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Durante años, los científicos han sabido que los ríos y arroyos no solo transportan agua, sino que también pueden emitir gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera, como el dióxido de carbono (CO2), el óxido nitroso (N2O) y el metano. Estos gases, que contribuyen al calentamiento global, se generan a través de múltiples procesos naturales. Sin embargo, un nuevo estudio liderado por Bisson y su equipo ha revelado que una fuente clave de estos gases ha sido subestimada o incluso ignorada: la descarga directa de agua subterránea a lo largo de las orillas de los ríos.
El papel del agua subterránea
El agua subterránea, al circular a través de sedimentos y rocas cargados de materia orgánica y nutrientes, absorbe compuestos ricos en carbono y nitrógeno. Tradicionalmente, se pensaba que, al emerger hacia ríos y arroyos, esta agua se mezclaba primero con el caudal superficial antes de liberar sus gases.
Sin embargo, durante las temporadas de bajo caudal, especialmente en verano, este flujo subterráneo puede emerger directamente a la superficie o incluso sobrepasar la línea de agua, escapando sin mezclarse con el agua superficial. Esta vía directa permite que los gases lleguen a la atmósfera más rápido de lo que se creía.
Con el objetivo de cuantificar este fenómeno, el equipo de investigación realizó un estudio detallado en tres lugares a lo largo de la cuenca del río Farmington, que atraviesa los estados de Connecticut y Massachusetts en Estados Unidos. Eligieron sitios donde la descarga subterránea es visible por encima de la línea de agua, una característica común durante el verano.
Para identificar estos puntos de descarga, los investigadores utilizaron cámaras térmicas portátiles que les permitieron distinguir áreas con filtración activa. Luego midieron directamente las emisiones de gases en esos sitios, comparándolas con aquellas de tramos donde no había filtración visible. Además, tomaron muestras de agua para analizar su contenido de carbono orgánico disuelto, oxígeno y nitrógeno.
Resultados sorprendentes
Los datos obtenidos revelaron que el agua subterránea descargada contiene concentraciones de GEI significativamente más altas que el agua del propio río. En uno de los sitios estudiados, los niveles de CO2 en el agua subterránea eran hasta 19,2 veces mayores que los de la superficie, mientras que los de N2O superaban en hasta 40,6 veces a los de la corriente principal. En tramos donde no había descarga visible, los arroyos actuaban incluso como sumideros de N2O, es decir, absorbían el gas en lugar de emitirlo.
Además, las emisiones de gases desde estos puntos de filtración fueron considerablemente más altas. Las tasas de emisión de CO2 y N2O desde la descarga subt erránea superaban en un 50 y 60 % respectivamente a las emisiones desde el agua superficial. Se calculó que, en promedio, el 21 % de los gases emitidos desde la descarga subterránea alcanzaban la atmósfera antes de mezclarse con el río.
Estos hallazgos subrayan que las descargas de agua subterránea expuestas representan una fuente importante y frecuentemente ignorada de gases de efecto invernadero en los ecosistemas fluviales.
Según los autores, las estimaciones actuales de las emisiones de GEI de los ríos podrían estar significativamente subvaloradas al no considerar estos flujos laterales. La investigación sugiere que es necesario un enfoque más detallado para estudiar las emisiones en corredores fluviales, especialmente en regiones donde el flujo subterráneo es frecuente o intenso.
Un llamado a nuevas investigaciones
El estudio realizado por Bisson y su equipo abre la puerta a una nueva línea de investigación sobre el papel del agua subterránea en el ciclo global del carbono y el nitrógeno. Comprender mejor estas emisiones no contabilizadas es esencial para mejorar la precisión de los modelos climáticos y para tomar decisiones informadas en la gestión de recursos hídricos y la mitigación del cambio climático.
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