Mujeres migrantes y madres: la triple M que las condena a la pobreza laboral en España

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20/08/2025 - 08:16
Mujer

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En España, la pobreza laboral sigue afectando a millones de personas, pero sus consecuencias son especialmente graves para las mujeres migrantes con hijos. Esta situación, descrita como la “triple M” (mujer, madre y migrante), refleja la combinación de factores que elevan exponencialmente el riesgo de precariedad. Por un lado, ser mujer implica ya un sesgo de género que reduce las oportunidades laborales y salariales. Por otro, la maternidad condiciona la disponibilidad de tiempo y la posibilidad de aceptar determinados horarios. Finalmente, ser migrante añade barreras adicionales como la discriminación, las trabas administrativas o la falta de redes de apoyo.

Esta triple vulnerabilidad se traduce en una ecuación insostenible: ingresos bajos menos gastos elevados igual a pobreza estructural. La brecha salarial, la parcialidad no deseada y la temporalidad golpean con más fuerza a este colectivo, que en muchos casos no puede permitirse rechazar trabajos informales o mal pagados. Así, la pobreza laboral se cronifica, y la posibilidad de mejorar su situación se ve casi anulada.

Conciliación familiar y falta de oportunidades

Uno de los grandes obstáculos para estas mujeres es la conciliación. La mayoría asume en solitario las tareas de cuidado de sus hijos, sin acceso a servicios de apoyo ni redes familiares cercanas, lo que limita su participación plena en el mercado laboral. Las jornadas a tiempo parcial, los contratos temporales o las actividades en la economía sumergida son las salidas más frecuentes, aunque insuficientes para garantizar estabilidad.

Además, la discriminación por origen racial o nacionalidad incrementa la dificultad para conseguir empleos de calidad. Muchas mujeres migrantes son derivadas a trabajos de cuidados, limpieza u hostelería, sectores con alta rotación, sueldos bajos y escasa protección social. Todo esto contribuye a que vivan en una situación de constante vulnerabilidad económica, sin posibilidad de ahorrar ni de mejorar sus condiciones de vida.

Las instituciones sociales advierten que esta realidad no solo perjudica a las mujeres, sino que tiene consecuencias negativas para sus hijos y para la cohesión social en general.

Hacia un modelo laboral más inclusivo

Romper esta cadena de pobreza laboral exige políticas activas de empleo y conciliación. Resulta fundamental que se amplíen los servicios de apoyo a la infancia, como las guarderías o escuelas infantiles asequibles, así como los permisos de conciliación para familias monoparentales, donde la madre es el único sostén económico.

Igualmente, urge reforzar los programas de inserción sociolaboral dirigidos específicamente a mujeres migrantes, mejorando su acceso a formación, homologación de títulos y oportunidades de empleo digno. Combatir la discriminación y promover la igualdad real es clave para revertir la cronificación de la pobreza laboral en este colectivo.

Sin estas reformas, la ecuación de “ingresos menos gastos no les da” seguirá perpetuándose, obligando a miles de mujeres y a sus hijos a sobrevivir en la precariedad. La sociedad no puede permitirse dar la espalda a esta realidad, que refleja de forma cruda las desigualdades estructurales del mercado laboral español.

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