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Hace siete años, el 24 de mayo de 2018, el Consejo de Seguridad de la ONU emitió una resolución histórica, la número 2417, aprobada por unanimidad: declaró que privar intencionalmente de alimentos y provocar hambre a civiles constituye un crimen de guerra y exigió a todas las partes involucradas en los conflictos asegurar el acceso libre a los actores humanitarios.
"La prohibición de utilizar el hambre como estrategia bélica ya estaba contemplada en el Derecho Internacional Humanitario desde 1977. La Resolución 2417 de 2018 sirvió para darle un impulso político a su aplicación. Desde entonces, aunque el uso del hambre como arma ha llegado a tribunales internacionales, sigue empleándose en diversos conflictos. Además, es un método económico y silencioso", señala Rafael de Prado, director de Incidencia y Relaciones Institucionales de Acción contra el Hambre.
Gaza y Sudán, focos principales del uso del hambre en conflictos armados
La crisis humanitaria que se está viviendo actualmente en la Franja de Gaza es de una gravedad extrema y alarmante. Desde principios del mes de marzo, la llegada de ayuda humanitaria a esta región ha sido prácticamente inexistente, lo que ha provocado un deterioro significativo en las condiciones de vida de la población local. Hay escasez de alimentos, agua potable y medicinas.
Según el informe más reciente del IPC (Clasificación Integrada de Fases de Seguridad Alimentaria), cerca de 1,94 millones de personas —el 93 % de la población— sufren inseguridad alimentaria severa. La situación es especialmente alarmante para los niños: aproximadamente 71.000 menores de cinco años están en riesgo de desnutrición aguda. Decenas de miles de mujeres embarazadas y lactantes requieren atención médica urgente.
Las proyecciones son aún más desalentadoras si no se facilita el acceso de las organizaciones humanitarias a las personas que requieren asistencia. La limitada reanudación de suministros en días recientes es insuficiente para prevenir una posible hambruna.
Por otro lado, desde abril de 2023, Sudán atraviesa la peor crisis alimentaria de su historia: casi 25 millones de personas dependen de la ayuda humanitaria y más de ocho millones enfrentan hambre severa. La infancia también está en grave riesgo, con 3,2 millones de niños y niñas ya afectados por desnutrición aguda.
La escasez de comida como arma de guerra vulnera el derecho internacional
"Los conflictos armados continúan siendo una de las causas principales de crisis alimentarias extremas. Las guerras desplazan a millones y destruyen sus medios de subsistencia. Se dañan infraestructuras esenciales como hospitales, fuentes de agua y mercados. La entrega de ayuda crucial se ve seriamente dificultada. En numerosas áreas afectadas por conflictos armados, las organizaciones humanitarias ya no pueden alcanzar a las personas más necesitadas, lo que provoca consecuencias fatales para millones", añade Rafael de Prado.
Desde Acción contra el Hambre demandamos que la falta de comida jamás sea utilizada como táctica de guerra: "Es momento de acabar con la utilización de la carencia alimentaria con fines políticos, que perjudica especialmente a los más vulnerables, como la infancia, y de garantizar la protección de la población civil", concluye De Prado.
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