El cambio no puede ser “más de lo mismo”

Del conjunto de rasgos que definen la realidad en Venezuela de los últimos cien años, destacan muy especialmente dos: la distancia entre las formalidades jurídicas y la realidad política; y la preeminencia del Estado como poderoso administrador de la renta petrolera.

De allí se derivan muchos de nuestros males. Sobre esa base se montó la estructura que sostiene al actual régimen del llamado “Socialismo del Siglo XXI”.

El camino hacia la libertad y la justicia en Venezuela

La persistente dificultad de nuestra sociedad y de nuestras instituciones para avanzar por el camino de la democracia, la libertad y la justicia en gran medida es el resultado de la distancia que separa las formalidades jurídicas y republicanas de la realidad política efectiva determinada por los personalismos.

Se trata de la contradicción, hasta ahora insoluble, entre el mundo de la ley que no se cumple y la realidad de la ilegalidad y de la violación de la Constitución y las leyes.

La riqueza petrolera queda en manos del Estado

Por otro lado, al quedar la riqueza petrolera en manos del Estado, se facilitó la consolidación de la estructura estatal gracias a la integración efectiva de todas las regiones bajo una sola autoridad. La pacificación del país después de casi un siglo de guerras civiles, la creación de la Hacienda Pública moderna y del Ejército nacional.

De allí en adelante el Estado no hizo sino crecer y aumentar sus atribuciones. Los presupuestos nacionales se incrementaron exponencialmente. La circulación de dinero se multiplicó y se echaron las bases de un Estado cada vez rico y más independiente del desarrollo social y el de una sociedad cada vez más dependiente del gasto público.

El nuevo régimen en Venezuela

Tal Estado, considerado como “patrimonialista”, por su carácter de “propietario” y “distribuidor” discrecional de la riqueza. Se hizo también cada vez más intervencionista y más poderoso. Sobre esa base, fue relativamente fácil construir un nuevo régimen que aumentara la dosis de la misma fórmula utilizada hasta entonces: crecimiento desbordado del sector público, economía dependiente de un gasto público hipertrofiado y alto nivel de endeudamiento.

Ese nuevo régimen impuso, además, medidas de su propia cosecha como la destrucción del derecho de propiedad, de la economía privada y de la democracia. El militarismo ideologizado, la subordinación a la dictadura cubana y una narrativa socialista que excluye toda responsabilidad ciudadana.

Hoy, somos testigos y víctimas de una tragedia nacional inédita

Es evidente la destrucción de PDVSA y el colapso material del país. Por ello, en Venezuela debemos saber que la salida no está en medidas que signifiquen “más de lo mismo”.

Hay que reducir el tamaño del Estado, el gasto público y las mil formas de subsidios que desestimulan la capacidad productiva del venezolano.
Tenemos que desmontar el “Estado Patrimonialista”, eliminar el “hiperpresidencialismo” y avanzar en la dirección de una descentralización inteligente, superar la cultura y ética rentista, trascender la narrativa del “Socialismo del Siglo XXI”. Negar la condición ciudadana del venezolano y dotarnos de un sistema educativo que además de generar una educación de excelencia permita fomentar una nueva mentalidad, esencialmente ciudadana. Reconocer y respetar los valores del individuo responsable, la ética del trabajo, el éxito y el emprendimiento.

No "más de lo mismo"

Como ciudadanos, todos los venezolanos debemos ser garantes de un modelo de libertad, democracia y prosperidad gracias al cual se produzca una reinstitucionalización incluyente, la eliminación de la brecha entre las formalidades jurídicas republicanas y la realidad política efectiva y una economía de mercado que sea al mismo tiempo respetuosa con el medio ambiente y con la solidaridad social.