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A inicios de mes, el BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) publicaron un informe que disparó las alarmas: los jóvenes españoles podrían verse obligados a jubilarse a los 71 años, debido a carreras más cortas y la precariedad laboral, y a un sistema público que depende, cada vez más, del ahorro privado.
La preocupación no es solo económica, también emocional y física: ¿cómo sostener ese ritmo durante décadas?
El sociólogo Pau Miret no oculta su escepticismo ante estos informes catastrofistas que causa en parte la precariedad laboral. “Tienen una finalidad ideológica”, sostiene. A su juicio, se utilizan como argumento para desmantelar progresivamente el sistema público de pensiones. Para Miret, el verdadero debate no es la edad de jubilación, sino el deterioro del mercado laboral juvenil.
Cotizar sin futuro, la siembra de la precariedad laboral
“Lo que realmente amenaza el sistema no es su sostenibilidad, sino la precariedad laboral”, remarca Miret. En España, muchos jóvenes apenas pueden cotizar con regularidad. Y cuando lo hacen, es con salarios bajos y contratos temporales. El sistema, basado en las cotizaciones, se resiente.
Miguel Ángel García Díaz, economista e investigador en Fedea, agrega otra capa al análisis: el sistema español mantiene una tasa de reposición (lo que se cobra de pensión respecto al último sueldo) muy superior al resto de Europa: 77 % frente a una media del 44,5 %. Con el envejecimiento demográfico y la jubilación masiva del baby boom, el número de pensionistas aumentará un 55 % para 2050. “Y serán los jóvenes de hoy quienes tengan que pagar esa factura”, advierte.
Muchos opinan en silencio que “Los mayores nos tratan como si fuéramos estúpidos. No como insulto, sino como si fuéramos débiles”. Existe una constante comparación con generaciones pasadas que vivieron otras dificultades, sí, pero con condiciones laborales muy distintas.
Para Miret, es un error plantear esto como una lucha entre jóvenes y mayores. “La solución no pasa por enfrentar generaciones, sino por aplicar reformas fiscales justas y políticas laborales inclusivas”. Porque el sistema público, recuerda, ha demostrado ser eficaz y ha reducido la pobreza entre los mayores.
Estrategias para sobrevivir
Ante la falta de certezas, cada joven diseña su propia estrategia. El dinero para los jóvenes, en su día a día, no es un instrumento de progreso, sino un motivo de angustia junto a la precariedad laboral que tanto martiriza.
Pero muchos se resisten a irse a pesar de la elevada precariedad laboral. Son muchos los jóvenes que creen que es posible vivir bien en el país.
¿Y si el trabajo no fuese la única vía para sostener la jubilación? Miret recuerda que la revolución tecnológica debería acercarnos a un modelo donde se trabaje menos, y no más. Pero para que eso sea una realidad, se necesitan políticas activas: vivienda, empleo juvenil, apoyo a familias.
García, en cambio, ve inevitable una reforma estructural del sistema de pensiones. Propone ampliar de 25 a 35 años el periodo de cálculo, aumentar a 40 años de cotización para acceder al 100 % de la pensión y vincular la pensión inicial a la esperanza de vida. El objetivo, según él, es equilibrar suficiencia, equidad y sostenibilidad.
Un futuro sin certezas
La precariedad laboral, la duda, la angustia por el mañana… Así viven muchos jóvenes españoles su presente laboral. Cotizar, ahorrar, invertir, migrar o resistir: cada uno traza su camino con las herramientas que tiene. Pero la sensación compartida es que trabajar, por sí solo, ya no garantiza un futuro. Y eso, más allá de informes y predicciones, debería ser el verdadero punto de partida del debate.
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