
Lectura fácil
Once reclusos con discapacidad intelectual o del desarrollo y cuatro compañeros de apoyo del Centro Penitenciario Madrid VII (Estremera) han recibido un diploma que los acredita como validadores de textos en lectura fácil, una formación que les permite garantizar que los documentos sean comprensibles para todas las personas. Este reconocimiento no solo fomenta la accesibilidad cognitiva, sino que también abre nuevas oportunidades de reinserción social y laboral.
Una iniciativa para los reclusos que rompe barreras en prisión
El proyecto ha sido liderado por Plena Inclusión Madrid, en colaboración con Instituciones Penitenciarias, y ha permitido formar a quince reclusos en la validación de textos adaptados. El objetivo es que puedan revisar y comprobar que guías, normativas y otros documentos sean fáciles de entender, asegurando así el derecho de todos a acceder a la información que les afecta.
Sara Lendínez, coordinadora del programa de Acceso a la Justicia y el Ámbito Penitenciario, explica que la iniciativa surgió al trabajar en el módulo específico para personas con discapacidad intelectual del centro. Allí, observaron que muchos reclusos no comprendían las normas o documentos básicos, generando dependencia, ansiedad y desinformación. “Si les ofrecíamos formación como validadores de lectura fácil, no solo entenderían mejor su entorno, sino que también podrían formarse en un oficio con futuro”, señala.
El curso tuvo una duración de 25 horas y fue impartido por expertas de Plena Inclusión Madrid. Desde el primer día, los participantes mostraron entusiasmo y motivación. “Lo vivieron como una oportunidad de crecimiento personal”, recuerda Lendínez. La culminación del programa se celebró con la entrega de diplomas, un acto cargado de emoción, orgullo y esperanza.
Para muchos internos, recibir el diploma representó un cambio de perspectiva. Pasaron de considerarse simples receptores de apoyo a verse como personas capaces de contribuir y ayudar a otros. Este reconocimiento impactó directamente en su autoestima y sentido de pertenencia, reforzando la sensación de ser escuchados y valorados dentro del centro.
Aprendizaje compartido y apoyo mutuo
El programa también destacó por la interacción entre los once participantes con discapacidad intelectual y los cuatro internos de apoyo, quienes desempeñaron un papel de dinamizadores. “Aprendieron juntos. Los reclusos de apoyo desarrollaron empatía y nuevas formas de comunicarse, mientras las personas con discapacidad se sintieron comprendidas y valoradas”, apunta Lendínez. La experiencia demostró que el aprendizaje compartido transforma tanto como enseña.
Impartir formación en prisión presenta desafíos específicos. Las sesiones tuvieron que adaptarse a ritmos distintos y a un entorno restrictivo, incluyendo la coordinación con los equipos de seguridad y la logística de los materiales. “Al principio las clases eran demasiado largas, así que incorporamos pausas para mantener la atención. La motivación del grupo superó cualquier barrera”, explica la coordinadora.
El equipo detrás de la iniciativa estuvo formado principalmente por mujeres del área de Accesibilidad Cognitiva, acompañadas por Sara y otra profesional del ámbito penitenciario, que dieron seguimiento diario a los alumnos, resolviendo dudas y reforzando contenidos.
Accesibilidad cognitiva como herramienta de reinserción
Para Lendínez, enseñar a comprender es un paso fundamental hacia la participación y el empoderamiento. “Cuando alguien entiende la información que le afecta, puede tomar decisiones, ejercer sus derechos y participar en la comunidad. Ellos no solo aprendieron a entender, sino también a enseñar a otros a entender”, asegura.
El proyecto no termina con los diplomas. Próximamente, cinco de los reclusos formados serán contratados como validadores de textos dentro de un taller productivo del propio centro. La Red Adapta, de Plena Inclusión Madrid, dará seguimiento a este proceso y facilitará la integración de los validadores en sus equipos. Esta red garantiza la comprensión de textos adaptados y genera empleo, autonomía y derecho a la información para todos.
Impactos inesperados y aprendizajes personales
Más allá de la formación profesional, el curso tuvo efectos inesperados: algunos internos comenzaron a leer por primera vez y descubrieron que podían disfrutar de la lectura. Uno de los primeros textos validados fueron las normas del centro, documentos que antes muchos ignoraban por falta de comprensión. Ahora, estos textos adaptados se entregan a todos los reclusos, promoviendo inclusión y entendimiento.
Sara Lendínez resume así el espíritu del proyecto: “Todas las personas tienen talentos y derecho a segundas oportunidades. Las personas con discapacidad intelectual que están en prisión tienen mucho que aportar. La inclusión es posible incluso donde menos se espera”.
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