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El mercado laboral en España atraviesa una transformación profunda marcada por el envejecimiento de su población activa. En apenas cinco años, la distancia entre los trabajadores mayores de 55 años y los menores de 30 se ha multiplicado por cuatro, reflejando un cambio estructural que ya no es coyuntural. Si en 2019 había 200.000 personas ocupadas más en el grupo sénior que entre los jóvenes, en 2024 esa diferencia alcanza ya las 800.000. El dato ilustra con claridad cómo el peso del talento veterano crece mientras las generaciones más jóvenes tienen una presencia relativa menor.
Esta evolución queda recogida en el V Mapa del Talento Sénior. La evolución en el quinquenio 2019-2024 y un ejercicio de prospectiva a 2029, elaborado por el Centro de Investigación Ageingnomics de Fundación Mapfre. El informe, presentado este viernes, analiza cómo ha cambiado la estructura del mercado laboral en los últimos cinco años y adelanta qué puede ocurrir en el próximo lustro.
Más sénior que jóvenes en el mercado laboral
Los datos muestran que los trabajadores de más edad ya representan el 20,5 % del total de activos en España, una proporción que supera en tres puntos porcentuales a la de los jóvenes. Este avance no es puntual: responde al aumento sostenido de la tasa de actividad entre los mayores de 55 años, que ha alcanzado por primera vez el 52,45 %. En 2019, esta tasa era del 46,7 %, lo que confirma una incorporación progresiva y constante de personas mayores al mercado laboral.
En términos absolutos, el número de sénior activos ha crecido en casi 1,2 millones de personas entre 2019 y 2024, lo que supone un incremento del 27,4 %. Este aumento evidencia que cada vez más personas prolongan su vida laboral, ya sea por necesidad económica, por deseo de mantenerse activas o por la mejora de las condiciones de salud y esperanza de vida.
La evolución del empleo refuerza esta tendencia. En los últimos cinco años, los trabajadores mayores de 55 años han sumado más de un millón de nuevos puestos de trabajo, frente a los 456.000 creados entre los menores de 30. Es decir, el crecimiento del empleo se concentra de forma mucho más intensa en los sénior que en los jóvenes.
Sin embargo, este dinamismo no elimina todas las dificultades. Aunque el empleo aumenta, el desempleo también sigue afectando al colectivo sénior. En 2024 se contabilizan más de medio millón de mayores de 55 años en paro, casi el 19 % del total de desempleados, frente al 14,7 % que representaban en 2019. Aun así, el paro continúa siendo especialmente elevado entre los jóvenes, con 869.000 personas desempleadas, casi un tercio del total nacional, frente a los 513.000 sénior.
El avance femenino reduce brechas, pero no todas
El análisis por sexo revela avances relevantes, aunque desiguales. Entre 2019 y 2024, el número de personas activas aumenta tanto entre hombres como entre mujeres, pero el crecimiento es más intenso en el caso femenino. Esto ha permitido reducir la distancia histórica entre ambos sexos, tanto en actividad como en ocupación. Aunque los hombres siguen siendo mayoría entre los ocupados, el mayor avance de las mujeres ha recortado la brecha en unas 17.000 personas.
No obstante, el desempleo sigue golpeando con más fuerza a las mujeres. Mientras que el paro masculino desciende ligeramente en este periodo, el femenino aumenta en 45.000 personas. Como resultado, la diferencia entre hombres y mujeres en situación de desempleo pasa de apenas 1.900 personas en 2019 a casi 50.000 en 2024, lo que evidencia que la igualdad aún no se ha alcanzado en todos los ámbitos del mercado laboral.
Otro rasgo distintivo del empleo sénior es su elevada presencia en el trabajo por cuenta propia. De los 3,3 millones de autónomos existentes en España, más de un millón, 1,03 millones, son mayores de 55 años. Esto significa que el 31,06% de los autónomos pertenece a este grupo de edad.
Además, casi el 20% de todos los trabajadores sénior son autónomos, una proporción muy superior a la que se observa en el conjunto de la población activa, donde el trabajo por cuenta propia representa el 13,55%. Este dato subraya la importancia del emprendimiento y de la experiencia acumulada entre los trabajadores de mayor edad.
Un futuro marcado por el envejecimiento
Las previsiones hasta 2029 apuntan a que esta tendencia no solo continuará, sino que se intensificará. Entre 2024 y 2029, la población de entre 55 y 69 años aumentará en casi 1,2 millones de personas, hasta situarse en torno al 21 % de la población total. España entra así de lleno en una fase de envejecimiento acelerado, con generaciones numerosas aproximándose a la edad de jubilación.
Este escenario plantea desafíos importantes, como la sostenibilidad del sistema de pensiones, el aumento del gasto sanitario o una mayor dependencia. Pero también abre oportunidades económicas en un contexto de escasez de jóvenes y de transformación tecnológica del empleo.
Según el informe, la población sénior activa crecerá casi 1,4 millones de personas, un 27 % más, con un protagonismo creciente de las mujeres, lo que permitirá seguir reduciendo la brecha de género. Este aumento se traducirá en más de un millón de nuevos empleos, aunque el desempleo crecerá ligeramente. El trabajo autónomo alcanzará los 1,2 millones de personas, con 147.000 más, aunque su peso relativo podría disminuir frente al empleo asalariado.
Reconocer el talento sin edad
Durante la presentación del informe, la ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, defendió la necesidad de superar estereotipos asociados a la edad. A su juicio, reconocer el talento sénior no solo es una cuestión de justicia e inclusión, sino también una ventaja para la productividad y el mercado laboral. Saiz recordó las medidas adoptadas para flexibilizar la jubilación y facilitar su compatibilidad con el trabajo, beneficiando tanto a las personas como al sistema y a las empresas.
El presidente de Fundación Mapfre, Antonio Huertas, insistió en el potencial de la generación sénior para con el mercado laboral, que mantiene capacidades suficientes para seguir siendo un actor clave de la actividad económica, especialmente en un contexto de baja natalidad y de impacto creciente de la inteligencia artificial.
Desde el ámbito territorial, representantes institucionales coincidieron en que aprovechar la experiencia de las personas mayores es fundamental para afrontar los retos demográficos, económicos y sociales de la próxima década, convirtiendo la longevidad en un motor de cohesión y desarrollo sostenible.
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