
Lectura fácil
Desde hace tiempo, la conversación en el mundo del deporte se ha centrado en la participación femenina, la visibilidad, la brecha salarial y los techos de cristal. Sin embargo, hay un tema que exige una atención inmediata y que trasciende la simple necesidad: la seguridad. La pregunta crucial que se nos plantea no es si es importante, sino si es urgente construir un deporte seguro para las mujeres.
La respuesta, ineludiblemente, es sí. No se trata de una mejora opcional, sino de un derecho fundamental que toca la dignidad y el cuerpo de cada deportista.
Cuando la urgencia del deporte seguro se viste de necesidad
A menudo, el lenguaje puede diluir la gravedad de una situación. Llamar "necesario" a lo que es en realidad "urgente" es una forma de posponer una acción que no puede esperar. En el ámbito de la seguridad para las mujeres en el deporte, esta distinción es vital. La falta de un deporte seguro no es un inconveniente menor; es una realidad marcada por la violencia, los abusos y el acoso que, lamentablemente, han salido a la luz en diversas disciplinas y países. Estos casos no son la excepción, sino la punta de un iceberg de un sistema que ha permitido la impunidad durante demasiado tiempo.
Muchas mujeres han tenido que abandonar sus carreras y sueños deportivos porque el entorno se volvió insoportable. Han soportado en silencio comentarios sexistas, acoso y violaciones a su intimidad. Algunas, incluso, han llegado a autolesionarse para evitar competir y enfrentar a sus agresores. ¿Cómo podemos hablar de igualdad en el deporte si no somos capaces de garantizar el derecho más básico de todos: la seguridad? La construcción de un deporte seguro es un imperativo moral y social.
Un problema estructural que exige una respuesta colectiva
La urgencia de un deporte seguro radica en el hecho de que el problema no es individual, sino sistémico. No se trata de "casos aislados", sino de una cultura que ha protegido a los agresores y ha silenciado y puesto en duda a las víctimas. Cada día que pasa sin actuar, otra joven o niña puede estar experimentando una situación que marcará su vida de forma irreversible. No se puede fomentar el deporte femenino si los espacios no están libres de violencia de género.
Para construir un deporte seguro, no bastan las buenas intenciones o los eslóganes vacíos. Se requiere un plan de acción contundente y multidisciplinar. Esto incluye la formación con perspectiva de género en todos los niveles, desde los entrenadores hasta los directivos. Es fundamental revisar y fortalecer los protocolos contra el acoso sexual y por razón de sexo, creando mecanismos reales de escucha y protección para las deportistas. Y, por supuesto, la aplicación de sanciones claras y contundentes es imprescindible para enviar un mensaje inequívoco: la violencia no será tolerada.
Avanzando con resistencia y valentía
Es innegable que se han logrado avances importantes. Hoy, muchas mujeres están alzando la voz y no están solas. Cuentan con el apoyo de activistas, asociaciones y referentes que empujan con fuerza este cambio. Sin embargo, también existen resistencias. Aquellos que minimizan los hechos, se burlan o desestiman los testimonios hablando de "exageraciones" o "caza de brujas" deben entender que el deporte, para ser verdaderamente igualitario, tiene que ser un deporte seguro.
Añadir nuevo comentario