resultan invisibles para nosotros.
¿Por qué no podemos ver este brillo?
La luz emitida por nuestro cuerpo es alrededor de mil veces más débil que el mínimo que el ojo humano puede percibir. Además, vivimos rodeados de luz artificial, como la de las pantallas, farolas y bombillas, que es mucho más intensa.
Por eso, este brillo natural pasa desapercibido. Sin embargo, con cámaras muy sensibles, capaces de detectar incluso un solo fotón, los científicos han logrado fotografiar esta bioluminiscencia humana. Las imágenes muestran rostros y partes del cuerpo que emiten una luz casi fantasmal en la oscuridad total.
Lo más interesante es que esta luz cambia durante el día. La intensidad máxima se da por la tarde, cuando nuestro metabolismo está más activo, y disminuye por la noche. Esto sigue el ritmo circadiano, que es nuestro reloj biológico interno. En otras palabras, nuestro cuerpo "se enciende" y "se apaga" al compás de este ciclo natural, aunque nosotros no lo percibamos.
Una ventana hacia nuestra salud
Aunque a diferencia de ciertos animales que emplean la bioluminiscencia para comunicarse, defenderse o atraer pareja, los humanos no utilizamos esta luz con fines funcionales, la ciencia está descubriendo que este fenómeno podría tener un gran valor.
La intensidad de este brillo débil refleja la actividad química que ocurre en el interior de nuestras células, especialmente en relación con el estrés oxidativo, un proceso natural pero que, cuando es excesivo, puede causar daños en tejidos y contribuir al desarrollo de enfermedades.
Por esta razón, los investigadores están explorando la posibilidad de que, en un futuro cercano, medir y analizar esta bioluminiscencia pueda convertirse en una herramienta no invasiva para monitorear la salud, detectar desequilibrios metabólicos o identificar problemas antes de que se manifiesten síntomas evidentes.
Así, ese brillo invisible que todos emitimos podría revelar información valiosa sobre nuestro bienestar interno, funcionando como una especie de indicador biológico que nos ayude a cuidar mejor nuestro cuerpo.
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