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Última hora de los incendios en España | La superficie quemada este año equivale a 35 veces la ciudad de Barcelona

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20/08/2025 - 08:38
Un vecino de la aldea de Vicuña (Lugo) contempla el incendio originado en Larouco (Ourense).

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La situación general sigue siendo muy complicada en varios puntos del país, especialmente en Castilla y León y Galicia, aunque la bajada de las temperaturas y el aumento de la humedad nocturna han permitido estabilizar algunos frentes.

A primera hora de la mañana, la DGT informa de 8 carreteras cortadas a causa de los incendios, la mayoría en las provincias de León y Zamora, y una en Asturias (la CO-4 en Covadonga). Ninguna vía principal de la red nacional se encuentra afectada en este momento, aunque el servicio de alta velocidad entre Madrid y Galicia sigue suspendido, al menos, hasta mediodía.

Este 2025 se perfila ya como el peor año de las últimas tres décadas en cuanto a superficie calcinada, superando las 380.000 hectáreas en lo que va de mes.

Actualmente, permanecen activos 21 incendios calificados de nivel 2 (el máximo riesgo), y más de 33.750 personas han tenido que ser desalojadas de sus hogares desde el inicio de esta oleada.

Los focos más preocupantes son:

  • Castilla y León: Es la comunidad más castigada. La provincia de León concentra la mayor preocupación, con cerca de 2.600 vecinos de 48 localidades que continúan desalojados. El incendio de Porto (Zamora), en la comarca de Sanabria, se descontroló de nuevo en la tarde de ayer por un cambio de viento. También se ha reactivado la alerta en Cardaño de Arriba (Palencia), que ha tenido que ser evacuada por segunda vez.
  • Galicia: La lucha contra el fuego se centra en proteger la sierra de O Courel (Lugo), de gran valor ecológico, amenazada por el incendio originado en Larouco (Ourense), que sigue sin control. En la provincia de Ourense continúan siete focos activos.
  • Asturias: Se mantienen 15 fuegos, de los cuales 7 están activos. La principal preocupación son los fuegos procedentes de los de León, que afectan a los concejos de Cangas del Narcea, Somiedo y Degaña.
  • Otras comunidades: Se ha logrado estabilizar el incendio de Utiel (Valencia) y el de Artana (Castellón) evoluciona favorablemente. En Castilla-La Mancha, se ha dado por controlado el incendio de Valdecabras (Cuenca), aunque los equipos siguen trabajando en su completa extinción.

Cada verano, las cifras de los incendios forestales nos golpean con una familiaridad trágica: miles de hectáreas calcinadas, ecosistemas devastados y el trabajo heroico de los equipos de extinción. Sin embargo, el dato de las hectáreas, por muy elevado que sea, a menudo se convierte en un número abstracto, incapaz de transmitir la verdadera dimensión de la catástrofe.

Para comprender la escala real del desastre que ha asolado España en 2025, a veces es necesario abandonar la estadística y recurrir a una comparación tangible. Y la que ofrece un reciente análisis de Newtral.es es, sencillamente, demoledora: la superficie arrasada por el fuego este año ya equivale a 35 veces la ciudad de Barcelona o a 26 veces la de Valencia juntas.

Esta impactante visualización nos obliga a confrontar una realidad incómoda: los incendios forestales en nuestro país han dejado de ser un problema estacional para convertirse en una emergencia estructural, impulsada por el cambio climático y un modelo de gestión del territorio que muestra signos de agotamiento.

Poniendo en perspectiva la devastación: más allá de las hectáreas

Según los datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS), que monitoriza la superficie quemada mediante satélites, la cifra de este año se sitúa entre las peores de la historia reciente. Hablamos de cientos de miles de hectáreas. Pero, ¿qué significa realmente esa cifra?

La comparación con el tamaño de nuestras ciudades más conocidas nos ofrece una perspectiva que hiela la sangre. Imaginar todo el término municipal de Barcelona —desde el Tibidabo hasta el mar, desde el Llobregat hasta el Besòs— multiplicado por 35 y reducido a un paisaje de cenizas y silencio. Imaginar la huerta, el casco histórico y los barrios de Valencia multiplicados por 26. Es una escala de destrucción que supera la capacidad de comprensión y que evidencia que no estamos hablando de "incendio" en el sentido clásico, sino de "megaincendios" de nueva generación.

Estos nuevos incendios son más rápidos, más intensos y más impredecibles. Son los llamados focos de "sexta generación", capaces de crear sus propias condiciones meteorológicas y de comportarse con una virulencia que desborda la capacidad de los medios de extinción.

Las causas de un año trágico: una tormenta perfecta

La devastadora temporada de fuegos de 2025 no es fruto de la casualidad, sino el resultado de la confluencia de varios factores que actúan como un multiplicador del riesgo.

  • El cambio climático como telón de fondo: Ya no es una amenaza futura, es la realidad del presente. Olas de calor cada vez más frecuentes, intensas y tempranas, combinadas con periodos de sequía prolongada, convierten nuestros montes en un polvorín. El estrés hídrico debilita a la vegetación, haciéndola mucho más inflamable.
  • El abandono del mundo rural: Décadas de éxodo rural han provocado que los montes, antes gestionados por la agricultura y la ganadería tradicional, acumulen una enorme cantidad de biomasa (matorral y madera seca). Este combustible continuo es el que permite que un pequeño fuego se convierta en un megaincendio incontrolable.
  • El factor humano: A pesar de todo, la mano del hombre sigue estando detrás del inicio de la inmensa mayoría de los fuegos, ya sea por negligencias (quemas agrícolas descontroladas, maquinaria) o, en un porcentaje significativo, de forma intencionada.

Las consecuencias: una herida que tarda décadas en sanar

La pérdida va mucho más allá de la madera quemada. Cuando un área del tamaño de 35 veces Barcelona arde, las consecuencias son catastróficas y duraderas.

  • Pérdida de biodiversidad: Se destruye el hábitat de miles de especies de flora y fauna, algunas de ellas endémicas o en peligro de extinción. La recuperación de este complejo tejido de vida puede tardar décadas, o incluso ser irreversible.
  • Erosión y desertificación: El fuego deja el suelo desnudo y vulnerable. Las lluvias post-incendio arrastran la tierra fértil, contaminan los ríos y pueden convertir una zona verde en un paisaje semidesértico.
  • Impacto económico y social: Se pierden recursos madereros, agrícolas y ganaderos. El turismo rural, una fuente de ingresos clave para muchas comarcas, se ve gravemente afectado. Y, por supuesto, está el enorme coste humano: vidas perdidas, propiedades destruidas y el trauma de las evacuaciones.

La comparación con el tamaño de nuestras ciudades no es un mero ejercicio de visualización. Es una llamada de atención urgente. Nos obliga a entender que la lucha contra los incendios ya no puede ser solo una batalla de verano librada por hidroaviones y bomberos. Requiere un compromiso de toda la sociedad, durante todo el año, a través de la prevención, la gestión forestal sostenible y una acción climática decidida. Porque el próximo "Barcelonas" o "Valencias" que ardan podrían ser las nuestras.

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