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En el teatro del horror que es cualquier guerra, hay armas que no hacen ruido, que no derriban edificios, pero que destruyen vidas con una eficacia devastadora. La violencia sexual es, quizás, la más cruel de todas ellas. Lejos de ser un subproducto trágico del caos, se utiliza de forma sistemática y deliberada como un arma para aterrorizar, humillar y desintegrar comunidades enteras. Y esta táctica brutal, lejos de disminuir, está en auge. Un reciente y demoledor informe de las Naciones Unidas ha puesto cifras a esta epidemia: las denuncias de violencia sexual en zonas de conflicto crecieron un alarmante 25 % durante el año 2024.
Este dato, presentado por la representante especial de la ONU sobre la Violencia Sexual en los Conflictos, Pramila Patten, no es solo una estadística; es el eco de miles de voces rotas que se han atrevido a denunciar en los escenarios más hostiles del planeta. Y lo que es aún más aterrador: es solo la punta del iceberg de una realidad mucho más vasta, oculta por el miedo, la vergüenza y la impunidad.
Los epicentros del horror: Sudán, Gaza, Haití y más allá
El informe de la ONU dibuja un mapa global del sufrimiento, señalando varios conflictos donde esta práctica ha alcanzado niveles dantescos.
- Sudán: Tras el estallido del conflicto en abril de 2023, la violencia sexual se ha utilizado de forma generalizada y sistemática, especialmente por parte de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). Se han documentado violaciones masivas, esclavitud sexual y violencia contra mujeres y niñas en centros de detención improvisados.
- Palestina (Gaza e Israel): El informe verifica las denuncias de violencia sexual perpetradas por Hamás durante los ataques del 7 de octubre en Israel. Al mismo tiempo, expresa una grave preocupación por las denuncias sobre este tipo de violencia contra palestinos, tanto hombres como mujeres, en los centros de detención israelíes y durante los registros en Gaza.
- Haití: En un país sumido en el caos por la violencia de las bandas, la violación se ha convertido en una herramienta cotidiana de control y terror contra la población civil, especialmente en barrios de Puerto Príncipe.
- Ucrania: Desde la invasión a gran escala, se han seguido documentando casos de violencia sexual por parte de las fuerzas rusas, utilizados como una táctica para aterrorizar a la población en los territorios ocupados.
La lista se extiende a otros conflictos enquistados como los de la República Democrática del Congo, la República Centroafricana, Irak, Malí, Somalia o Siria, demostrando que no es un fenómeno aislado, sino una constante global.
El cuerpo como campo de batalla: ¿por qué se utiliza este tipo de violencia en la guerra?
Entender por qué la violencia sexual es un arma tan recurrente es clave para combatirla. Su uso no es aleatorio ni responde únicamente a la lujuria de los combatientes. Es una táctica militar deliberada con objetivos muy claros:
- Humillación y deshonra: En muchas culturas, la violación de una mujer se considera una afrenta al honor de toda su familia y comunidad. Es una forma de humillar al "enemigo" atacando lo que se percibe como su núcleo más íntimo.
- Terror y desplazamiento forzado: Las violaciones masivas se utilizan para infundir un pánico atroz en la población civil, forzándola a huir de sus hogares y facilitando así la limpieza étnica o el control de un territorio.
- Destrucción del tejido social: Al generar embarazos forzados y estigmatizar a las víctimas, se rompen los lazos familiares y comunitarios, desintegrando la sociedad desde dentro.
- Recompensa o "salario" para los combatientes: En muchos grupos armados, se tolera o incluso se fomenta la violencia sexual como una forma de botín de guerra para sus tropas.
La lucha contra la impunidad, un camino largo y lleno de obstáculos
A pesar de que la violencia sexual en conflictos está tipificada como un crimen de guerra y un crimen contra la humanidad por el derecho internacional, la impunidad sigue siendo la norma. Las víctimas se enfrentan a un muro de obstáculos para acceder a la justicia.
El estigma social provoca que muchas supervivientes nunca denuncien por miedo al rechazo de su propia comunidad. En contextos de guerra, los sistemas judiciales a menudo colapsan, y la recopilación de pruebas es extremadamente difícil. Además, la voluntad política para perseguir estos crímenes es, en muchos casos, inexistente.
El informe de la ONU es un llamamiento desesperado a la acción. Insta a la comunidad internacional a ejercer una presión diplomática mucho más fuerte, a imponer sanciones a los responsables y a destinar más fondos para apoyar a las supervivientes con atención médica, apoyo psicológico y ayuda legal. Porque cada denuncia que se queda sin investigar, cada agresor que queda sin castigo, es un mensaje para el resto del mundo de que, en la guerra, el cuerpo de las mujeres y las niñas sigue siendo el campo de batalla más desprotegido.
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