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Pequeñas localidades españolas han recibido a agresores sexuales liberados tras cumplir largas condenas, generando alarma entre los vecinos. Programas como Círculos de Apoyo y Responsabilidad buscan acompañar a estos condenados para reducir la reincidencia y proteger a la comunidad, combinando la supervisión profesional con el apoyo de voluntarios formados.
La llegada inesperada de agresores sexuales a la comunidad
En pequeñas localidades de España, la excarcelación de agresores sexuales puede generar alarma inmediata. En San Pedro Berredo, un pequeño pueblo ourensano, los vecinos desconocían que el hombre mayor que recibía su ayuda y comida era Antonio Gali, un condenado por varios asesinatos y múltiples agresiones sexuales durante cuatro décadas. De manera similar, en Andoain, Joaquín Ferrándiz, conocido como el ‘matamujeres’, se instaló en el municipio tras cumplir 25 años de prisión, sin haber recibido programas de tratamiento durante su condena.
Ambos casos muestran la complejidad de la reinserción social de agresores sexuales y cómo las comunidades locales reaccionan con preocupación ante la presencia de personas con un historial violento. Los ayuntamientos de estas localidades reforzaron la vigilancia policial y pidieron a los vecinos extremar precauciones, evitando intervenir directamente en la vida de los condenados.
El marco legal y la libertad vigilada
En España, la legislación no obliga a los expresidiarios a seguir ningún tipo de control si su condena se cumplió antes de 2010. Esto significa que muchos reincidentes y agresores sexuales pueden fijar su residencia libremente y reintegrarse sin supervisión directa. La libertad vigilada se aplica únicamente en determinados casos, permitiendo medidas como prohibiciones de acercamiento, vigilancia electrónica o seguimiento psicológico.
Según los estudios disponibles, la tasa de reincidencia de los liberados por delitos sexuales es de alrededor del 22 %, significativamente más alta que la de homicidas, que se sitúa en 6,65 %. Estos datos evidencian la necesidad de programas estructurados de acompañamiento para reducir riesgos y proteger a la sociedad.
Círculos de Apoyo y Responsabilidad
Desde 2021, Instituciones Penitenciarias implementa en España la iniciativa Círculos de Apoyo y Responsabilidad, inspirada en modelos de Canadá y Estados Unidos. Este programa busca disminuir la reincidencia de agresores sexuales mediante un acompañamiento doble: un círculo interno de voluntarios de la comunidad y un círculo externo de profesionales especializados en psicología, trabajo social y empleo.
El objetivo es ofrecer a los reincidentes sexuales un entorno seguro y responsable para su reinserción. Los voluntarios trabajan en reuniones periódicas con los participantes, abordando los delitos cometidos, el daño causado y estrategias para afrontar la vida en sociedad sin reincidir.
La labor de los voluntarios
Los voluntarios cumplen un papel clave al generar una red de apoyo social que los condenados no poseen. Su misión no es justificar delitos ni minimizar el daño a las víctimas, sino guiar a los agresores sexuales hacia un cambio real y sostenible. Se enfocan en acompañar, orientar y supervisar sin imponer órdenes directas, fomentando responsabilidad y autocontrol.
Gracias a esta intervención, los participantes aprenden habilidades sociales, enfrentan sus errores y desarrollan alternativas a la violencia. Hasta la fecha, se han realizado 26 círculos, dirigidos a condenados con riesgo medio o alto, con resultados prometedores en términos de reinserción y reducción de reincidencia.
Impacto y desafíos
El trabajo no es nada sencillo. Cada círculo enfrenta avances y retrocesos, con momentos de frustración y satisfacción. La interacción con los voluntarios permite que los exdelincuentes sexuales se enfrenten a la vida cotidiana de manera progresiva, promoviendo cambios sostenibles y minimizando riesgos para la comunidad.
Guadalupe Rivera, responsable del programa, asegura que el compromiso de voluntarios, profesionales y participantes es esencial para que la iniciativa funcione. La experiencia muestra que acompañar a los reincidentes sexuales con responsabilidad, formación y supervisión puede transformar su reintegración en un proceso seguro para todos.
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