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Durante décadas, cruzar el Ártico con grandes buques mercantes parecía una idea reservada a los mapas de los exploradores o a las ficciones de futuro. Sin embargo, ese sueño acaba de convertirse en realidad. Una compañía naviera china ha abierto la primera ruta de transporte marítimo regular a través del océano Ártico, conectando directamente los puertos de China con varios destinos de Europa Occidental.
Hasta ahora, los grandes barcos comerciales dependían del canal de Suez o del de Panamá para unir Asia y Europa. Pero el nuevo recorrido evita ambas infraestructuras y remonta el estrecho de Bering, bordeando las costas del norte de Rusia antes de alcanzar el Atlántico. El resultado es un cambio monumental: los tiempos de envío se reducen casi a la mitad, un hito que promete transformar el comercio internacional.
De un sueño geopolítico a una ruta marítima
El pasado 23 de septiembre, el buque Istanbul Bridge, operado por la empresa Haijie Shipping Company, zarpó del puerto chino de Ningbo-Zhoushan rumbo a Gdansk, en Polonia. Llevaba a bordo 4.890 contenedores estándar (TEU), una cifra modesta comparada con los gigantes que cruzan Suez, pero notable para un trayecto tan exigente como el del Ártico.
El servicio, denominado China-Europa Arctic Express, une tres puertos chinos —Ningbo-Zhoushan, Shanghái y otros puntos estratégicos— con cuatro destinos europeos: Felixstowe (Reino Unido), Róterdam (Países Bajos), Hamburgo (Alemania) y Gdansk (Polonia). Los medios estatales chinos lo celebran como “un nuevo capítulo en la evolución del transporte marítimo mundial”.
China lleva años preparando este momento. En 2018, Pekín ya hablaba de la “Ruta de la Seda Polar”, una extensión de su ambicioso proyecto global de infraestructuras comerciales. Para hacerla posible, el país ha adquirido y construido rompehielos y ha invertido en investigaciones sobre el deshielo ártico y las posibles vías de navegación.
El nuevo servicio de Haijie Shipping convierte esa visión en un hecho. Según los cálculos, el tramo ártico reduce el viaje entre Ningbo y Felixstowe a solo 18 días, frente a los 30 o más que requiere la ruta tradicional por el canal de Suez. En comparación con el servicio China-Europa Express —que también opera Haijie y tarda 28 días por Suez—, la diferencia de tiempo alcanza un 40 % menos.
Además del ahorro de combustible y la mayor rapidez, el trayecto ofrece una ventaja estratégica clave: está libre de los focos de piratería marítima que afectan a zonas del Índico y del mar Rojo. Pero más allá del transporte, esta iniciativa se inscribe en una estrategia de poder geopolítico. “Es una demostración del creciente interés de China por ampliar su influencia en el Ártico y reforzar su presencia global”, explica Camille Escudé, especialista en geopolítica ártica del Centro de Investigaciones Internacionales de París.
Un trayecto aún estacional, pero con ambiciones globales
Por ahora, el recorrido se mantendrá activo durante los meses más cálidos, cuando las condiciones de hielo son más favorables. La compañía prevé ampliar la ventana operativa en los próximos años, a medida que entren en servicio buques con mayor resistencia al hielo.
Los beneficios económicos son evidentes: al acortar los plazos de entrega, las empresas pueden reducir costos de almacenamiento, acelerar la rotación de capital y evitar la congestión portuaria típica de las grandes terminales europeas durante la temporada alta.
Aunque Haijie es pionera en ofrecer un servicio regular, no es la única que explora la región. En 2024, la empresa Newnew Shipping Line, también china, realizó 13 viajes por el Ártico, transportando alrededor de 20.000 TEU. Y el interés se expande: Corea del Sur planea lanzar operaciones piloto en 2026, según medios especializados como Highnorth News. Su gobierno ya ha anunciado la creación de una división especial dedicada a la Ruta Marítima del Norte dentro del Ministerio de Océanos y Pesca.
El deshielo: puerta de entrada y advertencia
El auge de la navegación ártica no sería posible sin un fenómeno que, paradójicamente, plantea una de las mayores amenazas para el planeta: el cambio climático. El aumento de las temperaturas está provocando un rápido retroceso del hielo marino, facilitando el paso de embarcaciones en zonas que antes eran inaccesibles.
El Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) advierte que el Ártico se calienta más del doble de rápido que la media mundial. Según la NASA, la extensión mínima del hielo en septiembre —el momento en que se mide el deshielo máximo anual— disminuye un 12,2% por década respecto al promedio de 1981-2010. En la práctica, esto significa que el océano Ártico es navegable hasta diez meses al año, algo impensable hace solo unas décadas.
Pero esta aparente ventaja tiene un costo. El Ártico desempeña un papel crucial en las corrientes oceánicas que regulan el clima del planeta. Con el deshielo y el incremento de agua dulce en los mares, estos sistemas podrían alterarse, afectando a los patrones meteorológicos globales y acelerando aún más el calentamiento.
Una nueva frontera del comercio mundial
La apertura de esta ruta marca un punto de inflexión en el mapa del comercio marítimo. En ella convergen intereses económicos, ambiciones geopolíticas y los efectos del cambio climático. China se adelanta con su “Ruta de la Seda Polar”, Estados Unidos y Rusia refuerzan su presencia en el norte, y países como Corea del Sur observan atentos.
El Ártico, antaño símbolo de aislamiento y frío extremo, se perfila ahora como la nueva autopista del comercio global. Un escenario que promete prosperidad, pero también nos recuerda que cada avance en el hielo derretido trae consigo un precio para el equilibrio del planeta.
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