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El británico Darren Edwards, de 35 años, se prepara para una expedición histórica a la Antártida en la que recorrerá 222 kilómetros sobre una silla de esquí adaptada hasta alcanzar el Polo Sur geográfico.
Parapléjico desde un accidente de escalada en 2016, afronta esta travesía con una mezcla de nervios y entusiasmo, decidido a batir el actual récord de ‘esquí sentado’ y a demostrar que la discapacidad no es un freno para los grandes retos.
Darren Edwards se prepara para un reto polar sin precedentes
El 3 de diciembre, Edwards iniciará una ruta inédita que doblará la plusmarca vigente de esquí polar en silla adaptada, fijada en 111 kilómetros hasta el Polo Sur. Si todo sale según lo previsto, completará los 222 kilómetros en poco más de dos semanas de avance diario sobre el hielo antártico, sometido a temperaturas extremas y condiciones meteorológicas muy cambiantes.
La expedición arrancará tras un largo periplo logístico: primero viajarán a Santiago de Chile, después a Punta Arenas y, desde allí, tomarán un vuelo al remoto Glaciar Unión, puerta de entrada a la Antártida. Un último traslado aéreo les dejará en torno a los 88 grados de latitud sur, punto de inicio de la travesía hasta el Polo Sur geográfico, al que esperan llegar antes de Año Nuevo.
Aunque el desafío se centra en la resistencia de Darren Edwards, no estará solo en el continente blanco. A su lado viajarán Dwayne Fields, jefe de los Scouts en el Reino Unido; la exploradora profesional Lucy Shepherd, conocida por sus documentales de aventuras; y Matthew Biggar, amigo íntimo de Darren y responsable de registrar la expedición en vídeo.
Los tres caminarán y esquiarán junto a él, arrastrando el material esencial para la supervivencia en un entorno donde no hay apoyo ni infraestructura. Más allá del aspecto físico, el propio Edwards subraya que su confianza en el equipo será clave para gestionar los momentos más delicados relacionados con las limitaciones que le impone la lesión medular.
Dos años de preparación y financiación
La aventura es el resultado de un proyecto madurado durante dos años, en los que la logística ha sido tan exigente como el entrenamiento físico. Para hacerla realidad, Darren Edwards y sus colaboradores han tenido que reunir unas 300.000 libras en patrocinios, una cifra que ronda los 340.000 euros destinados a transporte, equipo especializado y soporte técnico.
En paralelo, el antiguo reservista del Ejército británico ha seguido una preparación específica orientada al frío extremo y al esfuerzo prolongado. Su currículum deportivo desde el accidente incluye varias marcas como atleta con discapacidad, lo que le ha dado la experiencia mental y física necesaria para plantearse un reto polar de este calibre.
Entrenamiento entre maratones y glaciares
Desde que quedó parapléjico a los 26 años, Edwards ha utilizado el deporte como vía de superación personal y herramienta para inspirar a otros. En los últimos meses, su preparación ha combinado maratones en silla de ruedas, sesiones de piragüismo y entrenamientos de natación, además de dos expediciones previas en el Ártico noruego para familiarizarse con el hielo y el viento polar.
Entre sus gestas recientes destaca la travesía en canoa de 1.400 kilómetros a lo largo de la costa británica, de sur a norte, completada en 2021. En 2023 cruzó, también en silla de esquí, el Vatnajökull, el glaciar más grande de Europa, en Islandia, una experiencia que le permitió poner a prueba su equipo y su resistencia en condiciones gélidas.
El contacto directo con paisajes helados y la lectura de las hazañas de pioneros polares como Ernest Shackleton, Robert Falcon Scott y Roald Amundsen han alimentado la imaginación de Darren Edwards y su deseo de ir un paso más allá. Para él, la Antártida representa el escenario perfecto para un desafío que combina exploración, resistencia física y un fuerte componente simbólico de superación.
Al mismo tiempo, es consciente de que afronta un entorno hostil en el que un error puede tener consecuencias graves, por lo que ha planificado cada detalle junto con expertos en expediciones polares. La travesía será autosuficiente: el equipo avanzará sin apoyo externo directo durante la ruta, durmiendo en tiendas de campaña sobre el hielo.
Vivir con lesión medular en el hielo
Darren Edwards insiste en que su discapacidad implica retos que van mucho más allá de no poder caminar. Explica que la lesión medular altera funciones como la regulación de la temperatura corporal, la vejiga y otras funciones orgánicas, lo que en un ambiente de hasta menos 40 grados centígrados con fuertes vientos añade riesgos muy específicos.
Uno de sus mayores temores es no notar si sus pies u otras extremidades se congelan, sencillamente porque ha perdido sensibilidad en la parte inferior del cuerpo. Para reducir este riesgo, el equipo ha trabajado con varias empresas en el desarrollo de equipamiento innovador diseñado para proteger sus piernas y pies, prendas y sistemas térmicos que no existían en el mercado antes de este proyecto.
Durante la expedición, la rutina será tan importante como el empuje psicológico. El plan es pasar entre 8 y 10 horas diarias esquiando, mientras sus compañeros arrastran trineos cargados con comida, combustible y material de acampada necesario para sobrevivir a varios días de tormenta sin posibilidad de moverse.
La alimentación se basará en comidas deshidratadas de alto valor calórico, indispensables para compensar el enorme gasto energético que implica progresar sobre nieve y hielo a temperaturas extremas. Para el agua, dependerán de fundir nieve con hornillos, un proceso lento a realizar durante las noches en tienda, donde también deberán secar ropa y equipo para evitar que la humedad se convierta en un peligro añadido.
Navidad en el fin del mundo
El calendario de la expedición hace que el grupo vaya a pasar la Navidad rodeado de hielo, bajo la luz perpetua del verano austral. Edwards comenta con humor que quizá celebren ese día esquiando con gorros de Papá Noel, un pequeño guiño festivo en medio de un entorno inhóspito.
Para las largas horas dentro de la tienda, especialmente si el mal tiempo les obliga a detenerse, el jefe scout ha prometido juegos y actividades que ayuden a mantener la moral alta. Esa dimensión lúdica, aparentemente menor, es en realidad clave para sostener el ánimo en un ambiente donde el aislamiento y el cansancio pueden pesar tanto como el frío.
Darren Edwards insiste en que la verdadera razón de la expedición es inspirar a otras personas con lesión medular. Quiere mostrarles que es posible redefinir lo que cada uno considera “imposible” y que una vida marcada por una lesión grave puede seguir llena de retos y logros.
La expedición también persigue recaudar al menos 100.000 libras, unos 114.000 euros, para la organización Wings For Life, que financia investigaciones sobre lesiones de médula espinal. De este modo, el esfuerzo físico se traduce en apoyo directo a la búsqueda de tratamientos que, en el futuro, puedan mejorar la calidad de vida de miles de personas.
Miedo, familia y motivación
Edwards reconoce que su mayor preocupación tiene que ver con su vida personal: este año se ha convertido en padre por primera vez y esta será la primera expedición en la que se separa no solo de su esposa, sino también de su bebé.
Admite que le angustia la idea de echar de menos a su hijo, pero al mismo tiempo siente que realiza este viaje precisamente por él, con la intención de dejarle un ejemplo de que no hay límites infranqueables. Para Darren Edwards, llegar al Polo Sur en una silla de esquí adaptada no es solo una marca deportiva, sino una forma de decirle a su hijo, y a cualquiera que enfrente una adversidad similar, que todo es posible.
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