La lluvia también contamina: el experimento que reveló una amenaza invisible

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06/05/2025 - 18:00
Chica con paraguas bajo la lluvia

Lectura fácil

La idea de que la lluvia limpia el aire ha sido ampliamente aceptada durante décadas. Sin embargo, un estudio científico reciente ha demostrado que este fenómeno natural también puede transportar y depositar contaminantes peligrosos en el medioambiente. 

Este experimento, llevado a cabo por investigadores de universidades europeas y publicado en revistas de ciencia ambiental en 2025, ha sorprendido a la comunidad científica al revelar que la lluvia puede actuar como vehículo de partículas tóxicas y microplásticos.

El experimento que reveló que la lluvia también puede contaminar

Durante siglos, la lluvia fue siempre bienvenida. Refrescaba los campos, limpiaba el aire, alimentaba los ríos y nutría a los seres vivos. Pero, a mediados del siglo XX, algo empezó a cambiar. En algunas regiones de América del Norte y de Europa, los árboles comenzaron a enfermar, sin que fuese posible detectar ninguna razón para ello. Los lagos, antes llenos de vida, se volvían estériles poco a poco, y los peces desaparecían. Incluso, los suelos se volvían más pobres, y las hojas de los árboles presentaban quemaduras extrañas. ¿Qué era lo que ocurría?

Uno de los primeros científicos en sospechar que algo no cuadraba fue Gene Likens, un joven ecólogo estadounidense. A finales de los años 60, mientras estudiaba los bosques del noreste de los Estados Unidos, comenzó a analizar químicamente el agua de precipitaciones. Para su sorpresa, lo que encontró no era solo agua: contenía niveles anormalmente altos de acidez. De hecho, tan altos como los del vinagre. Era tal y como si el cielo estuviera lanzando vinagre sobre los árboles.

Junto a su equipo, Likens identificó la fuente del problema: no estaba en los bosques, sino en las ciudades y en las zonas industriales. Las emisiones de dióxido de azufre y óxidos de nitrógeno, producidas principalmente por plantas de carbón y vehículos, estaban subiendo a la atmósfera, donde se mezclaban con vapor de agua y daban lugar a ácido sulfúrico y ácido nítrico. Y, justamente, era esa lluvia “modificada” la que estaba matando los bosques.

Sin embargo, aunque sus datos eran sólidos, el camino para que se le tomase en serio fue muy difícil. Muchos políticos y empresarios, e incluso otros científicos, se negaban a aceptar aquella verdad incómoda: que la contaminación podía viajar cientos de kilómetros, cruzar fronteras y dañar lugares completamente alejados de la fuente original. Hay que tener en cuenta que el concepto impresionaba: planteaba que una fábrica en el Medio Oeste estadounidense podría estar afectando a un lago en Canadá. Lo cual les parecía ridículo… al principio.

Datos preocupantes

El estudio consistió en recolectar muestras de este agua de precipitaciones en distintos puntos urbanos e industriales, analizando su composición química con tecnología avanzada. Los resultados fueron impactantes: además del agua, esta tormenta contenía compuestos tóxicos como metales pesados, residuos de pesticidas y microplásticos. La investigación demostró que las partículas suspendidas en el aire —producto de la actividad industrial, el tráfico y los residuos plásticos— pueden ser absorbidas por las nubes y precipitar junto con la lluvia.

La situación es especialmente grave en zonas de alta densidad urbana, donde las precipitaciones contaminadas terminan infiltrándose en suelos, ríos y acuíferos, afectando tanto al ecosistema como a la salud humana.

Consecuencias medioambientales y sanitarias

Los efectos de esta contaminación por lluvia son diversos y preocupantes. Por un lado, afectan directamente a los cultivos al depositar sustancias nocivas en la tierra. Por otro, contribuyen a la contaminación de fuentes de agua potable, lo que puede tener consecuencias graves para comunidades que dependen del agua de las precipitaciones para consumo o riego.

Además, el hallazgo de microplásticos en las muestras confirma que este tipo de contaminación ha alcanzado incluso los ciclos naturales del agua. Se estima que una sola tormenta puede transportar hasta 100.000 partículas de microplásticos por kilómetro cuadrado, afectando a la flora, la fauna y los seres humanos.

Así las cosas, este experimento ha marcado un antes y un después en la manera en que entendemos la lluvia. Lo que antes se consideraba un símbolo de limpieza y renovación, ahora se revela como un posible vector de contaminación. Los expertos piden una revisión de las políticas medioambientales y un mayor control sobre las emisiones urbanas e industriales, ya que el aire que respiramos y el agua que cae del cielo están más conectados de lo que creíamos.

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