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La crisis climática ya no es una amenaza futura: es una realidad presente. Las evidencias del calentamiento global son incontestables y sus efectos, cada vez más extremos. Sin embargo, a pesar de estos impactos, la percepción del cambio climático como un problema prioritario entre la ciudadanía parece estar menguando, y esto surge a causa de la ecoansiedad.
Según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de abril de 2025, solo un 1,2 % de los españoles considera el cambio climático como su mayor preocupación. Paralelamente, el informe People and Climate Change de Ipsos revela que el apoyo a las acciones individuales frente a la crisis ecológica ha descendido al 59 %, lo que supone una caída de 15 puntos desde 2021.
Esta tendencia se repite en otros países europeos como Polonia, Alemania y Francia, donde se registra un creciente fenómeno de "fatiga climática".
Fatiga climática y ecoansiedad: las secuelas de una sobreexposición
Este cansancio climático es especialmente notable entre los jóvenes de 18 a 30 años, una generación que ha crecido con el discurso ambiental como telón de fondo.
Aunque están muy informados, la continua exposición a mensajes apocalípticos, junto con la presión social de “salvar el planeta”, ha derivado en un estado de agotamiento emocional y desconexión afectiva. Este fenómeno, conocido como ecoansiedad, se caracteriza por un sentimiento de impotencia y estrés ante la magnitud del problema, y puede llegar a paralizar la acción individual.
Nuevas narrativas: la clave para reconectar
En este contexto de hartazgo y escepticismo que da lugar a la ecoansiedad, se impone la necesidad de replantear cómo se comunica la crisis climática. Las nuevas generaciones no han dejado de preocuparse por el medioambiente, pero sí demandan un lenguaje diferente, menos culpabilizador y más esperanzador. Y aquí es donde las redes sociales juegan un papel transformador.
Plataformas como Instagram, TikTok o YouTube están dando visibilidad a influencers climáticos que apuestan por mensajes constructivos, pedagógicos y cercanos, para dejar de lado esa ecoansiedad que genera rechazo a la situación del planeta.
Un ejemplo destacado es Carlota Bruna (@carlotabruna), activista con más de 200.000 seguidores. Su contenido sobre sostenibilidad, veganismo y justicia ambiental está enfocado desde la empatía y el optimismo, evitando el tono imperativo que suele generar rechazo.
Por otro lado, perfiles como el de la meteoróloga Isabel Moreno (@isabelisamoren) apuestan por una comunicación didáctica. Con más de 18.000 seguidores, explica fenómenos meteorológicos complejos de manera accesible, y colabora en pódcast como Estamos Muy Verdes, junto a la periodista Irene Baños. Este espacio combina rigor científico con un lenguaje distendido y comprensible.
También destaca el dúo Climabar (@climabar), formado por Belén Hinojar y Carmen Huidobro. Ellas abordan la crisis ecológica desde el humor, los memes y la cultura pop, facilitando que temas complejos lleguen a audiencias jóvenes sin perder profundidad. Su objetivo es conectar el cambio climático con otras problemáticas urgentes como la vivienda o el empleo, mostrando su impacto directo en la vida cotidiana.
Un cambio necesario también en los medios tradicionales
Aunque las redes sociales están marcando tendencia, los medios convencionales siguen teniendo una gran responsabilidad frente a la ecoansiedad. Durante años, el enfoque mayoritario ha sido catastrofista, con titulares alarmistas que generaban más angustia que conciencia. Esto ha provocado una saturación informativa que impide una verdadera comprensión del problema.
No obstante, se perciben señales de cambio. Programas como Aquí la Tierra de RTVE están adoptando formatos más humanos, amenos y optimistas, que muestran soluciones concretas y dan voz a expertos. Esta evolución es clave para devolverle al debate ambiental un carácter cercano, realista y multidisciplinar, que lo relacione con ámbitos como la salud, la economía, la política o la cultura.
Replantear la comunicación para inspirar el cambio
La lucha contra el cambio climático no solo requiere de acciones políticas y tecnológicas, sino también de una nueva forma de conectar con las personas para dar un golpazo a esa ecoansiedad. Frente al miedo, el bloqueo y el escepticismo, se impone un enfoque que inspire, informe y empodere.
La clave está en cambiar el tono, apostar por la esperanza y recordar que cada pequeña acción cuenta, sin olvidar que la responsabilidad debe ser compartida y no recaer exclusivamente en los más jóvenes. La crisis climática no se combate solo con cifras alarmantes, sino también con historias que nos muevan a actuar.
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