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Respirar aire limpio, el derecho universal que se sigue vulnerando en todo el mundo

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27/10/2025 - 09:43
Ropa limpia

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En el catálogo de los derechos humanos, hay uno que a menudo damos por sentado, tan fundamental que parece inherente a la propia existencia: el derecho a respirar aire limpio. En 2022, la Asamblea General de las Naciones Unidas lo reconoció formalmente como parte del derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible. Sin embargo, esta declaración histórica contrasta brutalmente con la realidad que vive la inmensa mayoría de la población mundial. La contaminación del aire se ha convertido en la mayor amenaza ambiental para la salud pública, una pandemia silenciosa que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se cobra la vida de casi siete millones de personas cada año.

Nueve de cada diez personas en el planeta respiran un aire que no cumple con los estándares de calidad recomendados por la OMS. Este no es un simple problema ecológico; es una vulneración sistemática y masiva de un derecho humano fundamental, una crisis con profundas implicaciones para la salud, la economía y, de forma crucial, la justicia social.

El enemigo invisible: las partículas que nos enferman

Cuando hablamos de contaminación del aire, no nos referimos solo al humo visible de una fábrica o al tubo de escape de un coche. El enemigo más peligroso es invisible: las partículas en suspensión PM2.5. Son partículas microscópicas, con un diámetro 30 veces más pequeño que el de un cabello humano, que provienen de la quema de combustibles fósiles (tráfico, industria, calefacciones), los incendios forestales y ciertas prácticas agrícolas.

Su tamaño diminuto les permite penetrar profundamente en nuestros pulmones, pasar al torrente sanguíneo y viajar por todo el cuerpo, causando una inflamación sistémica. La exposición a estas partículas no solo provoca enfermedades respiratorias como el asma o la EPOC, sino que está directamente relacionada con un aumento del riesgo de infartos, ictus, diabetes, demencia y cáncer de pulmón. Los niños y las personas mayores son, una vez más, los más vulnerables a sus efectos.

Respirar aire limpio se convierte en una cuestión de justicia climática, la desigualdad de la contaminación

La contaminación del aire es profundamente desigual. No afecta a todos por igual, sino que golpea con especial dureza a las poblaciones más pobres y vulnerables, tanto a nivel global como dentro de nuestras propias ciudades.

  • A nivel global: El 99 % de las muertes prematuras relacionadas con la contaminación del aire se producen en países de renta baja y media, aquellos que menos han contribuido a la crisis climática pero que más sufren sus consecuencias.
  • A nivel local: Dentro de una misma ciudad, los barrios obreros, a menudo situados cerca de grandes autopistas, polígonos industriales o incineradoras, registran niveles de contaminación sistemáticamente más altos que los barrios residenciales de renta alta. Sus habitantes, que a menudo no pueden permitirse vivir en otro lugar, pagan con su salud el precio de un modelo de desarrollo urbano injusto.

Respirar aire limpio, por tanto, no es solo una cuestión de salud, sino de justicia climática y social. La lucha por un aire limpio más puro es inseparable de la lucha contra la desigualdad.

El camino hacia un aire respirable: soluciones que ya existen

La buena noticia es que, a diferencia de otros grandes retos globales, sabemos perfectamente qué hay que hacer para solucionar este problema. La contaminación del aire es un problema creado por el hombre y puede ser resuelto por el hombre. Las soluciones pasan por una transición energética y urbana valiente y decidida.

  • Transición energética: El paso fundamental es abandonar la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) y acelerar la transición hacia un modelo energético 100 % basado en energías renovables como la solar y la eólica.
  • Movilidad sostenible: En las ciudades, donde el tráfico es la principal fuente de contaminación, es crucial implementar Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) ambiciosas, invertir masivamente en un transporte público asequible y eficiente, y crear infraestructuras seguras para fomentar la movilidad a pie y en bicicleta.
  • Regulación industrial y agrícola: Es necesario endurecer los límites de emisión para la industria y fomentar prácticas agrícolas más sostenibles que reduzcan las emisiones de amoniaco y metano.
  • Cooperación internacional: La contaminación no entiende de fronteras. El aire contaminado de un país viaja a otro, por lo que se necesita una acción coordinada a nivel global.

Un derecho por el que luchar

El reconocimiento del derecho a un medio ambiente sano por parte de la ONU es un hito, pero no es el final del camino. Es una herramienta legal y política que empodera a la ciudadanía para exigir a sus gobiernos que actúen. La sociedad civil, los movimientos ecologistas y las comunidades afectadas están utilizando este derecho para llevar a los estados y a las empresas contaminantes ante los tribunales.

Respirar aire limpio no es un lujo, es la condición más básica para una vida digna. La lucha por este derecho es, en esencia, la lucha por nuestra propia supervivencia.

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