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La medicina moderna ha avanzado a pasos agigantados en la cronificación y cura de enfermedades oncológicas, pero se ha encontrado con un obstáculo que no depende del microscopio, sino del comportamiento humano. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha lanzado una advertencia clara: la falta de adherencia a los tratamientos médicos se ha convertido en un problema de salud pública de primera magnitud. Esta realidad es especialmente preocupante en el cáncer de mama, donde las estadísticas revelan una brecha peligrosa entre la prescripción médica y la realidad del paciente en casa.
Según datos recientes recogidos en el informe Cambioat, promovido por la farmacéutica Lilly, una de cada tres pacientes abandona o no sigue correctamente las pautas de su medicación durante los primeros cinco años posteriores al diagnóstico. Se trata concretamente del tratamiento hormonal (hormonoterapia), una fase crucial que sigue a la cirugía, la quimioterapia o la radioterapia, y cuyo abandono prematuro puede tener consecuencias fatales.
El impacto físico y emocional del tratamiento del cáncer de mama
Para entender por qué tantas mujeres deciden dejar la medicación, hay que escuchar sus historias. El proceso no termina cuando el cirujano retira el tumor; a menudo, ahí empieza una carrera de fondo extenuante. Belén García, actual presidenta de la Asociación de Cáncer de Mama y Ginecológico de Bizkaia (ACAMBI), conoce bien esta realidad. A los 41 años recibió su diagnóstico y, tras superar la fase aguda de la intervención y la quimio, se enfrentó al tratamiento hormonal.
"Fue una menopausia precoz brutal", relata Belén. Las pastillas, diseñadas para bloquear las hormonas que podrían alimentar un nuevo tumor, provocan efectos secundarios agudos que merman la calidad de vida. "Sentí como que mi cuerpo pasaba de 40 a 60 años de golpe", explica. Los síntomas incluyen náuseas constantes, un cansancio profundo, "niebla mental" que dificulta la concentración y dolores articulares severos.
Janet, otra paciente de 47 años, comparte una experiencia similar. Tras someterse a una doble mastectomía, no precisó quimioterapia, pero sí se le prescribió el tratamiento hormonal para evitar que el cáncer de mama reapareciera. "Pérdida de pelo y tendencia a ganar peso" son algunos de los efectos que enumera. Esta carga diaria de malestar es la que empuja a muchas mujeres a tirar la toalla, a veces por simple agotamiento y otras por desconocimiento real del peligro que corren.
Un riesgo de recaída del 50 %
La decisión de interrumpir la terapia no es baladí. Los expertos son tajantes respecto a las consecuencias clínicas. Susana de la Cruz, oncóloga del Hospital Universitario de Navarra, pone cifras al miedo: "Algunos estudios apuntan a un aumento del riesgo de recaída de un 40 o un 50 por ciento". Es decir, dejar la pastilla dobla las papeletas para que el cáncer de mama vuelva a manifestarse.
El problema no es solo el abandono total, sino la falta de constancia. Inés Soto, farmacéutica del Hospital Infanta Elena, señala que "los errores que más he visto en estos últimos tiempos son que la adherencia, en vez de ser de un cien por cien, sea de un 70". Olvidar tomas o hacer descansos por cuenta propia reduce drásticamente la eficacia del escudo protector contra el cáncer de mama.
El deporte y la formación como salvavidas
Ante este escenario, los profesionales de la salud buscan aliados. Uno de los más potentes es el ejercicio físico. Laura García, jefa de oncología del MD Anderson Cancer Center Madrid-Hospiten, asegura que el deporte es fundamental. "Aparte de estar mucho más ágil, disminuyen los dolores articulares y la sensación de rigidez, algo muy común", afirma. Mantenerse activa ayuda a contrarrestar los efectos secundarios que provocan el abandono de la terapia contra el cáncer de mama.
Además, la comunidad médica está reaccionando. En el MD Anderson, por ejemplo, se está llevando a cabo un ensayo clínico para aliviar molestias específicas como los sofocos, que deterioran enormemente el día a día de las pacientes.
Sin embargo, la tecnología y los fármacos no lo son todo. Los expertos del informe Cambioat proponen una solución más humana: mejorar la comunicación. Es vital una formación específica para el personal sanitario que les permita explicar con empatía y claridad por qué es necesario aguantar esos cinco años de tratamiento.
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