Descubre cómo los gatos afectan la fauna urbana y la biodiversidad: un problema creciente

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19/04/2025 - 10:00
Los gatos y la biodiversidad urbana

Lectura fácil

Aunque los gatos domésticos son parte habitual de nuestra vida moderna, su presencia sin control puede alterar profundamente los ecosistemas urbanos y periurbanos. A pesar de estar domesticados, conservan intacto su instinto cazador. Por ello, cuando viven sin vigilancia o se asilvestran, pueden convertirse en una amenaza seria para la fauna autóctona, afectando a jardines, parques e incluso a los bordes de los bosques urbanos.

Gatos: Una especie, muchas formas de vida

El gato doméstico actual, Felis silvestris catus, proviene del gato del desierto (Felis silvestris lybica), y está estrechamente emparentado con el gato montés euroasiático (Felis silvestris silvestris). La domesticación de los gatos fue probablemente espontánea, impulsada por su habilidad para controlar plagas en los asentamientos humanos.

Con el tiempo, esta especie se ha diversificado no solo genéticamente, sino también en cuanto a sus modos de vida. Hoy en día podemos distinguir tres tipos principales de felinos fuera del entorno completamente doméstico:

  • Feinos de compañía que, aunque tienen dueño, deambulan libremente por patios y jardines.
  • Felinos cimarrones o comunitarios, que viven en grupos organizados y son alimentados regularmente por personas voluntarias.
  • Bigotitos asilvestrados, que se han adaptado al entorno natural y sobreviven sin asistencia humana.

Es en estos dos últimos grupos, sobre todo en los gatos comunitarios, donde reside el mayor riesgo ecológico.

El impacto silencioso en la fauna salvaje

Estos gatos comunitarios, al no depender de la caza para alimentarse, gracias al aporte humano, pueden mantener densas poblaciones estables. Sin embargo, sus instintos de caza siguen activos, y esto los lleva a capturar y matar animales silvestres incluso sin necesidad de alimentarse de ellos. Entre sus presas comunes se encuentran roedores, aves, insectos, murciélagos y reptiles.

Estudios recientes señalan que los felinos son responsables de hasta el 14 % de las extinciones conocidas de pequeños vertebrados como aves, mamíferos y reptiles a nivel mundial. Se les considera, por tanto, una de las especies invasoras más dañinas para la biodiversidad.

El caso de las lagartijas urbanas en Cataluña

Un estudio realizado en Sant Cugat del Vallès, en Cataluña, muestra con claridad el efecto que las colonias de felinos tienen sobre la lagartija parda. En las zonas donde abundan estos felinos, alimentados por humanos y en grupos de hasta 55 ejemplares, las lagartijas prácticamente han desaparecido.

Y no solo se ha notado una reducción en el número de individuos: las que sobreviven muestran características físicas y conductuales alteradas. Son más pequeñas, más esquivas y frecuentemente han perdido parte de su cola. Esta pérdida se debe a un mecanismo de defensa llamado autotomía, mediante el cual la lagartija se desprende de su cola para escapar de un depredador. Aunque les salva la vida, este mecanismo supone un coste energético importante y afecta su capacidad de huida futura.

Una convivencia complicada

Los datos dejan poco lugar a la duda: los gatos que viven libres o en colonias pueden ejercer una presión depredadora constante que reduce las poblaciones de reptiles como las lagartijas, tanto en número como en tamaño, y compromete su salud y desarrollo.

Sin embargo, aún persiste una barrera social importante. Aunque los efectos negativos de estos felinos están científicamente demostrados, la percepción pública tiende a minimizar o negar su impacto. La legislación vigente en España —como la Ley 7/2023 de protección animal— incluso prohíbe la reubicación de colonias felinas en la mayoría de los casos, lo que dificulta aplicar soluciones eficaces.

Distinguir para convivir

Es fundamental hacer una distinción clara: los gatos domésticos que viven dentro del hogar, esterilizados y bajo control, no representan una amenaza para la biodiversidad. El problema se agrava con los que vagan sin supervisión o forman colonias en espacios urbanos y naturales. Sin un manejo adecuado, estos grupos pueden crecer hasta niveles incompatibles con el equilibrio ecológico.

La solución pasa por educar, sensibilizar y buscar estrategias que respeten tanto el bienestar animal como la protección de la fauna salvaje. Adoptar un gatito puede ser un acto de amor… siempre que se acompañe de responsabilidad y conciencia ecológica.

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