Donde despierta la ilusión, un día en El Manantial de los Sueños

Madrid ruge fuera, con su tráfico y sus prisas de última hora, pero al cruzar el umbral del Real Jardín Botánico Alfonso XIII, el mundo se pone en pausa. Hemos venido buscando luces, pero lo que encontramos al entrar en "El Manantial de los Sueños: El Origen de la Navidad" es algo más parecido a un abrazo.

El primer suspiro de magia

Nada más poner un pie en el recinto, el aire parece cambiar. Ya no huele a ciudad, sino a invierno limpio y a promesa de chocolate caliente.

Lo primero que te roba el aliento es la decoración y sobre todo la iluminación. No son solo bombillas; es como si hubieran sacudido polvo de hadas sobre los árboles centenarios de la Complutense.

Caminar por el Paseo de las Hadas en El Manantial de los Sueños, es sentirse pequeño de la mejor manera posible, rodeado de criaturas de luz que parecen observarte desde las ramas.

Hontana: el corazón del viaje

Nos dirigimos hacia el gran escenario para ver "Hontana: Viaje a los Cuatro Reinos". Si vas, no te lo puedes perder. Más que un espectáculo, es un despliegue de acrobacias y luces que te deja pegado al asiento.

Ver a los artistas desafiar la gravedad mientras cuentan la historia del origen de la Navidad te hace olvidar el frío en las manos.

Hay un momento, cuando la música sube y las luces estallan en mil colores, en el que miras a tu alrededor y ves el reflejo de la magia en los ojos de los niños (y de los no tan niños). Es ahí donde entiendes de qué va todo esto.

Risas sobre hielo

Después de la emoción, toca la acción. Los adultos nos animamos a probar la pista de hielo, que dicen es la más grande de Madrid. No importa si eres un experto o si te agarras a la valla como si te fuera la vida en ello; las risas están aseguradas.

Y para los niños: atracciones ecológicas. Lo que define por encima de todos a este evento es su compromiso con la sostenibilidad. O “sostenavilidad”, como lo llaman ellos. Un nuevo concepto con el que pretenden que la Navidad sea sinónimo de sostenible “sin restarle un ápice de sus sabor tradicional”. 

Nada de juguetes este año, el mayor regalo de estas Navidades para los diminutos seres mágicos que habitan en El Manantial de los Sueños será conseguir que la concienciación medioambiental llegue a todo su público. Y no será una tarea complicada, porque han creado una guía de diez puntos a seguir para sus visitantes. Entre ellos, prevenir la generación de residuos, cuidar y respetar el arbolado, fomentar un uso responsable del agua o incentivar el transporte público. 

Una pausa para el alma (y el estómago)

Con las mejillas rojas por el frío, buscamos refugio en La Cantina de los Sueños. El ambiente aquí es bullicioso y alegre. Entre bocados y sorbos de algo caliente en la Avenida del Sol, comentamos la jugada.

Algo que decir sobre la música, que fuera de este lugar, termina de tejer esa atmósfera acogedora que te hace no querer irte nunca. Sin embargo, en La Cantina de los Sueños te invita a bailar si eres adulto o a querer irte rápido a seguir disfrutando si eres niño o si eso del reggaeton no va contigo.

Pero dejando de lado las canciones que sonaban a la hora de comer, El Manantial de los Sueños es un espacio accesible, diverso e integrador. Además, su intención es generar un impacto positivo a la comunidad con la creación de 450 puestos de trabajo directos. Con todo este repertorio de normas para una sostenavilidad, han conseguido convertirse en el primer evento europeo de estas características en tener el certificado Q Sostenible.

El encuentro final

Antes de marchar, pasamos cerca de la Villa de Papá Noel y el Campamento Real. Aunque no entres a todo, solo ver la arquitectura y el mimo con el que está cuidado cada detalle —desde los elfos que corretean hasta la decoración— te hace sentir que estás en un cuento vivo.

Al salir, volviendo a la realidad de Madrid, te llevas algo más que fotos en el móvil. Te llevas la sensación de haber reconectado con esa parte de ti que todavía cree en la magia. El Manantial de los Sueños 2025 no es solo un parque temático; es un recordatorio precioso de que, a veces, solo hace falta mirar con los ojos adecuados para ver brillar el mundo.