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Durante las horas más calurosas del día, muchas personas sienten un aumento en la necesidad de dormir o descansar. Aunque esta reacción se asocia comúnmente con hábitos culturales como la siesta, un estudio reciente ha descubierto que existe un mecanismo biológico que vincula directamente el calor con la sensación de sueño, ofreciendo una nueva explicación científica a este fenómeno tan habitual.
El calor y su efecto en el sueño: un vínculo biológico revelado
Es común que, durante los días más calurosos del verano, muchas personas sientan una mayor necesidad de descansar y experimenten un aumento en la sensación de sueño. Aunque a menudo se atribuye esta costumbre a factores culturales, una investigación reciente sugiere que hay una base biológica que explica por qué el calor influye directamente en el sueño.
Los científicos de la Universidad Northwestern, en Estados Unidos, han estudiado este fenómeno utilizando un pequeño insecto conocido como la mosca de la fruta, o Drosophila. Este diminuto animal comparte con los humanos una preferencia por temperaturas cercanas a los 25ºC, lo que lo convierte en un modelo ideal para entender cómo las altas temperaturas afectan el sueño.
Este insecto se ha adaptado a vivir en entornos cercanos a los humanos, y sus respuestas a cambios de temperatura podrían reflejar mecanismos similares en nuestro propio cuerpo. Según los investigadores, estudiar cómo estas moscas regulan su actividad y sueño en función del calor puede dar pistas sobre por qué nosotros también sentimos más sueño cuando hace una mayor temperatura.
¿Cómo influye en el sueño?
El equipo descubrió que ciertas neuronas cerebrales responsables de detectar la temperatura están directamente conectadas con los circuitos que regulan el sueño. En concreto, identificaron un grupo de receptores que responden a temperaturas por encima de 25ºC, activando un circuito que promueve el sueño. Cuando este sistema se activa, las células que inducen el sueño permanecen más activas, lo que podría explicar el aumento del sueño durante las horas más calurosas del día.
Marco Gallio, neurobiólogo y uno de los autores del estudio, explica que existen dos circuitos principales en el cerebro relacionados con la temperatura: uno para el frío y otro para el calor. La activación del circuito cálido es la que prolonga el sueño, adaptando el comportamiento humano y animal a las condiciones ambientales.
¿Cultura o biología?
Aunque en muchos países la siesta se considera una tradición cultural, este estudio sugiere que detrás de este hábito hay un fuerte componente biológico. La necesidad de sueño inducida por el calor no sería solo una elección social, sino una respuesta programada en nuestro cerebro para conservar energía y protegernos durante las horas de mayor temperatura.
Esta investigación abre una ventana importante para comprender mejor cómo el calor afecta nuestro sueño y por qué la siesta es un reflejo natural de nuestro cuerpo ante altas temperaturas.
Así, la próxima vez que sientas sueño en un día caluroso, sabrás que es una respuesta biológica que nos acompaña desde tiempos muy antiguos, ayudándonos a mantenernos en equilibrio con nuestro entorno.
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