A pesar del confinamiento, el noreste peninsular está en alerta por fuego

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28/04/2020 - 18:07
Más de 50 incendios el pasado fin de semana en Cantabria

Lectura fácil

Los incendios forestales calcinaron un total de 10.282,42 hectáreas durante el primer trimestre de este año en España, lo que supone un 44% menos respecto a la media de enero a marzo del último decenio.

Así consta en los datos provisionales proporcionados por las comunidades autónomas al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, difundidos en un comunicado. La media de la última década es de 18.361,49 hectáreas quemadas por el fuego en los tres meses de cada año. El peor fue 2012 (60.573,01) y el mejor, 2016 (2.050,57).

¿Qué sucede en el noreste peninsular?

En cuanto a la superficie forestal arrasada por el fuego, el 83,08% pertenece al noroeste; un 9,31% a Canarias; un 6,64% a las comunidades interiores, y un 0,96% al área mediterránea.

La mayor cantidad de superficie arbolada arrasada por el fuego se produjo en el noroeste (83,20%), por delante de las comunidades interiores (13,77%) y la zona mediterránea (3,03%).

Además, en estas últimas horas, en Cantabria los pirómanos no hacen cuarentena

Cantabria registra desde la tarde del domingo día 26 de abril, 12 incendios forestales activos, de los 23 que se han provocado a lo largo de la jornada. 

Los incendios activos a estas horas se sitúan en Villacarriedo, a la altura de la conexión de Selaya con la carretera a Pisueña; Viaña y Valfría-Portillo del Asturiano (Cabuérniga); El Barcenal (San Vicente de la Barquera); Viaña y Guzparras (Vega de Pas); Cosío (Rionansa);Carrejo-El Cueto (Cabezón del Sal); Buspombo (Liérganes); Sal de la Peña y Sel Viejo (Luena), y Oruña de Piélagos (Piélagos), ha detallado el Ejecutivo en un comunicado.

A lo largo del fin de semana, se han registrado 41 fuegos en la comunidad, que permanece en alerta en 12 comarcas, lo que supone un total de 99 municipios.

¿Qué tipo de vegetación se ha quemado?

A nivel nacional las hectáreas arrasadas entre enero y marzo de este año, que abarcan un 0,037% del territorio nacional, un total de 1.225,74 corresponden a vegetación herbácea (pastos y dehesas) y el resto a vegetación leñosa, concretamente 8.204,29 hectáreas de matorral y monte abierto, y 822,38 de superficie arbolada.

En los tres primeros meses del año se produjeron 1.817 siniestros, de los que 882 fueron incendios (que arrasaron al menos una hectárea) y 935 conatos (con menos de una hectárea quemada).

¿Cuáles son las zonas más afectadas?

El noroeste peninsular (Asturias, Cantabria, Galicia, País Vasco y las provincias de León y Zamora) concentró el 71,38% de los incendios y conatos forestales en el primer trimestre de 2020, mientras que el resto de los siniestros se repartieron entre las comunidades interiores peninsulares (concretamente, las provincias de las regiones no costeras, salvo León y Zamora), con un 21,57%; el área mediterránea, con un 6,71%; y Canarias, con un 0,33%.

Propuestas desde Greenpeace

La organización indica que la solución debe ser trasversal:

De cara a reducir la siniestralidad es fundamental que la población tome conciencia del riesgo, extreme las precauciones y se busquen alternativas al uso del fuego. A su vez, hay que hacer un mayor esfuerzo en la persecución de las personas que queman el monte.

De cara a abordar las causas que propagan el incendio es imprescindible mejorar la gestión forestal y los planes preventivos.  

Resulta fundamental desarrollar modelos selvícolas (es decir, de gestión de las masas forestales) que tengan en cuenta el cambio climático y que, además de imitar al máximo el funcionamiento de la naturaleza, favorezcan la diversidad genética y reduzcan la densidad de arbolado. Solo de esta manera nos aseguraremos poder disponer de un entorno forestal sano, resistente no solo a los incendios sino a otras amenazas como plagas o enfermedades.

La planificación urbanística tiene que tener en cuenta el riesgo de incendio, de manera que se limiten cierto tipo de urbanizaciones que son muy vulnerables al fuego y que suponen un riesgo para la población y nuestros bosques.

La organización ecologista explica que las administraciones tienen que establecer campañas de extinción de incendios que no estén ligadas a la época estival. De ese modo se evitarían las decisiones de última hora promovidas por una meteorología impredecible y se fomentaría la estabilidad laboral en el sector forestal, evitando que las contrataciones se centren solo en los meses de mayor riesgo de incendio. Los servicios operativos no son infinitos ni omnipresentes y los incendios de alta intensidad suponen riesgos y peligros añadidos.

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